26 de noviembre 2025
Por: Redacción

“El escribano no escribe en vano”

Miguel Hernández, escribano desde hace 50 años en la Plaza de Santo Domingo, es uno de los últimos exponentes de un oficio en riesgo de extinción

Por Edgar Segura*

En la Plaza de Santo Domingo quedan sólo seis escribanos que ejercen este oficio, explica Miguel Hernández. “Yo trabajo con la abuelita de la computadora”, presume.

En tiempos donde cada vez más personas recurren a la inteligencia artificial para sus oficios, tareas escolares y textos periodísticos, Miguel todavía utiliza una máquina de escribir de los años 70 y su inteligencia natural. Con esas herramientas, desafía la idea de que su trabajo puede ser reemplazado por la tecnología.

Paciencia para escuchar, amabilidad, elocuencia y accesibilidad para un público olvidado por la brecha digital son sus argumentos para demostrar que el suyo no es un oficio obsoleto. Por el contrario, los escribanos de la Plaza de Santo Domingo son patrimonio vivo: con cada tecla presionada y cada letra marcada en el papel siguen produciendo cultura.

Del otro lado del escritorio

Todos los días Miguel coloca un escritorio debajo del Portal de los Evangelistas. Al frente acomoda dos sillas, una para él y otra para sus clientes, a quienes invita a sentarse para platicar. Antes de escribir, su labor consiste en escuchar.

“Escuchamos su problemática mientras nos describen la situación, nos dan los datos y vemos cómo podemos resolverlo”, cuenta en entrevista con Chilango. 

El escribano explica que la mayoría de sus trabajos se relacionan con la elaboración de oficios. “Antes mucha gente no sabía leer ni escribir. Esa época ya pasó, pero todavía les falta la habilidad de una buena redacción, una buena comunicación, la ortografía, etcétera. Entonces, podemos asesorarlos y apoyarlos en cuanto a la forma de redactar”, detalla.

Además, los escribanos también saben moverse en los laberínticos trámites burocráticos. De ese conocimiento deriva otra faceta de su trabajo. “Nosotros tenemos la idea de a dónde deben dirigir sus escritos”, añade.

De vez en cuando, también rompe la rutina para escribir cartas de amor. “Hay gente que todavía nos pide cierta expresión de afecto para sus personajes queridos o amistades”, cuenta. No obstante, admite que “eso ya está pasando de moda” porque “ahora ya mandan un WhatsApp y punto”.

“Todavía existimos”

Miguel reconoce que les afectó la tecnología. La llegada de las computadoras, las impresoras, el internet y los smartphones facilita varias de las tareas para las que la gente solía acercarse a los escribanos. 

FOTO: EDGAR ULISES SEGURA

La pandemia cambió mucho la situación. Y también la digitalización de los trámites redujo el flujo de clientes. Esto ha puesto al oficio del escribano al borde de la desaparición. 

Actualmente recibe en promedio un cliente al día. Por si fuera poco, su tarifa no es de lo más lucrativa. “Al momento en que llega el cliente, hacemos el acuerdo del precio según el trabajo y el número de cuartillas que vaya a requerir”, comenta Miguel, quien cobra entre $30 y $40 por página.

Un servicio para la sociedad

Pese a ello, Miguel sigue luchando por dignificar su trabajo. Y es que si los escribanos siguen existiendo es porque se continúan buscando sus servicios. En ese sentido, los portales de la Plaza de Santo Domingo se han convertido en una opción incluyente para quienes quedaron del lado más vulnerable de la brecha digital.

“Nos buscan sobre todo los antiguos clientes que ya teníamos”, dice Miguel, “a veces llegan los nietos, que recuerdan que iban con sus abuelos a resolver sus asuntos comerciales o legales en los escritorios públicos de Santo Domingo. Muchas veces no saben por dónde empezar un trámite o un escrito y recuerdan que aquí les resolvíamos sus asuntos a sus abuelos o a sus papás”.

Otros clientes frecuentes suelen ser las personas con discapacidad: “Existe mucha población que no tiene todas sus capacidades y recurre a nosotros para hacer sus motivos de comunicación. Entonces, aquí se les tiene paciencia, se les escucha, se ve lo que necesitan y se les brinda el apoyo y auxilio”.

Confesiones de un escribano

Para verlo en acción, Chilango solicitó a Miguel escribir (con el pago correspondiente de sus honorarios) una carta explicando por qué el oficio de los escribanos debe preservarse.

En su texto titulado “El escribano no escribe en vano”, Miguel expresa que su gremio cumple “la misión propositiva de servir a la sociedad mexicana: se escucha con toda atención las necesidades de los clientes solicitantes, poniendo todo el esmero para que sus comunicaciones, mensajes, etc. reciban la respuesta adecuada a la comunicación por escrito”.

Con sutileza y discreción, Miguel también alude a las historias de amor, de líos legales, conflictos comerciales y dilemas personales que llegan a sus oídos y se materializan a través de las teclas. Este trabajo, destaca, se realiza “con gran respeto y privacidad”.

En otro guiño, deja entrever que a veces le piden aderezar los hechos, pues menciona que sus cartas abordan “con la verdad o con la ficción más verosímil las diferentes facetas de la vida humana”.

“Las cartas pueden ser pasionalmente amorosas, así como escritos personales, comerciales u oficiales. En el escritorio público se hacen a la antigua, con máquina mecánica, eléctrica o computadora. Respetamos las reglas de la gramática, la ortografía y la sintaxis para lograr total comprensión, ayuda, apoyo del receptor para el remitente o solicitante”, escribe.

Miguel y los escribanos de Santo Domingo trabajan todos los días, de 10:00 a 18:00. Cada uno de sus textos es un antídoto contra el olvido de un oficio donde el acento se pone en la habilidad humana

*Texto adaptado para Chilango Diario

Salir de la versión móvil