música
28 de septiembre 2017
Por: Rulo

Contracultura pop | ¿Cuándo podremos subirle al volumen?

¿Puede la música ayudarnos a seguir adelante frente una gran tragedia personal o colectiva? ¿Puede aliviar a una sociedad dolida?

¿Puede la música ayudarnos a seguir adelante frente una gran tragedia personal o colectiva? ¿Puede aliviar a una sociedad dolida? ¿Hay, en este momento, lugar para la música después de lo que pasó la semana pasada?

Hace un par de meses, Ariana Grande (acompañada de un gran reparto) se presentó triunfalmente en un estadio de Manchester repleto. El emotivo evento fue la respuesta de la cantante al atentado terrorista que se efectuó a las afueras del otro concierto que ofreció en esa misma ciudad una semana antes. Sobre aquel evento y sus consecuencias y efectos, escribí lo siguiente en este mismo espacio (disculpen que me cite a mí mismo): “La música puede ser un bálsamo contra el dolor y la adversidad, un pegamento capaz de unir a la gente entorno a una causa común y una herramienta de protesta (en este caso, contra los violentos) de suma eficacia”. ¿Aplica eso en estas latitudes, en estos momentos? Ante el terremoto del martes 19, ¿nos sirve de algo la música a quienes habitamos esta ciudad?

La ciudad, en esta mañana sombría, una semana después del sismo que la vapuleó, no solo está cubierta por un cielo gris y desolador, sino que además pareciera estar más silenciosa que nunca, ahora que las sirenas han dejado de sonar incesantemente. No se oye música por ninguna parte. Por lo menos no aquí cerca, en mi barrio, la Condesa, que, como sabrán, es una de las zonas más castigadas, más dolidas.

¿Hay lugar para la música en este contexto? ¿Alguien por acá ya tiene ganas de subirle al estéreo? ¿De bailar “Despacito” una vez más? ¿De chillar escuchando “Mi ciudad”, de Guadalupe Trigo? ¿De ir de nuevo a El Imperial ya que haya cumplido su generosa labor como albergue de rescatistas y familiares de las victimas del tristemente célebre edificio que estaba ubicado en la avenida Álvaro Obregón 286?

Leo en Facebook algo recién publicado en el muro de una amiga virtual: “Mi papá sacó sus bocinas al jardín de su casa y puso música tranquila para sus vecinos. Los jardineros de al lado dijeron ‘Así deberíamos de trabajar de ahora en adelante’. Yo creo lo mismo”. Me hubiera gustado ver eso. Mejor dicho, me hubiera gustado vivir eso.

Hay estudios serios sobre las bondades de la música para sanar heridas. En Inglaterra, por ejemplo, es parte de las terapias utilizadas para rehabilitar a las tropas que llegan de zonas de guerra como Afganistán e Irak, sufriendo de estrés postraumático e incluso heridas físicas. Esto explica la doctora Julie Sutton, especializada en terapia musical, al diario The Guardian: “Nuestro estado físico puede cambiar en respuesta a la música. Puede energizarnos y calmarnos. Alguien traumatizado, que se encuentra en un estado más allá de terror, puede perder el sentido del tiempo. Los flashbacks no los vive como recuerdos, sino como el evento real. La música crea una sensación de que el tiempo avanza. Si tienes contacto con la música, tu estado cambia”. Algunos estudios indican que lo más efectivo es que los afectados se acerquen a un instrumento y aprendan a tocarlo. Les dejo esa idea a muchos músicos que conozco y que sé que quieren ayudar de algún modo.

¿Y en lo colectivo? ¿Cómo nos puede ayudar la música a cerrar heridas? Honestamente no lo sé. Que el concierto de la señorita Grande le haya funcionado a Manchester no significa que esta ciudad necesariamente requiera lo mismo. Hay gente de buenas intenciones que piensa que sí, que algo así puede ayudar. He escuchado de diferentes fuentes que se planea un gran evento para la primera quincena de octubre en el que participarían muchos artistas locales e internacionales. Se mencionan nombres como Timbiriche, Café Tacvba, Miguel Bosé. Pero no deja de ser un trascendido. La sede del evento podría ser el Zócalo o el Auditorio Nacional y el objetivo primordial sería reunir fondos para los damnificados, tema que no es de menor importancia. Especulo que también tiene como meta mandar un mensaje de unidad, de fraternidad, de seguir adelante sorteando obstáculos, contra la tristeza. Ojalá lo logre.

Otro evento que estoy seguro resultará catártico será la presentación de U2 la semana que entra. Ahí, por primera vez en un ratote, nos veremos las caras algunos de los que hemos pasado los últimos días angustiados. Puede ser un gran abrazo colectivo entre quienes aún no desprecian a Bono y compañía. Seguramente habrá muchas lágrimas, entre las emociones contenidas, la nostalgia y el dolor de los días recientes. Y quizá alguno saldrá aliviado.

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