Lila Downs
3 de noviembre 2017
Por: Diana Delgado

Lila Downs: entre dos culturas

Lila Downs presenta este fin de semana su último álbum en el Auditorio Nacional, el cual asegura es su disco “más mexicano”

Lila Downs presenta este fin de semana su último álbum en el Auditorio Nacional, el cual asegura es su disco “más mexicano”.

Este fin de semana, Lila Downs presenta su álbum más reciente en el Auditorio Nacional. En Salón: Lágrimas y Deseo les canta a las mujeres, los migrantes, los indígenas y a quienes ofrecen consuelo

Ser mestiza es así. Saber que dos culturas —tan lejanas como aparentemente irreconciliables— conviven en su sangre; dos ritmos distintos que de pronto se unieron. La vida de Lila Downs es esto: una campechana mezcla de circunstancias que la han llevado a recorrer el mundo de mano del folclor mexicano, a pesar de que su único anhelo, repite ella siempre, era sonar un día en la radio comunitaria de Oaxaca.

Fue la música lo que la ayudó a aceptarse a sí misma. A no avergonzarse de su color de piel, sus rasgos, incluso de sus ideas. Cabello negro, piel tostada, hija de un gringo blanco y una mujer mixteca, Lila aprendió en Estados Unidos qué significaba el racismo. No solo eso: entendió que, para sobrevivir y sanar heridas, tenía que enfrentar incluso sus propios prejuicios.

“Yo no me quería. Tenía un padre blanco, anglosajón, y siempre sentí el rechazo. Incluso creo que mi madre también me rechazó un poco, desde mi nacimiento. Creo que, como dicen por ahí, quería mejorar la raza, pero le salió todo al revés”, cuenta.

A los 16 años, Lila perdió a su padre, Allen Downs. Ella y su madre regresaron de Los Ángeles a Tlaxiaco, Oaxaca, un lugar donde la ausencia de un hombre en la familia no era aceptable. Dos años después, regresó a Estados Unidos para estudiar Antropología y retomar la música. Su identidad comenzó a resquebrajarse.

“Es difícil sobrevivir cuando estás sola y eres joven. Yo tengo la piel morena, pero entonces me identificaba con mi parte anglosajona. Tuve que empezar una búsqueda para entender de dónde vengo, quién era. Gracias a eso he podido hablar y cantar de ciertos temas que me pertenecen: por vivir en esta época, por ser mujer, por ser fronteriza, bicultural, indígena”.

Entre el jazz y las rancheras

Mientras su padre escuchaba discos de Miles Davis, John Coltrane o sinfonías de Bach, su madre no dejaba de poner en la radio canciones de Cuco Sánchez, Lola Beltrán o Lucha Reyes. “Además, mi abuelita cantaba —recuerda—, era pulquera y cantaba, así que desde muy temprano la música empezó a tener una influencia muy fuerte”.

La música se convirtió en uno de sus pocos puntos de apoyo, una primera raíz a través de la cual pudo descubrir quién era. Aun cuando Lila no podía identificarse del todo con Estados Unidos ni con México, sí podía sentirse reflejada en los acordes, en las voces de ambos países.

En su carrera ha intentado llevar esto al extremo. La mezcla de ritmos y sonoridades en cada uno de sus discos ha dado pie a un mestizaje musical, donde los instrumentos prehispánicos se encuentran con las percusiones electrónicas, las progresiones de la música clásica, los matices del jazz, el volumen del rock, pasando por el hip hop e incluso el ska. No solo eso. Lila también ha cantado en español, inglés, zapoteco, maya, puréchecha, náhuatl y mixteco, un idioma que habla poco pero que suele utilizar “para whatsappear con la gente de mi tierra”.

El problema del racismo, asegura, va más allá de la exclusión. Tiene que ver con los miedos propios. Hoy muchas personas niegan su pasado indígena, reniegan de su lengua, dejan de practicarla y se olvidan de todo lo que esta contiene por el temor a ser discriminados.

“Siempre ha existido el racismo, incluso los mismos grupos indígenas no quieren enseñar a sus hijos por miedo a que los traten mal. Pero nos queda seguir aprendiendo, demostrar que aquí estamos, vivos”, explica la artista que, en este sentido, trabaja junto a otras cantantes como Susana Harp y Natalia Cruz para poder difundir el orgullo oaxaqueño a diferentes latitudes.

Cantarle al odio

La fama de Lila Downs sigue creciendo cada año. En el 2006, la misma Chavela Vargas la nombró su sucesora y otros intérpretes le han colgado el título de La Reina Mixteca; además, ha ocupado varias veces los primeros lugares de popularidad en Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Alemania y en sus giras mundiales no es extraño que aparezca en escenarios de Chile o hasta de Hong Kong.

Cuatro premios Grammy Latino, uno internacional, además de dos nominaciones, dan fe de su éxito, que también ha saltado a la pantalla grande —en tres filmes y un documental—, sin contar que fue la primera mujer mexicana en actuar en una ceremonia de los premios Óscar.

Pero no todo han sido medallas y éxitos de ventas. Después de manifestar su apoyo a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), Lila fue vetada de su estado: durante tres años no pudo tocar en su propia tierra, lo cual la obligó a alejarse de manifestaciones políticas.

Su lucha ha encontrado otros cauces: entrega becas para que mujeres oaxaqueñas estudien y recursos para prevenir la muerte materna. “En la vida siempre será más fácil ir por un rifle y matar a alguien porque sientes odio, pero qué mérito tiene eso: ya lo hicieron muchos, muchas veces. A nosotros nos queda el arte, la acción social”.

Este sábado 5 y domingo 6 de noviembre, Lila Downs presentará Salón: Lágrimas y Deseo en el Auditorio Nacional. Según nos cuenta, de toda su discografía, este quizá sea el más mexicano de todos sus álbumes.

Cifras

10 álbumes de estudio ha grabado Lila Downs a lo largo de su carrera como cantante.

1980 fue el año en que comenzó a lado del grupo Los Cadetes de Yodoyuxi, en Estados Unidos.

2003 fue el año en el que se presentó en los Premios Óscar junto al brasileño Caetano Veloso.

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