Ana Karenina, ilustradora feminista
10 de julio 2017
Por: Tatiana Maillard

Feminismo ilustrado

Ana Karenina caricaturiza situaciones típicas de una sociedad machista como una forma de combatir la violencia de género

Los dibujos de Ana Karenina reflejan situaciones de discriminación con trazos y mensajes contundentes

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

Entre la estética del trazo y la contundencia de un mensaje, la ilustradora Ana Karenina siempre se inclinará por lo segundo. Sus dibujos son sencillos y prácticos: con pocas líneas traza personajes, cuerpos, escenas y órganos sexuales. Son elementos que emergen de la punta del lápiz sin complicaciones, o sin que Ana Karenina busque plasmar sus detalles en exceso. Lo que importa es la idea.

Por eso bautizó su concepto como
Jot it down, que en español significa algo así como “apúntalo”. Cuando una idea adquiere consistencia en su cabeza, Ana Karenina la lleva al papel con rapidez, para evitar que se evapore. “El trazo no me interesa tanto como transmitir un concepto. Puedo ser ágil al dibujar, pero en el planteamiento me tomo mi tiempo”. Todo el que necesita.

Sexo. Feminismo. La variedad de los cuerpos. Esos son los temas por los que se inclina. Hace seis años dejó los cuadernos y se compró una tablet digital para dedicarse a dibujar. Al inicio lo hizo como un hobby porque, en realidad, Ana, oriunda de Ensenada, Baja California, se graduó como ingeniera en Biotecnología y hubo un tiempo donde realizó prácticas en un laboratorio de Copenhague, Dinamarca.

“De esos tiempos no tengo buenos recuerdos”, dice, con un fruncimiento de su nariz. Uno de sus gatos camina por la habitación con pasos silenciosos. El otro se recuesta a su lado en el sillón. Para una persona que ama a los animales, era imposible aceptar que en el laboratorio donde trabajaba realizaran pruebas por demás crueles en los animales para fines experimentales.

De hecho, es imposible que Ana Karenina acepte cosas injustas, o francamente ridículas. Cuando era adolescente fue consciente por primera vez del trato preferencial hacia los hombres. Ana estudió en una secundaria técnica en Ensenada, donde asistía al taller de electricidad. “Era muy buena”, dice con la cabeza en alto y enfatizando el adverbio. Pero los profesores trataron de disuadirla de participar en las actividades eléctricas de la escuela bajo el argumento de que era mujer, usaba falda y, si se subía a un banco para hacer una reparación, se le vería la ropa interior.

El absurdo no se restringió a ese argumento. A los 13 años, ganó el concurso municipal de secundarias técnicas y participó en el estatal. Pero antes de dar a conocer el veredicto final, los jueces hablaron en privado con Ana y con otro concursante. “Me dijeron que yo había ganado, pero que le iban a dar el premio al otro compañero, porque ninguna mujer había ganado un concurso. Los eventos de tecnología y electricidad eran únicamente ganados por hombres”.   
   
La cabellera rosada de Ana enmarca un rostro que, lejos de ensombrecerse por el recuerdo, parece burlarse de él. “Yo no sabía qué era el feminismo, pero desde esa edad ya sabía que el sistema era injusto”. No fue sino hasta su ingreso a la universidad que Ana se acercó al feminismo a través de internet, mediante el contenido que se compartía a través de la red social Tumblr. “A diferencia de Facebook y Twitter, Tumblr ofrece una enorme cantidad de contenido disidente. Y gracias a eso, me acerqué a esta corriente y salí del clóset”.

Esta red también despertó en ella el deseo de contribuir con sus propios medios:
el dibujo y las ideas. Ahora, sus ilustraciones se encuentran disponibles en la página de Facebook Jot it down, donde lo mismo se pueden encontrar los sketches o galerías que dibuja en libretas, que ilustraciones eróticas o lo que ella llama y define como “contenido educativo feminista”.

En abril de este año, dos de esas series provocaron ataques en su contra: una se titulaba “Diez tipos de hombres misóginos que debes conocer”, la otra era “Seis formas de acoso”. Se viralizaron de manera inmediata, y a la par de los shares y los likes, llegaron las amenazas de violación y los ataques.

Pocos días después, Ana recibió notificaciones en su teléfono celular: alguien usó su contraseña para intentar acceder a su cuenta de Google, de Twitter y a su cuenta de banco. El sistema no permitió el acceso debido a que las IP desde las que se realizó la operación no estaban en la Ciudad de México, donde Ana reside.

“El asunto es serio. Si supieron cuál es mi cuenta bancaria, ¿quién dice que no pueden encontrar mi dirección física?”. Para Ana, que una ilustración feminista genere una reacción de esta magnitud es muestra de que es necesario insistir en la exhibición de todo aquello que, en su ridiculez, lleva la semilla de lo violento. “Cuando te ocurre algo así te preguntas: ¿qué tanto valoras lo que haces?, ¿qué tan importante es? Yo digo que es importante y es necesario seguir”. Un oficio por visibilizar lo que se quiere eliminar.

Ana ilustra para las mujeres. Todas las ideas sobre el cuerpo, la sexualidad cruda y el machismo que representa en su trabajo, están pensadas para ellas. “Es así porque yo no voy a hacer que un hombre cambie su opinión. Siempre tendrán un argumento defensivo. En cambio, es más fácil discutir este tema con las mujeres, porque ellas sí reconocen y entienden las injusticias: las viven a diario”. Dibujar un espejo y verse.

Un trazo simple, una idea directa. Tinta y papel. Es todo lo que Ana Karenina necesita para ilustrar sin velos ni adornos, los absurdos de la diferencia de género.

En cifras: 

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