El Día de Muertos es una gran oportunidad para recordar de manera sana a un ser querido que hemos perdido, pero también puede servirnos para saber más de este proceso y cómo apoyar a quien lo atraviesa
Los mexicanos recibimos a la muerte con alegría, la festejamos y, a veces, nos burlamos de ella… hasta que se presenta ante nosotros. Al conmemorarse el Día de Muertos, estas palabras se repiten en medios de comunicación o entre turistas por esta colorida tradición, sin considerar que existen personas inmersas en el dolor por el deceso de un ser querido. Cada quien vive diferente las pérdidas, por lo que es erróneo pensar en una convivencia armoniosa con la muerte como un hecho general.
Para llegar a mirar a la muerte de forma serena, se debe pasar por el duelo, un proceso psicológico que se produce al desaparecer ese alguien (o algo) al que le teníamos apego. Mientras hay quienes se sienten aliviados con un fallecimiento por una mala relación sentimental o porque al fin ha terminado una etapa sumamente angustiante, en el otro lado de la balanza están quienes tienen dificultades para lidiar con la ausencia; más vale conocer un poco más al respecto para apoyarlos.
La vida está llena de pérdidas
El duelo no solamente se experimenta al morir un familiar, un amigo o una mascota; en realidad, puede aparecer en diferentes momentos y etapas de la vida. De acuerdo con Teresita Tinajero, fundadora y presidenta del Instituto Mexicano de Tanatología A.C. y del Instituto Mexicano de Cuidados Paliativos y Tanatología, S.C., existen las pérdidas naturales y no naturales. La primera, por ejemplo, la encontramos al nacer, cuando pasamos del vientre a un ambiente extraño. El otro tipo, por su parte, puede ocurrir al perder un objeto muy preciado o un empleo.
Muchos son los factores que determinarán el grado de dolor y el tiempo que se sentirá éste. Van desde el tipo de conexión que se tenía, el cómo se produjo la pérdida, nuestra personalidad, hasta experiencias pasadas. Esto es igual al hablar de la muerte.
Tu dolor no es el mismo que el mío
Durante unas vacaciones, una familia sufre un accidente. Lamentablemente, uno de los padres y uno de los hijos fallecen, mientras un hermano queda parapléjico. ¿Qué pérdida dolerá más? “Aquí es importante aclarar que se vive un duelo por cada una de las pérdidas y cada duelo va a ser de distinta intensidad. Si alguien no se muere pero va a quedar en silla de ruedas de por vida, es otro duelo porque hay confrontación con una limitación física”, explica Tinajero.
En otro ejemplo, nos encontramos con una familia que disfrutaba de una cena cuando descubre que el padre falleció repentinamente. El dolor de cada hijo es intenso, aunque quizá no se compara con el de aquel que no lo ha visto durante años o el del otro que se peleó con él unas horas antes. Este último puede sentir una culpa única y terrible.
La tanatóloga enfatiza que según la relación emocional será el duelo, pero también la forma de morir es un factor. Se puede fallecer de forma súbita, por violencia o de una larga enfermedad, pero si se trata de un suicidio o una desaparición, el proceso puede llenarse aún más de culpabilidad o incertidumbre.
A pesar de ello, para curar esa herida psicológica se pasa por un proceso compuesto por cinco estadios, según el modelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross. Estos son la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Incluso pueden verse claros cuando la persona se está enfrentando al mayor duelo de su vida: su propia muerte. “Estas etapas no únicamente las vive el paciente, las viven todos los involucrados sentimentalmente o que son seres significativos para el enfermo”, destaca Tinajero.
Cómo apoyar en el proceso
Un duelo sano puede extenderse hasta por dos años. Por ello, no debemos presionar a una persona para que salga de su proceso. Lo mejor que podemos hacer es mostrar empatía. Si estamos en un funeral, la tanatóloga recomienda decir “aquí estoy si necesitas algo”. También es común que conforme pase el tiempo los deudos estén cada vez más solos.
En esa etapa es bueno reiterar el apoyo y, si es posible, ayudarlos a cambiar su rutina, sin obligarlos. Una salida a un lugar nuevo, motivarlos a aprender algo nuevo o permitirles tener un momento libre para ellos solos funciona, mientras tengan espacio para aceptar su dolor y lo puedan expresar.
Lo normal es que una persona en duelo se muestre triste, enojada o desanimada, además de tener falta de apetito o problemas de sueño. Pero se convierten en señales de alerta situaciones como negarse a ver la realidad, comportamientos suicidas o un sufrimiento persistente e intenso que no cambia conforme avanza el tiempo. Ante cualquier duda, hay que acercarse a un especialista. El Instituto Mexicano de Tanatología A.C. te pueden contactar con un profesional