7 de julio 2025
Por: Redacción

Funcionalismo: ¿vivienda colectiva o expulsión social?

Como estilo arquitectónico adaptado en México, su intención era ayudar a resolver una problemática de vivienda para sectores marginados. ¿Pero realmente lo logró?

Por Emiliana Pariente*

Una de las corrientes arquitectónicas que surge en la década de 1920 es el funcionalismo. En México, como en otros países, su origen se encuentra en la búsqueda de respuestas prácticas y humanas para las demandas sociales más inmediatas de la época. En un principio, las que deja en evidencia la Revolución, y luego, conforme pasan los años y que se instaura la supuesta modernidad, las que nacen a partir del aumento de la desigualdad social y económica.

“El funcionalismo se aplica primero en zonas ‘periféricas’; se hacen casas para obreros, escuelas, hospitales. Luego, y con más frecuencia en los años 1940, 1950 y 1960, se empiezan a construir viviendas colectivas y conjuntos habitacionales y multifamiliares grandes”, explica Uriel Vides, historiador de arte especialista en arquitectura mexicana del siglo XX.

El primero fue el Centro Urbano Presidente Alemán (CUPA), construido en 1949 por Mario Pani y bajo el encargo de la Dirección General de Pensiones Civiles. El conjunto, que dio paso a la primera aplicación de los lineamientos propuestos por el funcionalismo de Le Corbusier (y que se basó en la Ciudad Radiante de Marsella), buscaba resolver de manera humanista las problemáticas de vivienda de las poblaciones históricamente marginadas.

Por eso, en sus proyecciones, Pani incorporó el modelo en zigzag de Le Corbusier para modular una unidad habitacional integradora y resolutiva que contara con áreas verdes, locales comerciales, guardería infantil, auditorios, albercas y cine.

Ya en los años 50, el estilo funcionalista, su practicidad y sus exponentes en el escenario local, entre ellos el mismo Mario Pani, José Villagrán García y Juan O’Gorman, se habían tomado gran parte del Centro Histórico.

Afuera, el funcionalismo triunfó en la segunda mitad del siglo XX como la arquitectura de la posguerra y el estilo por el cual Europa se reconstruyó, poniendo el énfasis en las propuestas de viviendas colectivas diseñadas por Le Corbusier.

¿Pero cuál fue el alcance social de estos megaproyectos?

Para Vides, en muchos casos se buscó adaptar el funcionalismo al contexto local, incorporando un sentido nacionalista y con perspectiva de la realidad del país. Uno distinto al europeo, ese más gris, lineal, cúbico.

“La casa-estudio de Frida Kahlo y Diego Rivera es un ejemplo de una construcción funcionalista pero con elementos locales; el color de la fachada y las rejas de cactus dan cuenta de eso”, dice.

Pero, en otros casos, su alcance es cuestionable: “Estos proyectos de desarrollo urbano y el imaginario que tenemos de la modernidad, ya sea a través de grandes conjuntos habitacionales, hospitales y centros sociales y recreativos, se hicieron en el contexto del régimen del PRI, que fue el partido que gobernó durante gran parte del siglo. Para la época, eran proyectos revolucionarios, porque también tenían que ver con el Estado de Bienestar que se fue desarrollando en el mundo occidental después de las guerras mundiales, pero con el tiempo nos dimos cuenta que no resolvieron el problema de vivienda, ni tampoco de exclusión social”. 

“Los que aspiraban a tener un departamento ahí eran burócratas, no las poblaciones vulnerables. Así mismo, el caso de Tlatelolco, de Mario Pani, fue un proyecto cuya construcción implicó una ‘barriada’ que intentó acabar con los cinturones de pobreza que se encontraban ahí”.

¿A dónde fueron a parar esas personas?, esa es la gran pregunta según Vides. “Ciertamente no accedieron a los departamentos del recién inaugurado conjunto. Hay que tener en cuenta que nuestras ideas de la modernidad, en muchos casos, se construyeron a partir de proyectos de limpieza y expulsión social”.

Otros ejemplos funcionalistas

Además de la Casa Estudio de Diego Rivera y Frida Kahlo y el Centro Urbano Presidente Alemán, en la CDMX hay más ejemplos de esta corriente. La Torre Latinoamericana, cuya construcción empezó en 1950 y que ahora es un hito de la arquitectura moderna, es uno. También el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) se ha actualizado sobre el diseño del Sanatorio para Tuberculosos de Huipulco, de José Villagrán, también colaborador en la creación del Hotel María Isabel.

*Texto adaptado para Chilango Diario

Salir de la versión móvil