23 de junio 2017
Por: José Quezada Roque

Distintas formas de sobrevivir a un diluvio en la CDMX

La lluvia nos ha llevado a todos a vivir una de estas situaciones. ¿Serás acaso ese ingenioso que encuentra alternativas para sortearla?

La lluvia, signo característico de la melancolía, nos ha llevado a todos a vivir, al menos, una de estas situaciones. ¿Serás acaso ese ingenioso que encuentra alternativas para sortearla? Vamos a descubrirlo

Minutos mortales

Los aguaceros chilangos tienen una característica: en algún momento has pensado que, más allá de la lluvia, se avecina un tornado descascarando edificios. Lástima que acá no hay búnkers.

Sin regreso

Si estabas afuera y se soltó el agua, lo más probable es que te quedes ahí hasta que la cosa mejore: el tráfico no avanzará, el Metro no pasará y para andar por las calles necesitarías una tabla de surf.

Métodos desesperados

Sin paraguas, sin coche, sin nada y te urge llegar a tu destino. No te preocupes, el ingenio en el ADN mexicano siempre te salvará: toma una bolsa negra de basura y úsala como impermeable. Funciona, en serio.

Sobre las góndolas

Cuando caen las primeras gotas, algo en el ambiente te hace sentir como en Venecia (y no lo decimos por los viajes en trajinera o las calles inundadas, sino por ese aroma podrido que impregna todo).

Momento Zen

Si en el momento en que empezó el diluvio universal tuviste la fortuna de estar en casa, puedes relajarte, poner jazz suave y tomarte un té mientras contemplas el fin de los tiempos desde la ventana.

Pura lealtad

Todos los perros sienten vértigo y terror con los rayos. Nadie está insinuando que a ti te den miedo, pero tal vez estés más seguro si te escondes con tu perrhijo abajo de la cama en lo que pasa la lluvia.

Optimismo y funcionalidad

Si en lugar de pensar en cómo te descalabró el granizo, te concentraras en el lado positivo y sacaras una cubeta para equiparte de hielo en tu próxima borrachera, el mundo sería un mejor lugar para vivir.

El clásico

Estás en la oficina y miras por los cristales cómo en la azotea de enfrente ya se empapó la ropa tendida, cuando tienes una revelación y gritas: “¡No bajé la ropa!”. Acompáñame a ver esta triste historia.

 

Fotos: Shutterstock/Cuartoscuro

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