19 de diciembre 2016
Por: Diego Osorno

La cuestión del terror

El narcotráfico moderno de México probó su capacidad de sembrar terror en 2006, cuando fueron arrojadas cinco cabezas humanas en plena pista de baile en la discoteca Soy y Sombra de Uruapan. Por esas fechas previas a la declaración de guerra contra el narco, los cárteles de la droga —al igual que los ciudadanos en general— descubrían lo sencillo y efectitivo que era usar youtube.com para difundir videos de torturas y decapitaciones de sus rivales. Fue entonces que se empezó a instalar la cuestión del terror en el país.

Pero fue hasta el 15 de septiembre de 2008, en el mismo estado de Michoacán, cuando se supo de forma contundente que el narcotráfico mexicano había decidido dar un paso adelante en su repertorio de acciones terroristas indiscriminadas en contra de la población civil. Esa noche, siete personas murieron y 132 quedaron heridas con distintos niveles de gravedad, al ser lanzadas dos granadas de fragmentación en la plaza de Morelia donde cientos de personas celebraban el tradicional grito de Independencia que, justo al momento de los estallidos, estaba dando el gobernador Leonel Godoy.

A partir de ese momento, los mensajes masivos enviados vía internet, advirtiendo de ataques contra discotecas o bares de ciudades como Monterrey o Cuernavaca, empezaron a ser tomados en serio y no como bromas de mal gusto producidas por el gran anonimato de internet.

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La respuesta oficial fue tan patética que el retrato hablado que hizo la policía del supuesto autor material de los ataques resultó risible hasta para estudiantes de criminología. Tan generales eran sus características que el hombre podía ser cualquiera. Al poco tiempo, el retrato de quien cometió el ataque terrorista más serio que ha habido en el México actual, desapareció.

Los sospechosos de la opinión pública, La Familia y Los Zetas, se deslindaron y se acusaron mutuamente de los ataques a través de mensajes electrónicos y mantas colocadas en avenidas muy transitadas de Morelia. En el CISEN dicen que alguno de ambos grupos dice la verdad. Y que el otro miente. A saber cuál es cuál.

Una semana después del atentado, la PGR anunció que habían sido detenidos tres de los responsables en Apatzingán. Los hombres dijeron ante las cámaras que habían sido ellos y que eran miembros de Los Zetas; sin embargo, en las declaraciones ministeriales rechazaron haber cometido el ataque y afirmaron haber sido torturados por la policía para declararse culpables ante los medios de comunicación. Ninguno de los tres ha sido sentenciado por los hechos. Nadie lo ha sido.

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