ernesto campos

28 de noviembre 2017
Por: Dulce Ahumada

Cada estadio, una historia

Guiado por su obsesión y formación periodística, Ernesto Campos , El Trotaestadios, ha visitado 250 recintos en todo el mundo.

Canchas deportivas de todo el mundo inspiran el espíritu nómada de Ernesto Campos “El Trotaestadios”.

Mientras camina por los 400 metros de la pista de carreras del Estadio Olímpico Universitario, Ernesto Campos observa las gradas desiertas y reconoce que la visión de un estadio vacío siempre lo conmueve: “No puedo evitar imaginar los gritos de la gente”.

Si las canchas hablaran, cuántas cosas contarían. Ernesto Campos ha dedicado buena parte de su vida a recorrer estadios de todo el mundo y a recoger sus anécdotas.

“Un estadio es un buen sitio para tener un padre. El resto del mundo es un buen sitio para tener un hijo”, dice Ernesto Campos —citando a Villoro—. Fue en 1987: su padre lo llevó a su primer juego, en el estadio Sergio Torres Rivera, en la ciudad de Usulután, en El Salvador. Él tenía siete años y aún no olvida esa primera impresión: el eufórico grito de la multitud cada que el balón se acercaba a la portería, cada que una jugada se concretaba, ese entusiasmo a manos llenas capaz de unir a patrias —y familias— enteras.

Estadios y cultura

El título de “Trotaestadios” no llegó a la ligera. A la fecha, Ernesto Campos ha recorrido 256 recintos de diferentes deportes en más de 30 países y cuatro continentes. Los estadios y lo que en ellos sucede han marcado su carrera. “He dedicado los últimos 10 años de mi vida a recorrerlos”, dice mientras camina por el Olímpico Universitario.

Hace dos años lanzó su primer libro a la venta; en él, documentó 50 de esos recintos. El mote lo obtuvo luego de que una colega periodista, al percatarse de que Ernesto había pisado más de 90 estadios en aquel entonces, escribiera un artículo sobre él: “Ernesto, chilango y trotaestadios”.

Al poco tiempo, surgió la oportunidad de contar con un espacio en un programa deportivo y Ernesto aprovechó para convertir su apodo en profesión. Tituló su sección como El Trotaestadios y, en cada emisión, intentó llevar de la mano al televidente por algún estadio del mundo.

“Me gusta contar una historia de cada lugar a toda la gente que, por cuestiones económicas o de logística, no puede visitar”, señala.

Conocer un estadio no implica solo saber qué juegos se han llevado a cabo en él, sino entender su contexto histórico y social. “En el estadio de Santiago de Chile, la puerta ocho era un lugar de ejecución de personas, lo mismo que en el Estadio Olímpico de Berlín durante la Segunda Guerra Mundial”, asegura.

Además de documentar la historia de cada lugar, Ernesto debe investigar también la cultura del país donde se encuentra. Esto le permite detectar ciertos matices en las formas en que las naciones viven los deportes.

“En Japón, la gente va a ver la lucha libre en completo silencio. Tengo varios amigos dentro del ambiente que dicen que escuchan a la gente toser cuando están en el ring”.

Números de la suerte

Cabello castaño y relamido, 38 años, Ernesto Campos es consultor de marketing y ha sido periodista deportivo en Televisa Deportes Network, esto facilitó su misión de recorrer, uno a uno, todos los estadios del mundo.

Hoy, como si fuera una enciclopedia humana, Ernesto comienza a soltar datos, fechas, anécdotas sobre el Estadio Olímpico Universitario, sobre el cual camina. Que es Patrimonio de la Humanidad, que fue sede de las Olimpiadas de 1968, que su pebetero fue el primero en ser encendido por una mujer en la historia del olimpismo mundial. Después de un silencio burlón, Ernesto añade un dato curioso: antes de que se construyera el Estadio Azteca, este recinto cobijó al América, “aunque les duela a los aficionados”.

Fue aquí también, dice, donde compitió el último mejor corredor de la historia: John Stephen Akhwari. “Llegó cojeando, con lesiones, y mucho tiempo después dijo que su país no lo había enviado a México para comenzar una carrera, sino para terminarla”.

Ernesto confiesa que él mismo llegó a jugar futbol; no era muy bueno, fue su padre quien le recomendó dedicarse a la escuela. Además del soccer, también es aficionado al futbol americano, el beisbol y el atletismo. “Me gusta correr, en este estadio corrí en el 2013, retomando la ruta olímpica del 68 que comenzó en la Alameda Central”.

En esta ocasión, Ernesto no corre por la pista, camina sobre ella dando la espalda a la puerta de acceso número ocho. Parece algo habitual para él recorrer este lugar, como si supiera de memoria sus pasos. Esta es la casa de sus favoritos, los Pumas; por eso porta con orgullo la playera blanca del equipo en cuya espalda tiene grabado su apodo con letras mayúsculas: “Trotaestadios”, además del 79, su número de la suerte.

“El 7 es el número de Emilio Butragueño y el 9 es el de Hugo Sánchez, mis héroes. Desde niño crecí viendo futbol con ellos. Butragueño fue quien me dio mi diploma de mi maestría en gestión de entidades deportivas, que estudié en España. A Hugo Sánchez lo llegué a entrevistar para GQ”.

En 2015, Ernesto ganó el Premio Nacional de Locución por su sección de estadios transmitida por radio. Dentro de los planes de Ernesto se encuentra lanzar la segunda parte de su libro, con 50 nuevas historias. Para el 2018 proyecta estar en Rusia y, además de visitar los estadios de la mano de su padre, también lo hará en compañía de su pequeño hijo.

Numeralia

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