9 de septiembre 2016
Por: Jesús Iglesias

‘The neon demon’: la opus magna del neon-noir-gore

 

Beauty isn’t everything… it’s the only thing…” La frase surge de los labios de Roberto Sarno, un Tom Ford ficcionado que reposa en el centro de un cuarto blanco e impoluto, mientras escoge y desecha a modelos que desfilan en ropa interior y tacones. Dentro de esas cuatro paredes no hay lugar para las imperfecciones, para esa piel que delata edad o sufrimiento; todo es grotesca perfección. La frase, que se hunde en la carne de las modelos como una daga que anticipa la caducidad de sus cuerpos, actúa también como perfecta sinopsis, no sólo de todo el metraje de The Neon Demon, sino de la hiperestilizada carrera que Nicolas Winding Refn ha construído cuidadosa y obsesivamente desde el estreno de su hipnótica Opus tenebraeValhalla Rising.

Refn es un verdadero sensualista de la imagen y sus últimas cuatro películas son prueba irrefutable de ello: cuatro historias completamente supeditadas a la creación de una atmósfera; a la transmisión de sentidos primarios, instintivos, pero profundamente potentes en la mente del espectador. Es precisamente esa obsesión estética, que prima siempre por encima del ámbito narrativo de sus filmes, la característica que ha convertido al director danés en uno de los autores que más dividen a la crítica contemporánea, reviviendo una y otra vez el absurdo debate de la forma contra el fondo. Pedirle a Refn un argumento complejo o “redondo” –sea lo que sea que eso signifique– es negar el poderío de su diseño atmosférico. Es como desechar un Rothko porque el lienzo no nos expone una historia clara.

The Neon Demon es una piezae notable que consolida el atípico estilo estético y narrativo que Refn ha fundado durante la última década: una mezcla de géneros que bien podría bautizarse como Neon-noir-gore, que cada vez obtiene más adeptos y copistas.

En esta ocasión Refn lleva su manifiesto estético un peldaño más arriba en la escalera de la hiperestilización, al exponer con una rimbombancia que roza la autoparodia su visión sobre el mundo de la moda: un mundo que para el director danés no es más que una jungla despiadada donde la belleza es el máximo depredador.

Es precisamente en esa jungla que debe desenvolverse el personaje de Elle Fanning, una niña de dieciséis años que pretende tener diecinueve, y que poseé el raro don de la belleza natural: “a diamond in a sea of glass” replica el diseñador Sarno, quien funge como fuente de aforismos filosóficos sobre la posición de Refn en torno a la belleza física. Sin embargo, el camino de Fanning no será fácil, y la pérdida de la inocencia va de la mano de un éxito que obtiene a costa de las demás modelos. Los celos hacen su aparición, y con ello la brutal violencia –casi ritual– en la que Refn se regodea tal vez como en ninguna otra de sus cintas.

Pero más allá de la historia del filme –cuyo poder de síntesis me parece encomiable, a diferencia de la gran mayoría de críticos especializados que abuchearon el filme en Cannes– The Neon Demon es una experiencia audiovisual extraordinaria, que se filma desde la bandera kitsch del mundo de la publicidad fashion (¿hay algo más maravillosamente kitsch que las siglas NWR que flotan en los créditos iniciales del filme?) que gusta de saturar los colores al máximo, abusar de la brillantina en la piel, explotar una sexualidad impostada, e introducir animales salvajes como símbolo arquetípico de belleza y majestuosidad. Es desde esa trinchera visual casi histérica que Refn construye una brillantísima reflexión sobre los caminos de la estética de masas contemporánea, y sobre los horripilantes pilares sobre los que ésta se cimienta.

Mención aparte merece la alucinante banda sonora ensamblada por Cliff Martinez: compositor habitual de los filmes de Refn y uno de los músicos cinematográficos más talentosos en activo, quien en esta ocasión consigue crear una serie de lúgubres piezas sonoras que en conjunto con la imaginería propuesta por la fotógrafa Natasha Braier dan pie a momentos de belleza verdaderamente extraordinarios –véase la secuencia de la “demon dance“, o la sesión fotográfica con la pintura dorada–.

Digno heredero de Lars von Trier, en cuanto a su habilidad para generar polémica y división crítica, Refn ha conseguido insertar su visión contestataria y sin concesiones en el establishment fílmico actual. Ámenlo u ódienlo, da gusto ver a alguien con la capacidad de hacer lo que le venga en gana en este mundo tan ideológicamente restringido.