11 de noviembre 2025
Por: Xally Miranda

Encontrar la luz al final del cuento

Yuku y la flor del Himalaya habla sobre el eterno retorno de la vida con una animación que parece salida de un libro infantil

El cine animado parece haber encontrado un público fiel en México. Soy Frankelda, por ejemplo, continúa avanzando en el top de las películas mexicanas más taquilleras de 2025 con un acumulado de 535,500 asistentes a salas (hasta el 2 de noviembre). Mientras que la australiana Memorias de un caracol y la letona Flow encontraron aquí su principal mercado, superando cada una más del millón de espectadores.

Así que no es de extrañar que más animaciones, sean concebidas en el país o extranjeras, sigan buscando una oportunidad aquí. Como es el caso de la película franco-belga-suiza Yuku y la flor del Himalaya, que llega a cines seleccionados de la CDMX a partir del 13 de noviembre.

Yuku y la flor del Himalaya es la historia de una pequeña ratoncita que emprende toda una travesía para salvar a su abuela, quien ha caído enferma. Llena de actos musicales y con una estética que recuerda en buena manera a los cuentos infantiles, su propósito es darle una lección a chicos y grandes sobre el ciclo de la vida. 

“Yo vengo del universo del cuento, me gusta mucho leerlos, y para mí era importante escribir una historia que fuera iniciática, un cuento en el que el personaje aprende y crece a través de aventuras”, cuenta en entrevista Arnaud Demuynck, codirector y guionista del filme animado. 

“Todo el objetivo era que se pareciera precisamente a los libros de niños, que se viera como una animación muy dibujada, trazada, suave y pictórica. Justo no buscábamos que fuera algo realista, sino que tuviera texturas”, complementa el también director Rémi Durin.

Las canciones son comunes en las producciones animadas, pero en este caso son parte del alma del filme, porque Yuku carga siempre consigo un ukulele que le enseña que desde la misma puede surgir la semilla de la esperanza, además de que la vida también es para reír, cantar y disfrutar. 

“Elegimos el ukulele porque es un instrumento chiquito y al ser un ratoncito nos pareció que le quedaba perfectamente a la talla. Yo ya había hecho otra película donde había una flauta, pero platicamos mucho con el compositor para ver qué era lo más fácil para las canciones y la parte visual. Lo que tiene el ukulele es que le permite al personaje hablar y cantar mientras está tocando el instrumento”, explica Demuynck.

Con las composiciones de Alexandre Brouillard (quien se integró en la etapa de desarrollo) y Yan Volsy (quien se inspiró en las imágenes ya creadas), la cinta te lleva a conocer diferentes personajes, unos más amigables que otros, con una vibra alegre. Aunque entre los temas que se tocan llegan a surgir referencias al miedo y la muerte, resueltos de formas que trataron de no “desentonar”. 

“Queríamos hablar de la muerte con los niños, es un tema que los intriga y, a su vez, les da un poquito de miedo. Pero hay que hablarles de ello y esta película busca tomarlos no por adultos, pero tampoco infantilizarlos. Si son niños, es darles su lugar como seres inteligentes. Es interesante hablarles sobre eso y decirles cómo es la vida en realidad, la nuestra y la de los ratoncitos también”, comenta Durin. 

Entre otras técnicas de animación que capturan mucha atención, como el stop motion, el apostar por este estilo fue una manera de demostrar el amor de los realizadores por hacer cosas diferentes.

“Porque cuando haces lo mismo con las mismas estéticas, los mismos personajes, el mismo tipo de película que todo el mundo, es aburrido. La verdad es que queríamos cambiar, hacer algo diferente, experimentar más con lo que hacemos en nuestro estudio en Bruselas [Enclume Animation]”, finaliza Durin.

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