30 de enero 2017
Por: Antonio Ortuño

Dinero que nada vale

Uno de mis mejores amigos firmó el año pasado un contrato laboral que le dejó como ganancia unos cuantos miles de dólares. Ya que mi amigo es previsor, decidió ahorrar ese dinero. Y ya que es, además, un patriota, decidió meterlos a plazo fijo en instrumentos de inversión mexicanos. Pero una semana antes de la victoria electoral de Trump, el diablo de la inquietud por el futuro le bailó en la cabeza y mi amigo decidió pasar su dinero a dólares: no hay patriota que coma lumbre, se dijo.

Luego de las subsecuentes devaluaciones del peso, mi amigo puede presumir de haber hecho una inversión muy buena, a pesar de que la persona que le lleva las cuentas le aseguró que invertir en dólares era mala idea. Al menos hasta este día, su intuición ha sido muy razonable y además de evitarle pérdidas, le ha dado ya una ganancia contante y sonante.

El peso mexicano es, en muchos sentidos, como la selección mexicana de futbol: aunque, básicamente, siempre acaba perdiendo, no tenemos más remedio que seguirle apostando. El gobierno lleva sexenio tras sexenio diciendo que el que invierte en dólares pierde pero todos sabemos que no es así (un comparativo del cambio peso-dólar de los últimos años y del valor real de compra de cada uno, me temo, no saldría favorable a nuestra moneda de ningún modo).

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE ANTONIO ORTUÑO: OPONERSE O HACERSE PATO

En un caso contrario al de mi amigo estamos casi todos los mexicanos. Nuestra moneda vale menos cada vez y los ahorros, que representan la única seguridad de millones de personas en el país, ya recibieron un mordisco del que no van a recuperarse. La devaluación puede parecerles trivial a quienes viven por encima de las turbulencias reales del dinero, pero para quien no, es una desgracia. Que su dinero valga menos significa que su nivel de vida va a bajar. Le costará más vestirse, comer, transportarse, sanar si enferma, estudiar… Y no, no se trata de ponerse imbécil, como si fuera uno locutor televisivo maiceado, y decir “pues trabajen más”. Buena parte de los mexicanos ya están al límite.

El panorama político de cara al 2018 es para meter miedo. El fantasma de una crisis económica aún peor que la que ya estamos viviendo no dejará de asustar a quienes hemos vivido otras crisis de ese tipo en los años 70, 80 y 90. Nuestro sistema le apostó todo al petróleo (ahora a la baja y con una empresa productora en la lona y a punto de rematarse al mejor postor) y al libre comercio con EUA (y ahora el proteccionismo de Trump amenaza con ponerle trabas costosísimas).

¿Cuáles son las alternativas que van a ofrecernos? ¿Cómo van a hacer para que el peso deje de ser ese “dinero maldito que nada vale” de la canción de Jorge Negrete? ¿Cómo van a evitar que se hunda este barco que parece que chocó contra un iceberg?

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