31 de agosto 2016
Por: Karina Espinoza

Camilo Huinca: un artista de trazo simple

EL ARTISTA CHILENO VISITÓ POR PRIMERA VEZ LA CIUDAD DE MÉXICO PARA PINTAR UN MURAL EN UNA DE LAS CALLES DEL CENTRO; SU HERENCIA DE COLORES SÓLIDOS Y LÍNEAS NEGRAS VIENE DEL CHILE DE LA DICTADURA.

En la calle Galeana número 20 de la colonia Guerrero se ve desde hace dos semanas un mural particular. El contorno negro y los colores sólidos delatan una escuela particular: la andina. Las siglas CH lo confirman, es un Camilo Huinca. Camilo Huinca, también conocido como OnlyJoke, es un diseñador gráfico chileno que estuvo en México no sólo para pintar dicho mural en la Guerrero, sino en una colaboración con Pictoline, la marca digital encabezada por Eduardo Salles. ¿Pero qué hace tan especial la visita y el trabajo de Huinca en la ciudad de México? La historia personal de este joven diseñador no es muy distinta a la de cientos de ilustradores/ diseñadores/comunicadores gráficos del mundo pues, según sus propias palabras, él también empezó sólo con el gusto legítimo de dibujar y de intentar comunicar algo a través de trazos y colores simples. Pero la suerte (unida al trabajo duro) le ha jugado a favor y en Santiago de Chile, donde vive, su fama le ha permitido pintar varios murales significativos para la ciudad. “Me gusta pensar en mis murales como un regalo, para la gente”, dice. Aunque pintar en las calles de Chile no es tan sencillo, pues se requiere de permisos especiales para hacerlo, las empresas y los espacios privados han sido ideales para explorar.


En esta primera visita a México, Camilo dice que lo que más le llama la atención es la calidad de la gente. Y aunque no distingue a muchos ilustradores mexicanos, además de Alberto Cerriteño, insiste en que a partir de esta experiencia ha descubierto un montón de similitudes en las formas de trabajar entre Chile y México. Si tuvieras que explicarle a la gente de México que no te conoce de qué se trata tu trabajo, ¿qué le dirías?, le preguntamos. “Mi trabajo parte de la comunicación. Para mí lo más importante es representar signos y formas. Me interesa generar sensaciones a través de figuras geométricas simples, colores planos sin mucha sombra. También me gustan las texturas. Todo para que la gente pueda pensar de qué se trata la pieza pictográfica”. Si caminamos por la calle, su mural se nota distinto a muchas de las pintas que vemos cotidianamente, al respecto, ¿cuáles son tus influencias?, le preguntamos. “Más que influencias, creo que mi trabajo es una herencia directa del Ramona Parra, que es un colectivo de muralistas en Chile, previo a la dictadura de 1973, y post también. Este colectivo se encargaba de transmitir mensajes que estaban prohibidos por el gobierno. Y proviene del afichismo cubano y sueco. Y es cómo con colores planos y contorno negro se puede lograr una comunicación simple y expresiva a la vez que despojada de toda complejidad técnica”.


Pero Camilo no sólo dibuja, ilustra y pinta, también patina y lo hace desde que tenía 13 años y confiesa no concebirse sin esta actividad en su vida, pues patinar le ha dado la posibilidad de entender al mundo sobre ruedas, tan literal y metafórico como pueda sonar. Respecto a la pregunta de cómo le surgió la inquietud de dedicarse a lo que se dedica, es parco al contestar que no fue una decisión extraordinaria, sino un proceso natural de su manera de ser y de vivir. Cree en el poder de desarrollar las ideas hasta sus últimas consecuencias siempre y cuando el resultado sea sintético y estético para quien lo mire. Hoy quizá sus trazos no reflejen en su totalidad las propuestas de unidad popular, atraigan parte del pensamiento de Pablo Neruda o partan de la experiencia de ser perseguido por un carabinero (policía) a mitad de la calle ante el inminente cambio social que supone un golpe de Estado, pero la herencia, como él mismo la enuncia, está ahí y se expresa a través de un montón de constantes que se explican, no a partir de un nacionalismo exacerbado, sino de un apego a la representación de las costumbres cotidianas de su contexto, de su vida en una ciudad cosmopolita como lo es Santiago de Chile y en la relación de él mismo con la periferia a la que va todos los días montado en patineta. La insistencia de Camilo en lo simple de un trazo, sin la parafernalia de detalles que no dicen nada, entonces se convierte en lo más importante a mitad de una calle del centro de la ciudad, donde lo que falta es ser elemental.

 

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