22 de junio 2016
Por: Rafael Montes

Por una ciudad incluyente

Katia D’Artigues tiene clara su prioridad para la Asamblea Constituyente: los derechos de las personas con discapacidad.

Sentada en el sillón de su casa, en la colonia Condesa, Katia D’Artigues se toma su tiempo para responder.

¿Cómo es la relación de la Ciudad de México con las personas con discapacidad?, ¿cuál es el trato que la capital y sus gobernantes dan a ese 15% de la población que tiene dificultades para moverse, que no ve o no escucha, o que tiene una discapacidad intelectual?, se le pregunta.

Tras una pausa, la periodista y activista sintetiza: un trato de invisibilidad. A las cerca de 500 mil personas con discapacidad que viven en la ciudad —agrega— no se les ve, no se les toma en cuenta en las políticas públicas, a pesar de que las autoridades presumen que éstas son de avanzada.

Por ejemplo, menciona que no se pensó en las personas sordas al diseñar la alerta sísmica. Así, ¿cómo advertirles que habrá un sismo? Otro caso es el de los ciegos, a quienes no se les imprime en braille su declaración ante el Ministerio Público. Y otros más son los de las personas en silla de ruedas que quieren usar el transporte público, que ha sido renovado, pero todavía no cuenta con las rampas suficientes, y el de los mudos, quienes carecen de medios para hacer una llamada de emergencia a los bomberos o a la policía.

Para garantizar el derecho de todos a vivir en una ciudad incluyente, D’Artigues tendrá este tema como prioridad en su agenda en la Asamblea Constituyente, que entre septiembre y enero de 2017 discutirá y aprobará la primera Constitución local.

En esa labor como asambleísta, contará con su experiencia de 22 años como periodista y de 10 impulsando los derechos de las personas con discapacidad. Su objetivo será meter el principio de accesibilidad como un eje transversal en todos los artículos de la nueva Carta Magna local.

“Si tú garantizas que algo es accesible para personas con discapacidad, es más fácil que todos puedan acceder a ello. Como cuando construyes una rampa en un centro comercial, no sólo la usan ellas, sino todos”, expone. “[Esta lucha] no es sólo por quienes ya existen, sino porque todos vamos hacia la discapacidad. Ahorita somos un país de jóvenes, pero en 20 o 30 años, que es cuando la Constitución que apenas vamos a redactar podría dar frutos, la mayoría vamos a tener una discapacidad, aunque sea leve, en los últimos ocho o nueve años de nuestras vidas”, subraya.

Para esto, ¿qué es necesario hacer?

Entre otras cosas, dice D’Artigues, hay que establecer obligaciones en materia de construcciones, para que todas tengan un baño en planta baja o la posibilidad de convertir una sala en una recámara, en caso de que la vivienda sea de dos pisos. En otras palabras, buscará pelear por derechos mínimos para este sector, con el fin de que después se puedan discutir aspectos más complejos, como sus derechos sexuales.

D’Artigues llegará a la Asamblea Constituyente como primer lugar de la lista del PRD. Sin embargo, aclara que la condición que puso al partido para aceptar esa candidatura fue tener plena independencia. A la hora de cabildear y votar, lo mismo podrá aliarse con los perredistas que con el PAN o incluso con el PRI, aunque confía plenamente en que los temas de su agenda pueden salir adelante con unanimidad.

“Las personas con discapacidad están en todos lados y es una agenda que nadie puede reprochar”, dice.

Romper viejos paradigmas

Para D’Artigues, el terreno más difícil será la lucha cultural, es decir, pasar del modelo médico, el viejo paradigma que dice “pobrecitos, vamos a rehabilitarlos para que se integren”, a uno en el que estas personas sean consideradas sujetos de derechos, que sólo requieren pequeños ajustes en infraestructura y accesibilidad a documentos, servicios y programas sociales.

De esa manera, argumenta la futura asambleísta, en vez de aislar a estas personas en escuelas de educación especial, se debería garantizar que en cada plantel capitalino haya una formación incluyente y que los maestros puedan enseñar de forma diferenciada a sus alumnos, sin importar si tienen o no una discapacidad.

A tres meses de que se instale la Asamblea Constituyente, D’Artigues reconoce que le asalta una preocupación: hasta ahora desconoce qué propuestas sobre el tema tiene la iniciativa de Constitución que elabora el grupo redactor nombrado por el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera. “Parece uno de los secretos mejor guardados de la ciudad”, afirma.

A la espera de que ese documento se dé a conocer, D’Artigues asegura que, cuando acaben los trabajos de la Asamblea Constituyente, volverá a su labor en la sociedad civil. No pretende hacer carrera política, insiste, y quedará satisfecha si la capital recibe una Constitución ejemplar en materia de accesibilidad: con versiones en braille y lengua de señas, de lectura fácil y con mecanismos para exigir que se cumplan los principios establecidos en su articulado.

Después, ella seguirá con sus propios pendientes. Uno de ellos es escribir dos libros, uno sobre uno de sus tíos y otro sobre Alan, su hijo, quien tiene síndrome de Down y es su principal motivación para trabajar en la primera Carta Magna local.

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