A pesar de ser la barbería más antigua del Centro Histórico, la Nueva York no huele a viejo

6 de junio 2017
Por: Dulce Ahumada

Los habitantes de… La barbería más antigua del Centro

A pesar de ser la barbería más antigua del Centro Histórico, la Nueva York no huele a viejo, más bien de ella se desprende un aroma a nostalgia, tradición y a muchas historias por contar. 

Sobre la calle de Cuba se encuentra un pequeño y modesto local pintado de color azul, pero no es cualquier tono, es un azul desgastado por el tiempo, el cual hace juego con el rojo y el blanco de sus caramelos que giran a la entrada invitando a los paseantes a ingresar.

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El interior de la New York es aún más nostálgico: sus paredes se encuentran tapizadas con pequeños mosaicos en color beige —como las cocinas de antaño—, en el centro de los muros están colocados unos viejos espejos, donde se reflejan los 87 años de vida que tiene esta barbería.

El mobiliario de la New York no se encuentra en cualquier lado, son de piel y en el descanso de los pies se puede observar el registro de origen: Chicago, Illinois (1909), una verdadera antigüedad. ¡Hasta causa miedo sentarte ahí y estropear estas valiosas piezas dignas de museo!

Pero ahora conozcamos más sobre la gente que habita este nostálgico lugar.

Toda una vida haciendo la barba 

Para don Julio, las barberías tradicionales nada le piden a las recientes, ya que, según él, el proceso del corte es todo un ritual que sólo los barberos de la vieja escuela conocen. “Hay quienes dicen que las barberías llegaron a su fin. Yo pienso que no, al contrario, las exigencias crecen y tenemos que actualizarnos”, comenta don Julio refiriéndose a las Barber Shop. 

Además, dice que “>las nuevas barberías no proponen nada nuevo, “los cortes que hacen en esos lugares, son viejísimos (alarga la palabra), los usaban los gringos y los marinos; nada más que algunos son más delicados que las mujeres, y prefieren irse para allá. Se ven en el espejo para encontrar detalles o cosas que no les agrada, ya es manía”, comenta y echa una carcajada.

Este peluquero tiene su clientes de cajón, son personas muy importantes para él, se involucra tanto con ellos que hasta los considera sus amigos. “Somos como los padres: vienen, se confiesan y no revelamos el secreto”, dice con voz seria.

“Por ejemplo, mientras le cortaba el cabello a un cliente, lo noté triste; entonces le pregunté que qué tenía, me contestó que su mujer lo había dejado porque no lo aguantó por borracho. Yo le aconsejé que lo primero que tenía que hacer es cambiar y después tenía que buscarla. El señor se fue conforme y a los pocos meses regresó con ella. Ambos me abrazaron y agradecieron por los consejos; esas son cosas que amo de mi trabajo”, expresa con mucho entusiasmo. 

Después de tantos años en ese lugar, don Julio comenta que siente que los vecinos lo aprecian, dice que hay quienes le comentan que la calle es famosa por él, ¡y vaya que este señor lo es! A tal grado que ha filmado películas: “vinieron a pedirme permiso para grabar una película aquí, yo participé, mi papel consistió en cortarle la barba a un actor”, comenta mientras intenta sin éxito recordar el nombre del filme.

Aprende del maestro 

Antes de que Federico Viguri habitara este lugar, caminaba con regularidad por afuera, “cuando transitaba por aquí no sabía lo importante que era el lugar ni que era atendido por un personaje como el maestro Julio”, comenta mientras observa con admiración a su patrón.

A pesar de que apenas tiene dos meses colaborando en esta barbería, Federico dice que ha aprendido mucho del dueño, “el chiste de este negocio es tratar bien a la gente, y para eso el maestro se pinta solo; es atento y el cliente se va muy contento”, comenta mientras junta con la escoba unos cabellos que están regados en el piso.

Luego comenta que la mayoría de los clientes acuden a la barbería buscando a su jefe, “pero el maestro siempre me pasa la chamba, no es envidioso, al contrario, a diferencia de otros lugares donde he estado, aquí el patrón es respetuoso y muy justo”, expresa convencido.

Además comenta que no sólo ha visto a su maestro —como él le dice a don Julio— en la chamba, sino también en la tele y hasta en algunas películas. “El otro día estaba viendo una película que se llama La mexicana, ahí vi la peluquería y al maestro poniéndole el peinador a Brad Pitt”, comenta emocionado y remata diciéndole a don Julio “se acuerda que le comenté”.

Uno de los clientes de la barbería

Un hombre alto de piel blanca y un acento algo extraño entra a la barbería buscando a don Julio, es Renato Robert uno de los clientes del lugar, aunque confiesa que sus visitas no son tan frecuentes porque su trabajo le impide acudir de manera ordinaria.

Mientras se sienta en los cómodos sillones color rojo, Renato le pide a don Julio que le realice un servicio completo, es decir, corte de cabello y barba; el hábil peluquero empieza por el cabello y con el trabajo comienza la plática.

Entre risas y bromas, se escucha que Renato le comenta a don Julio que en 1981 llegó desde Italia para quedarse a vivir en la Ciudad de México. Luego recuerda que “tenía mucho que no lo veía, dónde andaba”, el barbero responde: “estuve enfermo, pero ya regresé”, y echan a reír al mismo tiempo.

Una vez que don Julio terminó con el cabello, reclina un poco el sillón y acomoda la cabeza de su cliente. Posteriormente colocó una toalla caliente sobre el rostro del hombre. Al cuestionarle para qué sirve, el babero comenta que es para abrir los poros de la piel.

Después, con una brocha unta en la cara una abundante capa de jabón; es ahí cuando Renato sabe que viene el proceso final porque don Julio empieza a afilar la navaja.

El cliente la ve fijamente y comenta no temerle porque “don Julio tiene toda la experiencia. Cuando pasa la navaja por mi cara es como si me acariciara”, dice mientras observa el objeto punzocortante.

Una vez que la navaja se afiló, la pasan por el rostro del caballero, quien sin gesto alguno cierra los ojos mientras le retiran el vello y el exceso de jabón.

Dónde: República de Cuba 73, col. Centro

Horario: De lunes a sábado, de las 10:00 horas y hasta que el último cliente se vaya

Costo: 60 corte de cabello o de barba

(Foto: Dulce Ahumada)

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