MƒXICO, 05MARZO2011.- En el Museo del Juguete Antiguo MŽxico (Mujam), se encuentra una exposici—n permanente de Juguetes Mexicanos de la ƒpoca de Oro (1900-1970). El museo se encuentra ubicado en avenida Dr. Olvera nœmero 15 colonia Doctores.
FOTO: MISAEL VALTIERRA/CUARTOSCURO.COM

El Negro de Salón Colonia

Ciudad
Por: Tamara de Anda

Es una maravillosa locura que en México viva el más grande coleccionista de juguetes del mundo: Roberto Shimizu. Su acervo, que también incluye objetos relacionados con la cultura popular mexicana del siglo XX, tiene más de un millón de piezas, de las cuales una pequeña fracción está exhibida en el lugar más alucinante de la Ciudad de México: el Museo del Juguete Antiguo de la colonia Doctores.

Cada visita a este lugar es un delirante viaje por los años dorados de la industria del entretenimiento en México. De todo el recorrido, hay una pieza que es imposible perderse, empezando porque es la más grande: el Negro del Salón Colonia. Esta enorme máscara es una de los pocos ejemplos de escultura art deco que existen en el país… ¡y pensar que estuvieron a punto de tirarla a la basura!

El Salón Colonia fue un establecimiento de la colonia Obrera que, por más de 80 años, reunió a la comunidad danzonera de la ciudad. En el escenario principal estaba el gigantesco rostro caricaturizado del negro, en cuya boca se colocaba el piano de la orquesta que musicalizaba el lugar. La obra hoy provocaría muchísimas amonestaciones del Conapred, pero en los años 20 nadie la hacía de tos aunque fuera claramente racista.

El Colonia tuvo que cerrar a principios de los dosmiles porque ya no les salían las cuentas. Cuando lo estaban desmantelando e iban a vender la máscara como fierro viejo, alguien le pasó el pitazo a Shimizu, que luego luego fue a rescatarla. La encontró el relativo buen estado, aunque ya le habían raspado el diente dorado porque creyeron que era de oro. Incluso logró reparar el mecanismo que hacía que sus ojos se movieran, lo cual es altamente terrorífico.

Salió más caro transportarla y adaptar el espacio donde la tendría (tuvo que tumbar paredes y pisos) que la máscara en sí, pero valió la pena. Hoy es el emblema del lugar más excéntrico de la CDMX.