8 de diciembre 2016
Por: Gabriel Rodríguez Liceaga

¿Quién vigila al jurado del Nobel?

Alan Moore no inventó las historias con monitos pero sí es el creador de un nuevo género literario. Un género que a mí parecer no es cómic y definitivamente, aunque Hollywood intente convencernos de lo contrario, no es storyboard. ¿Qué es? Sus libros se encuentran en la sección de Novela Gráfica en los Péndulo del mundo. Sí, su materia prima es el dibujo, las viñetas, los globos de diálogo o pensamiento, las tramas por entregas, etcétera. Yo sospecho que estamos tan asombrados con los alcances de esta nueva forma de narrar que aún no podemos ponerle nombre. El tipo es un genio.

Naturalmente pienso en Watchmen. El encuerado Dr. Manhattan posee el don de la ubicuidad: está al mismo tiempo en todas partes y en todos los tiempos. Atiende al presente, al pasado y al futuro en un mismo pestañeo. En la versión fílmica de tal serie, esta omnipresencia sólo es superficialmente referida debido a que, vaya, es algo imposible de filmar. El “superpoder” de este “superhéroe” no se puede traducir en cine. En cambio, el Dr. Manhattan está en todos los cuadros de la página al mismo tiempo, es una presencia divina que, en efecto, rompe con los límites propios de la ilustración que lo contiene. La omnipresencia del Dr. Manhattan sólo puede ser comprendida y disfrutada en su totalidad al ser leída en forma de historia con monitos. Esto es sorprendente. Los límites de la novela gráfica se ensanchan, evolucionan, expanden y vivifican al mismo tiempo en que son leídos. En From Hell, mi favorita del autor, pasa algo parecido. Hay una página en la que aparece dios. Hay una página en la que Jack el destripador viaja en el tiempo y da a luz un siglo. Hay más de 60 cuadritos en los que una prostituta es paciente y clínicamente destazada. El tiempo se vuelve “tiempo comic”, por así decirlo, es tiempo consciente de sí mismo, de su existencia dentro de una página que puede o no mancharnos los dedos. Alan Moore me deja sin palabras. De igual manera hay un pasaje en Lost Girls en el que las protagonistas están en una función de teatro y comienzan a masturbarse y lamerse los sexos. Cosa que provoca que lo que está ocurriendo en el escenario se transforme en collages y deformaciones de una puesta en escena, o bien fieras de colores en movimiento que pretenden asemejar al breve infinito en miniatura que dura un orgasmo.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE GABRIEL RODRÍGUEZ LICEAGA: LO QUE EL POLVO A LA JUÁREZ

Este fin de semana le darán el Premio Nobel de Literatura 2016 al fregón de Bob Dylan. Es irrelevante que no tenga tiempo para irlo a recoger o que se haya demorado en contestar las llamadas, es anecdótico que en su lugar vaya Patti Smith. Aquí lo indestructible es que le dieron tal conmemoración a un músico. Esta decisión nos invita a replantearnos hoy en día qué es la literatura, ¿en qué molde de gelatina la ponemos?, ¿en qué agujero del Destreza?

Concluyo: esta columna más que un análisis superficial del arte de Alan Moore es una propuesta para que se le entregue el Premio Nobel de Literatura cuanto antes. ¡Ya! El año entrante. Urge.

Y me atrevo a afirmar que él tampoco asistiría a recogerlo.

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