FOTO: KIMBERLY FRENCH

10 de noviembre 2025
Por: Redacción

Del amor al odio

Lynne Ramsay regresa con Mátate, Amor, la historia de una mujer que lucha contra sus demonios internos tras la maternidad

Por Karla Peckerman*

Mátate, amor no es una película ligera ni cómoda. Como es costumbre, Lynne Ramsay (Tenemos que hablar de Kevin, 2011) no busca regalar consuelo, sino que arrastra al espectador hacia los rincones más oscuros del afecto.

Aquí, Jennifer Lawrence encarna a Grace, una mujer que abandona la ciudad y se traslada con su pareja Jackson (Robert Pattinson) a un entorno rural (así empezó Together, de Michael Shanks, y no salió bien). Y claro, la promesa de paz se quiebra, esta vez con el embarazo, la maternidad y una relación que se erosiona desde adentro.

Grace deambula por los espacios del hogar con una presencia animal, desbordada, ambivalente. En una escena revela su insatisfacción sexual con furia; en otra, el peso de la cotidianidad la aplasta. Jackson parece replegarse, su apoyo se vuelve insuficiente. Y es en esas acciones donde Ramsay pone en juego la maternidad como un territorio contradictorio.

En Mátate, amor, Jennifer Lawrence ofrece una actuación intensa, entregándose sin reservas a la locura emocional de Grace, entre llantos, arrebatos y quietudes cargadas.

La historia del libro

El guion de la película es una audaz adaptación de la novela argentina Mátate, amor, de la escritora Ariana Harwicz. Una que no se busca traducir literalmente, sino reinventar sus voces interiores.

Curiosamente, la novela Harwicz tiene su propia historia de supervivencia ya que fue rechazada por varias editoriales antes de encontrar un lugar en la escena literaria independiente. Publicada originalmente en 2012 por la editorial independiente Lengua Madre, la obra se convirtió con el tiempo en una de las piezas más provocadoras y comentadas de la narrativa latinoamericana reciente.

El libro, traducido al inglés como Die, My Love, retrata con crudeza los pensamientos de una mujer en crisis, atrapada entre la rutina doméstica, la violencia del deseo y el peso de la maternidad.

Harwicz ha explicado que escribió la novela “en un estado de trance”, más cercana a un estallido emocional que a una historia tradicional. Esa intensidad la llevó a ser traducida a más de 15 idiomas y a consolidarse como una de las voces más radicales del realismo feroz contemporáneo.

La adaptación cinematográfica de Ramsay no intenta suavizar ese material: lo transforma en imágenes que hieren. Lo que en el libro eran monólogos internos, aquí se convierten en respiraciones, gestos y silencios que transmiten lo indecible.

Un espejo incómodo

La dirección de Ramsay, por supuesto, es despiadada, en especial con los silencios. No recurre al sentimentalismo; más bien, despliega gestos mínimos (una mirada, un temblor) para dibujar la fragilidad emocional.

Sin intención de spoilear, el tramo final redondea el discurso: lo salvaje interior emerge con fuerza. Lo que parecía un relato personal deviene en una pregunta compartida sobre los límites del amor y la autodestrucción.

Como ya dijimos, esta película no es fácil de digerir, no sólo por los tintes oscuros sobre la maternidad, sino por la forma en la que Lynne Ramsay los pone sobre la mesa. Mátate, amor se estrenó en salas de cine de México el 6 de noviembre.

*Texto adaptado para Chilango Diario

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