Ernesto es entrenador de futbol de amputados en la CDMX
17 de julio 2017
Por: Diana Delgado

Entrenar para ponerse de pie

Ernesto entrena a 18 jugadores de futbol que carecen de alguna pierna o brazo y demuestra que la discapacidad muchas veces está en la mente

Ernesto dirige un equipo de futbol para amputados en el que la única regla es superar cualquier límite en la cancha

FOTO: LULÚ URDAPILLETA

Ser el comandante de 18 guerreros no ha sido una tarea sencilla para alguien que decía no estar preparado para la batalla, a pesar de conocer las estrategias. Ernesto Lino Ortiz dirige a los Guerreros Aztecas, un equipo de futbol capitalino con una particularidad: los jugadores son personas amputadas.

“Primero, pasos cortos, y luego abran la cancha”; “Va un sprint, y luego dos vueltas al balón”; “Agarren aire, respiren bien”, son algunas de las frases con las que cada jueves Ernesto anima y exige al equipo que esté listo para los partidos, pues asegura que todos son capaces y consentirlos solo les pone barreras.

Antes de empezar, los jugadores suben a las gradas y se cambian de ropa. Algunos retiran las prótesis de sus piernas, otros cambian de muletas para tener más agilidad y unos más se hacen vendajes. El entrenador pasa con cada uno, los ayuda con las casacas y anuda sus tenis. “Bajen a la cancha y empiecen”, les dice cuando están listos.

Ernesto Lino es el entrenador desde hace cinco años y dice que su llegada al equipo se la debe a la suerte. “Yo entrenaba equipos llaneros y, además, me había quedado sin trabajo, entonces, un día me visitó un amigo que estaba amputado y me pidió hacerme cargo del equipo ‘por un tiempo’, porque los otros entrenadores no se quedaban porque no sabían qué hacer o cómo dirigir”, cuenta.

El primer día que llegó solo tenía cuatro jugadores y en su cabeza también rondaron las dudas, pues aunque está licenciado como Entrenador de Fútbol Profesional, en ese momento desconocía cómo entrenar a quienes carecen de un miembro y tampoco sabía tratar a quienes padecen enfermedades como depresión, cáncer o diabetes.

“Acepté el reto aunque no sabía qué hacer. Recurrí a videos, vi que en países bélicos hay muchos amputados y formaron equipos de futbol profesional. En internet  pude ver los entrenamientos, los ejercicios, la resistencia, los tiempos y cuánto les podía exigir. Después tomé unos cursos con el DIF y con el Instituto de las Personas con Discapacidad de la CDMX (Indepedi). Desde entonces ha sido un largo camino, pero ha valido la pena”, asegura.

Entrado en confianza con el equipo, empezaron los fichajes, situación en la que Ernesto tenía experiencia, pues desde los cinco años empezó a jugar en un equipo y a los nueve los cazatalentos se lo llevaron a las fuerzas infantiles del Atlante, en donde alcanzó la reserva profesional. Sin embargo, las dificultades económicas le impidieron seguir adelante.

“A la par de jugar, estudié el curso para entrenador en el Centro de Capacitación de la Federación Mexicana de Futbol y la licenciatura en Mercadotecnia y Publicidad. Cuando acabé mi carrera deportiva, me metí de lleno a trabajar y los sábados entrenaba equipos llaneros porque lo profesional es muy difícil”, dice.

Las reglas del futbol de amputados son claras: dos tiempos de 25 minutos, siete contra siete, el portero debe carecer de una extremidad superior y los jugadores no pueden usar sus bastones para dominar.

Entonces, Ernesto supo que cuatro personas no serían suficientes para formar un equipo y, con apoyo de los jugadores y su esposa, emprendió la búsqueda. Hicieron carteles y folletos y los llevaron a hospitales y centros de rehabilitación, pero nadie llegó. Entonces empezaron de boca en boca, invitaron a conocidos y a gente que encontraban en la calle. Muchos se negaron, pero el discurso utilizado con cada uno era contundente: “Ve a ver, prueba, baja a la cancha, patea el balón y luego decides”. Así llegaron 18 jugadores, incluida una mujer.

“Míralos, son compañeros ejemplares”, dice El Profe mientras señala a los cuatro jugadores que practican pases. “Hoy son pocos, a unos no los dejaron salir de sus trabajos”, explica, y es que la liga compuesta por 11 equipos a nivel nacional —uno de ellos en la CDMX—  no cuenta con ningún apoyo, y para entrenar o cuando se organizan partidos en otros estados, cada uno debe hacerse cargo de sus gastos.

“Aún así, aquí están los compañeros porque son personas con ganas de salir de su casa, que quieren dejar de llorar por la pierna o el brazo que perdieron, rechazan ser una carga para su familia y sustituyen la autocompasión por venir a hacer algo importante. Algunos dijeron que esto era su último intento y la vida les cambió maravillosamente”, dice Ernesto Lino.

En los Guerreros Aztecas, el portero no tiene un brazo y su jugador más luchón perdió la pierna izquierda, pero en el torneo actual están entre los cinco mejores. Accidentes, enfermedades o problemas de nacimiento son algunas de las causas por las que carecen de algún miembro y la clave para vencer todo eso es la pasión, dice el entrenador.

Para  El Profe el fútbol es su vida, y aunque no percibe un sueldo y se sostiene de hacer trámites vehiculares, es solo a través de este deporte que se siente completo.

“Hay que hacer lo que amamos, no solo decir que algo ‘me gusta’, ¡apasiónate! Se tiene que sentir en el alma, en el corazón. Me veo profesionalizando esta liga. Los Guerreros tienen altas expectativas. Yo creo que me voy a morir jugando futbol, siempre voy a estar pateando un balón”, dice.

En cifras: 

 

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