Damon Albarn: el jugador más valioso

Opinión
Este miércoles, Gorillaz cerró gira en la CDMX. Al frente del proyecto está un tipo que, con el paso de los años, no pierde ni brío ni calidad: el gran Damon Albarn. Rindámosle tributo

Este martes 23 de octubre apareció en todas las plataformas musicales una nueva canción de The Good, The Bad and The Queen llamada “Merrie Land”, terminando con un larguísimo silencio de 11 años. Se trata del supergrupo que comanda Damon Albarn, su proyecto adulto, en el que hace música tranquila y profunda al lado de personas de su edad o mayores, como Simon Tong, guitarrista de The Verve; Paul Simonon, el excelente bajista de The Clash, y Tony Allen, quien durante muchos años tocó la batería en la banda del maestro del afrobeat, el gran Fela Kuti. La producción, por si fuera poco, está a cargo de Tony Visconti, el productor más cercano de David Bowie. A pesar del cartel de todos los involucrados, no es el proyecto más exitoso o reconocido de Albarn. Solo es otra válvula por la cual da salida a sus inquietudes musicales.

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A mediados de los años 90, nada indicaba que Albarn fuera a hacer una carrera tan longeva y tan impredecible como la que ha hecho. En aquellos tiempos era líder de una agrupación particularmente popular entre los adolescentes ingleses, Blur. Era una estrella muy brillante del pop alternativo. Sostuvo una feroz lucha en contra de Oasis que, aparentemente, perdió. La de los Gallagher se convirtió en la banda más popular del Reino Unido y Blur quedó relegada a un doloroso segundo lugar. Sin embargo, esa derrota fue fundamental, me parece, para que Albarn se liberara como artista: empezó a hacer música a veces más experimental, a veces más oscura, a veces más interesante. Y se dio a la tarea de buscar otros caminos, con otros colaboradores, con otras influencias.

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Uno de esos proyectos fue Gorillaz, una banda virtual para el nuevo milenio, en la que sus personajes animados se volvieron mucho más famosos que los músicos que estaban detrás de ellos. Musicalmente le ayudó a Albarn para dejar atrás eso que se conocía como britpop para experimentar a sus anchas con la electrónica, el hip hop y música de diferentes rincones del mundo. El público recompensó su capacidad de transformar su ambición artística en canciones pegajosas, convirtiendo a Gorillaz en el producto más exitoso de su currículo, que dos décadas después sigue haciendo música brillante.

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Después hizo un par de bandas más (The Good, The Bad and The Queen y Rocket Juice), montó un trío de óperas, escribió bandas sonoras, viajó a África donde hizo el fantástico Mali Music en apoyo a Oxfam y, años después, el Maison des Jeunes en otra excursión a ese continente. En el 2014 nos mostró un disco hermoso y muy personal, su primero en solitario, Everyday Robots. No menciono otros de sus trabajos por falta de espacio. Pero todo lo que ha hecho es simplemente impresionante.

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Por eso creo que ayer, el Palacio de los Deportes recibió a una leyenda viva de la música. A un tipo que lo ha conseguido todo. Y que a sus 50 años no parece detenerse ni dormirse en sus laureles. Al contario, cada vez luce más inteligente, más talentoso. Se merece cada aplauso que le dimos.