21 de junio 2018
Por: Rulo

Contracultura pop | La música y el Mundial (2)

La semana pasada hablamos de la desafortunada alianza entre el futbol y la música. Quedó pendiente hablar de la música del Mundial 2018

La semana pasada hablábamos de la generalmente desafortunada alianza entre el futbol y la música. Quedó pendiente hablar de la música del Mundial 2018. La semana que entra prometo poner ejemplos donde estas dos pasiones se han unido con buenos resultados

La música de este Mundial, Rusia 2018, tiene poco que ver con la tradición o con la actualidad del país anfitrión. Tampoco se le ven lazos con Suiza, sede del dueño del espectáculo, la FIFA. Empezando por el tema oficial, “Live It Up”, interpretado por Nicky Jam, Will Smith y Era Istrefi. El primero es norteamericano (nación que ni siquiera participa en el Mundial), hijo de puertorriqueños y dominicanos (ídem). El príncipe de Bel Air comparte nacionalidad con Jam. Y la chica que los acompaña nació en Kosovo. Es lo más cercano a Rusia del combo. La canción es música electrónica genérica, poco memorable, con ritmillos tropicales (producción de Diplo) para que se sienta futbolera. Un desperdicio. Ya me imagino la tortura que debe ser escucharla 10 veces en cada visita a un estadio. Ni siquiera Putin la usaría para torturar a sus enemigos.

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La “otra” canción oficial de este Mundial es la del patrocinador refresquero. Se llama “Colors” y es poco más afortunada que la anterior, sin que eso no signifique que parezca más un jingle publicitario que cualquier otra cosa. Pero es, sí, un buen jingle. Su intérprete, Jason Derulo, debe tener unas 30 o 40 canciones mejores que esta. La letra habla de ondear banderas, superar obstáculos, ser campeones y saborear el sentimiento, lo que sea que eso signifique. La versión en spanglish, con Maluma, es tantito mejor.

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En el álbum oficial del Mundial, The Official Album of the 2018 FIFA World Cup, además de las dos canciones ya descritas, hay participaciones de J Balvin (que como suele ser, sale bien librado, aunque se nota poco interesado en el tema, encargado por Telemundo), de la uruguaya Natalia Oreiro (un desastre su canción), una chica rusa (por fin) de nombre Polina Gargarina que nos brinda una electro-power-ballad del terror, muy en la misma onda de la que aporta al mismo álbum su compatriota Red One: cantando en inglés con una voz de sufrimiento, nos dice que aunque venimos de diferentes lugares, “Love is all that matters”. Son dos canciones que empiezan supertranquilas y acaban sonando a rave de los 40 Principales. La mejor pieza de todo este desastre musical es “Clandestino”, de Shakira y Maluma que, como bien saben, no se hizo para el Mundial. La incluyeron, presumo, para que el álbum no quedara tan guango.

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En México tenemos la canción que hizo Maná, “El gladiador mexicano”, que suena exactamente a Maná, pero con más enjundia, echando porras. Sin sorpresas o sobresaltos en la canción. Me gusta mucho más —o mejor dicho, me da menos pena ajena— la que hicieron los nigerianos Olamide y Phyno para acompañar a sus Super Eagles, “Road 2 Russia”, que parece sacada del antiguo Graceland, de Paul Simon, pero con más autenticidad. Otra bastante simpática es “Arabs In World Cup”, de Waleed Samy, que hizo un himno para los equipos de Egipto, Túnez, Marruecos y Arabia. Shawn Mendes presentó una versión salpicada de portugués de “In My Blood” para apoyar a la selección de Portugal, y en el video de “Love”, de Gianluca Vacchi con Sebastián Yatra, aparecen algunos seleccionados colombianos. Es decir, al mundo de la música le interesa el Mundial, por los millones de personas a las que pueden llegar, pero parece que no lo suficiente como para inspirarse y hacer algo trascendente. Entre todas las piezas mencionadas, no existe alguna que quiera volver a oír una vez resuelta la final del torneo.

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