Arath de la Torre no acepta imitaciones
17 de agosto 2017
Por: Diana Delgado

Él no acepta imitaciones

Arath de la Torre es actor, comediante e imitador de 158 personajes, pero sobre todo es chilango de corazón

Con 25 años de carrera como actor e imitador, Arath de la Torre reconoce que la autenticidad es el motor de su ingenio

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

Entre los verdaderos chilangos, Arath de la Torre dice tener un lugar especial, pues esta ciudad lo vio nacer como persona y como actor, además de que reúne algunas de las características que, sin más, harían identificable a cualquier capitalino ante el mundo.

“Los chilangos amamos esta ciudad sobre cualquier otra. Me gustan los tacos y la vertiginosidad con la que se vive. De vez en cuando le miento la madre a los microbuseros y hasta le voy al América. Estoy seguro de que me moriré chilango, no importa dónde viva, porque ya nací aquí”, dice.

Y le gusta aclarar que nació aquí y no en otro lado como algunos de sus datos biográficos apuntan. Él es chilango y no costeño, aunque de los 11 a los 16 vivió en Cancún, a lado de su mamá. Fue en esa etapa donde el interés por actuar “amarró”.

“Mi primer click con los escenarios fue ver a Cachirulo en el circo. Después me llegó el interés por la magia y la prestidigitación. Incluso, en la calle de Bucareli, compraba mis trucos en la tienda del Mago Chams. En Cancún hacía shows de magia y ventriloquia para fiestas infantiles y, junto con amigos, armábamos presentaciones de teatro guiñol o con camaritas filmábamos películas”, cuenta.

El interés creció. No faltaba a sus clases de teatro ni a los museos ni al cine.

A los 16, regresó a su ciudad para estudiar en el Centro de Estudios Actorales de Televisa y, ocho meses antes de graduarse, una amiga lo invitó a un casting para una telenovela. Sin embargo, las reglas de la escuela eran claras: no se puede entrar a un proyecto sin haber concluido.

“Dos días después, una persona de acento extranjero me preguntó si actuaba y si jugaba tenis. Le dije que sí y me invitó a un casting. Le tuve que decir que mandara un memo al maestro Eugenio Cobo para hacer la solicitud. En la noche me llamó el señor Cobo para decirme que un productor brasileño quería hacerme una prueba. Llegué, me quedé en la telenovela Caminos cruzados y desde ahí no he parado”, cuenta.

Sin embargo, la comedia, que es su especialidad, se afianzó en la pantalla chica en 1998 con otra telenovela juvenil, Soñadoras, donde interpretaba a Beto Rockefeller, un muchacho pobre que jugaba a ser millonario. Desde entonces, la ironía, el estudio y la agilidad mental lo han llevado a ser considerado una revelación en la comedia, a hacer un programa en vivo de imitaciones, a grabar una telenovela en tecnología 4k y la primera serie mexicana nominada a un Emmy Internacional: Los simuladores.

LA HABILIDAD DE IMITAR

Arath de la Torre Balmaceda es su nombre completo, tiene 42 años y en 25 de carrera ha consolidado una habilidad que lo hace uno de los mejores imitadores. Tiene registrados 158 personajes entre actores, cantantes y políticos, de los cuales, por lo menos 50 ha interpretado un centenar de veces en programas como La parodia.

Sus imitaciones van desde Roberto Madrazo y Cuauhtémoc Cárdenas hasta el Perro Bermúdez, Chabelo o Don Francisco. En algunos casos su caracterización duraba 30 minutos, pero los más complejos tardaban hasta cuatro horas de maquillaje. Aunque lo único que no podía esconder era su personalidad sólida y a la vez sencilla, capaz de personificar a otros sin perderse a sí mismo durante el proceso. Ser meticuloso también es parte de su esencia y lo aprovechó bien para estudiar a los personajes, analizar movimientos, voces y comportamientos para luego ensayarlos y encarnarlos. Se reunía con la gente del set o con su “alma gemela en la comedia”, Angélica Vale, para afinar detalles, aconsejarse y pulir el trabajo.

La parodia fue como la borrachera más grande de mi carrera. Sabía que podía imitar, sabía que mi oído podía captar sonidos y luego repetirlos con la voz. Pero esto fue una embriaguez. Los personajes tuvieron vida, los pude sacar de su contexto y entonces descubrí hasta dónde puedo llegar y que, con trabajo y perfeccionamiento, esta carrera no tiene límites. Fue como un doctorado honoris causa en imitación”, sonríe.

Hoy, Arath de la Torre interpreta a Ariel en la obra Bajo terapia. Es un hombre casado que vive un matrimonio que enfrenta el desgaste de los años. Para él, este proyecto llegó en el momento exacto, pues acababa de vivir el fracaso del programa Esta noche con Arath, un late night show al estilo norteamericano considerado una apuesta para la televisora de San Ángel. “Hubo varios problemas. La relación con la productora no era buena. El formato no jaló a la gente ni a los patrocinadores. Mi salida fue la más escandalosa por ser la primera, sin embargo, seguimos adelante”.

Cuando se le pregunta qué le hace falta a su carrera, asegura que un ideal es dirigir. Ama el proceso creativo, acompañar a los actores y hacerlos crecer. Aceitar esa visión externa para contar una historia. Luego se detiene, piensa en silencio y después de unos segundos dice: “¿Sabes? Mis ambiciones no son muy altas. Soy perfeccionista, pero ya no vivo a prisa como a mis 20. Solo quiero seguir vigente, estar en el gusto del público y créeme que trabajo todos los días para hacer que eso sea posible”, concluye.
     Ser uno mismo y trabajar a su propio ritmo. Un par de privilegios que solo quienes han pasado por los altibajos de la fama saben apreciar con madurez.

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