20 de febrero 2017
Por: Wilbert Torre

El nego$io de la política

A todos nos ha pasado que odiamos, repelemos o detestamos tanto a una persona —a un político, por decir algo— hasta que un día nos detenemos a revisarla con atención y rumiamos para muy dentro de nuestro fuero interior: “¡Pero si se parece tanto a mí!”. Algo semejante nos ha pasado con el villano favorito que hemos elegido o nos han metido a chaleco en estos días: el presidente Donald Trump.

Es difícil elegir una cosa como la peor que representa Trump, pero a mí me repatea en el alma su esmerado afán de negociador infame, sin principios ni escrúpulos ni nada, tan tramposo como el estafador que esconde la bolita que no hay manera de que encuentres bajo una mano habilidosa que se lleva tu dinero. ¿Qué le pasa a Trump que va por la vida abusando y chantajeando y amenazando para pisar, aplastar y destruir? Pues resulta que los mexicanos  —aunque la mayoría lo neguemos— hemos incurrido en algo similar y de manera consciente o no hemos permitido, tolerado o aceptado que la política mexicana cobre forma del negocio más sucio, corrupto y devastador de este país.

En el imaginario mexicano del nego$io de la política existe un mar inabarcable de versiones nunca desmentidas o esclarecidas. Yo pacto, tú pactas, nosotros pactamos, ellos pactan: desde que obsesionado con la alianza estratégica PRI-PAN en los años 90 Carlos Salinas ideó las concertacesiones para echar a un gobernador priísta  del palacio que gobernaba en San Luis Potosí o Guanajuato y sustituirlo por un gobernador panista tras la consabida negociación en lo oscurito, los mexicanos hemos gastado las últimas décadas observando cómo el país es conducido y gobernado con la transa, el intercambio de favores y el pacto cupular como recurso protagónico y esencial de la política.

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Lo último que hemos conocido sobre la política como mercado fue esto: la semana pasada, Emilio Gamboa y José Murat se reunieron con Frank Guzmán, jefe de la Oficina de la Presidencia, para negociar —para pactar con el presidente Peña y su grupo— que uno llegue al CEN del PRI y el otro a la CNOP, en un intento desesperado por evitar perder el poder en 2018. Y semanas antes, que Ricardo Anaya se reunió en privado con el presidente Peña para pactar una alianza contra Andrés Manuel López Obrador. Y hace unas horas, que Josefina Vázquez Mota habría aceptado ser candidata del PAN en el Estado de México a condición de que Ricardo Anaya pusiera a su disposición 3 candidaturas a senadurías plurinominales y 6 a diputaciones federales.

En México denostamos a Trump, pero nos negamos a ver —o no nos importa— que la democracia puede pervertirse y degenerar en el juego de dónde quedó la bolita o en un mercadeo en el que los grupos de poder toman decisiones que suplantan, imponen o atropellan la voluntad ciudadana.

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