120 latidos por minuto

Foto: cortesía

11 de diciembre 2017
Por: Oscar Uriel

Entrevista con Nahuel Pérez sobre 120 latidos por minuto

120 latidos por minuto, filme dirigido por Robin Campillo nos recuerda cómo un grupo de jóvenes luchó contra los prejuicios y la ignorancia.

En 120 latidos por minuto es París a finales de los años 80 y la gente empieza a morir a causa del sida. El movimiento ACT UP busca mostrar que esta enfermedad se ha convertido en una epidemia que necesita legislación, investigación médica y tratamiento; pero luchar contra los prejuicios y la ignorancia no será fácil. Nahuel Pérez, en su rol de Sean Dalmazo, ofrece una osada interpretación como miembro de esta agrupación. Brilló en la pasada edición del festival de Cannes y se ha convertido en una joven estrella a seguir.

Platicamos con él sobre los movimientos sociales actuales y los de hace tres décadas, protagonizados por chicos que luchaban literalmente por sus propias vidas.

¿Qué opinas de que las historias de la década de los 80 sigan vigentes? Pareciera que no hemos evolucionado mucho como sociedad…
Hay matices y cambios, pero seguimos viviendo el mismo contexto. Aunque hay que reconocer que la película gusta y conmueve tanto porque está abordada de una manera casi atemporal. La historia ocurre de una forma presente. Nos coloca a los personajes con su urgencia en un tiempo real.

¿Crees que las nuevas generaciones están realmente comprometidas con su entorno social?
Los jóvenes de la película estaban involucrados con el movimiento porque prácticamente se estaban muriendo. Era una lucha descarnada. Los militantes de ACT UP estaban condenados no solo a morir, sino también a luchar. No había opción y estaban completamente solos, sin el apoyo del Estado. Hoy en día las manifestaciones tienen que ver con la afectación directa a tu bolsillo o a tu salud. Es peligroso generalizar, pero en Argentina así funciona. La empatía está poco desarrollada y rara vez nos ponemos en el lugar del otro.

¿Crees que el ser artista conlleva un compromiso social?

No necesariamente. Son cosas que pueden ir de la mano. Yo, cuando actúo, no tengo ningún tipo de responsabilidad política. Como intérprete, puedes estar involucrado en proyectos que conmuevan en un lugar más político; sin embargo, creo más en formar parte de historias que se alejen del maniqueísmo y que impresionen al espectador, que te cuestionen tu lugar en el mundo. Generar preguntas a través de tu trabajo también puede ser político.

Cuando ves 120 latidos por minuto hay una sensación de que lo que estás viendo es real…

No es una ilusión. Robin (Campillo, director) formó parte de ACT UP. Lo vivió todo. También el productor y el coguionista fueron testigos del movimiento. Entiendo lo que dices, pero déjame decirte que todo estaba escrito en el guion. Las tareas escénicas estaban claramente marcadas. Hubo poco lugar para la improvisación, aunque se manifieste lo contrario en pantalla.

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