15 de septiembre 2016
Por: Fernando Rivera Calderón

Tenoch la cagó

La fotografía publicada en la prensa hace unos días donde puede verse a un águila devorando a una serpiente en las inmediaciones del lago de Texcoco, en la zona en la que se construye el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, nos ha quitado una venda de siglos, pero también nos arroja a la angustia y al desasosiego.

Hay que decirlo: Tenoch la cagó. Lo que vio el viejo sacerdote de Aztlán, el “Moisés de los mexicas”, no fue nunca una señal divina. Simplemente desconocía cómo se relacionaba la fauna en esa zona lacustre. En el antiguo lago de Texcoco las águilas devoraban serpientes porque así eran sus usos y costumbres, porque era lo que había en el menú y porque así es el ciclo de la vida, Simba. Los dioses no tuvieron nada que ver en eso. Es tiempo de deslindar a Huitzilopochtli de nuestras pendejadas.

No faltan las mentes esotéricas que –en vez de entender el garrafal error de nuestros antepasados—aseguran que esto se trata de una nueva señal divina, de un signo de la refundación de nuestra patria o de un guiño cósmico de nuestro padre Tenoch para decirnos que está feliz con la construcción del nuevo aeropuerto. La verdad es que nos timaron. Llegar al viejo lago de Texcoco y ver un águila devorando a una serpiente es tan inusual y “divino” como llegar a Garibaldi y ver a un mariachi persiguiendo a un automóvil. Es lo que se ve en todas partes.

¿Qué quiero decir con todo esto? Bueno, casi nada. Lo que es. Tenoch la cagó. La cagamos todos. El águila devorando a una serpiente nunca fue una singularidad ni una señal divina. Aquí no era el lugar.  Por eso nada nos sale. Mejor vámonos ya.

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