Una fábula sobre la corrupción

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La podredumbre del submundo mexicano es alegorizada en El paraíso de las ratas, el nuevo libro ilustrado que hicieron el poeta y ensayista Luigi Amara y el historietista Trino Camacho

El bar Paraís fue establecido en el subsuelo y podría asemejarse a ciertos locales enterrados en la zona roja de un barrio sin nombre. Allí se ofrecen vasos de aguamiel y huesos de aceituna que fueron degustados antes por los humanos de la superficie. Al letrero de neón que está en la entrada le robaron la O, último signo de su nombre original: Paraíso. Las ratas son las responsables de dicha mutilación, pero ellas atienden el bar, y ellas también asentaron una urbe cuya simiente son las aguas negras. Esta tierra cloacal, sin héroes, en la que todo está permitido, es donde vive Esquivel, quien investiga la desaparición súbita de sus nueve hermanas, una camada de ratas albinas. Su búsqueda lo llevará al departamento de un exterminador profesional, a una sentencia de muerte, a la verdad detrás de acuerdos turbios que sostienen a su sociedad y al contacto con personajes feroces, extravagantes, desleales y sin escrúpulos: Rafia, Ratatatá, Dr. Plasma y el Gran Topo, roedores envueltos en vidas dobles, maltratados, sobrevivientes a experimentos en el supramundo, tiranos o prisioneros en jaulas de mascotas.

Todo sucede en un punto del mapa que quizá se encuentra en el Centro Histórico: al adentrarse en los perímetros ficticios del mundo exterior se podrá ver un barrio chino, oficinas gubernamentales y trenes del Metro a los que los muros separan de la otra vida subterránea.

A grandes rasgos, estas son las líneas argumentales de El paraíso de las ratas (Sexto Piso), tercer libro infantil del poeta y ensayista Luigi Amara, y el segundo que realiza en colaboración con el caricaturista Trino Camacho.

“La idea era hacer una especie de fábula del sistema corrupto en el que vivimos desde hace décadas”, cuenta Amara. “A través del desdoblamiento de seres que asociamos con lo repugnante, lo esquivo y lo sucio hice un reflejo del mundo que nos ha tocado vivir; quería que la cloaca y el submundo de las ratas fuera, al mismo tiempo, espejo y continuación de la sociedad humana: toda nuestra podredumbre concentrada en la idea de entender al otro, siempre como un medio, como la ocasión de aprovecharse y sacar una tajada para obtener algo sin importar que el resultado final sea atroz. Esa era la intuición inicial, de modo tal que un problema, una práctica tan extendida, por lo menos en nuestro país y no solo en él, fuera puesta sobre la mesa frente a los lectores más jóvenes”.

Esa misma intuición —la de plantear el secuestro, la tortura y el engaño bajo los formatos de la literatura infantil— llevó a los autores a decidir que un libro ilustrado era lo más viable.

En un principio, Luigi y Trino querían que el libro se publicara durante la temporada electoral de 2018; el objetivo era criticar con pertinencia a uno de los sistemas más arraigados de México. Al respecto, Trino dice que “la corrupción forma parte de nuestra vida sin darnos cuenta. O quizá sí la vemos y la dejamos pasar. En ese sentido, y con las ratas como protagonistas, el libro funciona como una alegoría de nuestra época”.

La mente creativa detrás de Crónicas Marcianas tardó seis meses en ilustrar el manuscrito y su mayor reto fue la sordidez de la historia, una característica que no se halla en Los calcetines solitarios. Una historia sobre bullying, el otro libro que hizo con Amara. La sordidez también fue el pretexto para que Trino le diera vida a una cara diferente. Como si se tratara de un ritual o un fetiche, trabajó con una pluma que le enviaron desde Japón y el estilo que eligió no fue el de los cartones diarios: sus dibujos tomaron una forma más extraña y obedecieron a necesidades experimentales latentes en sus bocetos y grabados.

“En El paraíso de las ratas, la esencia del cuento infantil se dirigió hacia algo sórdido”, cuenta Trino, “por esta razón también modifiqué un poco mi línea; así dibujo habitualmente, pero mis lectores ya se acostumbraron a un estilo que no voy a cambiar”.

Entonces, pese a trabajar con ciertos personajes fijos, la obra de Trino ha evolucionado, y parte de esta exploración se manifiesta en el libro. Existe un puente entre sus ejercicios y la libertad creativa que alcanzó en su dinámica con Luigi (“las líneas ajenas a lo convencional de mis tiras cómicas”). Hay, por ejemplo, recuerdos de las historietas de Heavy Metal y guiños muy sutiles a Topo Gigio que podrá ver un lector perspicaz.

“Este libro, en particular, también abreva de una cultura popular que ha hecho de las ratas su personaje”, explica Amara, también autor de A pie e Historia descabellada de la peluca. “A veces, en los cómics, las películas y la literatura escrita, las ratas abundan como figuras edulcoradas, casi animales de pedigrí. Yo quería que fuera al revés, que las ratas mantuvieran ese perfil escalofriante, repugnante, hostil y peligroso que ha inundado nuestra imaginación; quería que fueran un reflejo del mundo humano. Así, cuando alguien se cruza en la calle con una rata y siente repugnancia, yo quería que cuando las ratas se cruzaran con un humano sintieran asco hacia nosotros”.