La resurrección de Chavela

Opinión
Finalmente, llega a nuestros cines Chavela, documental imperdible —lo digo en serio— sobre una de las figuras más fascinantes de la música mexicana. Es francamente conmovedor.

Escucho a Chavela Vargas y pienso en Howlin’ Wolf. También pienso en el Camarón de la Isla. Y es que Chavela es blues sin proponérselo. Es, también, cante jondo. Estamos hablando de músicas que han logrado capturar el sonido del alma herida. Es además una de las grandes figuras de la música mexicana, y ahora hay un nuevo documental que se exhibe en los cines de nuestra ciudad —en algunos, ya saben como está castigada la distribución y la exhibición de todo lo que no sea Hollywood— en estos días.

“Chavela es blues sin proponérselo. Es, también, cante jondo”

La cinta, llamada simplemente Chavela, es una introducción perfecta para quien no conoce a esta intérprete legendaria. Retrata, de manera bastante clara y lineal, su vida y obra. Desde su nacimiento en el seno de una familia ultraconservadora en Costa Rica hasta los últimos días de su existencia, en los que el mundo había caído rendido a sus pies, en buena medida gracias a la promoción que le hizo el más notable de sus entusiastas, el cineasta Pedro Almodóvar, que no solo incluyó canciones de Chavela en sus cintas, sino que operó como una especie de mánager —quizá sin comisión— durante su triunfal excursión europea.

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¿Por qué cantaba así Chavela Vargas? Creo que el documental brinda muchas claves para entender su arte. Esa voz desgarradora, con notas de desasosiego, no es producto de la casualidad o de la deliberación. Proviene de un lugar muy doloroso, es el resultado de muchos años de rodar y rodar. Estuvo en lo más alto y en lo más bajo, la suya fue una vida de contrastes: pudo ser amante de mujeres tan sobresalientes (por su belleza) como Ava Gardner o (por su arte) Frida Kahlo y triunfar en algunos escenarios importantísimos que no pisa cualquiera, pero también sufrió alcoholismo severo, padeció a una sociedad conservadora que nunca aceptó plenamente su preferencia sexual, e incluso durante algún tiempo vivió con una precariedad extrema que no suele corresponder a una artista de su magnitud.

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La vemos en el escenario, en plenitud de poderes, cautivando a miles de personas con su voz y un par de guitarras de acompañamiento. Canciones desnudas capaz de desarmar a cualquiera. También nos muestra a la Chavela seductora, sin restricciones, inteligente, con un sentido del humor afilado, repartiendo sabiduría, pero sin ocultar sus defectos o su lado oscuro. En ese sentido, es una representación multidimensional que podría ser muy similar a la realidad, aunque eso solo lo sabrán quienes la conocieron de cerca.

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El documental, que cuenta con magnífica factura, tiene como columna vertebral una serie de entrevistas inéditas realizadas 20 años antes de que muriera. A eso, las directoras Catherine Gund y Daresha Kyi le han sumado imágenes de archivo y testimonios de quienes la conocieron como artista, como ídolo, como amiga y como amante. Me resulta particularmente fascinante el testimonio del hijo de José Alfredo Jiménez, que relata con mucho detalle la amistad intensa y fructífera que sostuvo con su padre: juergas de días en El Tenampa, complicidad artística y un amor profundo.

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Vayan a verlo. Incluso si no les interesa su música. Es una historia bellísima sobre cómo hacer las cosas bajo nuestros propios términos, sobre este país y sus contradicciones, y sobre la posibilidad de recobrar lo perdido.