29 de junio 2016
Por: Mario Campos

El buen humor de Peña

El presidente Peña Nieto anda de muy buen humor. Y no lo digo porque lo conozca, ni porque así lo revele su horóscopo, sino por la columna de Ciro Gómez Leyva, quien se reunió–junto con otros periodistas para platicar con el Presidente y, según cuenta en su texto de El Universal, el Presidente está “relajado” y “animado”.

Como persona me parece muy bien que se sienta así. El problema es que, como gobernante, no veo muchas razones para su estado de ánimo.

No, cuando en estados como Oaxaca hay desabasto de alimentos por los bloqueos de la CNTE y en Acapulco, Guerrero, los empresarios piden permisos para portar armas ante la inseguridad.

No, cuando, según sus propios voceros, el próximo año habrá nuevos recortes, entre ellos para el Seguro Popular, para la mejora de escuelas y para las escuelas de tiempo completo, que su gobierno tanto presumió.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE MARIO CAMPOS: ¿ADIÓS A NUÑO?

No, cuando un organismo como Amnistía Internacional reporta que de 100 mujeres presas en México, 72 sufrieron alguna forma de abuso sexual, antes o después de ser detenidas, o cuando el pasado mes de mayo resultó el de más homicidios en el país, en todo lo que va de su administración.

Sé que el Presidente no tiene una varita mágica para resolver los problemas, ni creo que ordene ni celebre ningún abuso o violación a derechos humanos en el país. Pero acá entre nos, jode un poco el saber que, mientras todo esto ocurre, el Presidente hace un esfuerzo por comunicarle al mundo –pues para eso son esos encuentros con medios– que se encuentra sonriente y sin mucha preocupación.

Está claro que tener un Presidente amargado no haría al país mejor, pero sin duda hablaría bien de él que se supiera que está insatisfecho, preocupado y hasta triste con el rumbo que lleva México. Porque quizá el presidente Peña Nieto no se dé cuenta, pero el mensaje que manda es que su realidad, allá en Los Pinos, está muy lejos de la que millones de mexicanos viven de manera cotidiana.

Pero todos tranquilos porque el Presidente está de buenas, y ya será problema de otro atender el tedioso, incómodo e imprudente mal humor social.

Salir de la versión móvil