La capital está a la vanguardia en la procuración y protección de derechos de los colectivos LGBTIQ+, aunque en la vida diaria muchxs quedan fuera de los avances legales
Por Jonathan Silva*
En febrero, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que “México es un país que está de moda”, refiriéndose al aumento de visitantes internacionales en comparación con años anteriores. Pero también sabemos que esta “moda” se refiere al fenómeno de migración que se manifiesta como un efecto de la pandemia que aún se vive en el mundo. Desde hace más de 10 años, pero sobre todo en los últimos cinco, la CDMX ha vivido procesos de transformación urbana que han impactado en la vida cotidiana de lxs chilangxs.
México ha sostenido una política de hospitalidad desde hace décadas. Sin duda, el país y su capital son reconocidos a nivel internacional por esta visión que se traduce en posibilidades de vida para personas en situación de desplazamiento forzado o que encuentran aquí ofertas legales, políticas, culturales y sociales que les acogen y reciben.
Sin embargo, es importante cuestionarnos si realmente lo atractivo de la CDMX radica en los derechos que puede brindar a todos, todas y todes. Más allá de lo controversial en torno a la gentrificación o las caravanas migrantes, se ha llegado a nombrar a la capital como un oasis para poblaciones de atención prioritaria que reconocen el compromiso y esfuerzos en la protección y promoción de derechos humanos, especialmente LGBTIQ+.
La lucha también migró
La CDMX ha sido un espacio de refugio para poblaciones queer y disidentes de todo el país y, recientemente, de otros países. Tiene una larga historia de activismos y contracultura, además de una escena artística y académica que lucha por incluir y normalizar los discursos sobre género y sexualidades. Teóricamente, suena y se lee como ese oasis de derechos, pero ¿en la práctica se vive así?
A diferencia de algunos países de Centro y Sudamérica o entidades conservadoras de Estados Unidos, la CDMX ha estado gobernada por plataformas progresistas desde los años 90, con una fuerte tradición de políticas públicas orientadas a los derechos humanos. Esto ha generado instituciones y programas específicos para la población LGBTIQ+ como clínicas especializadas, albergues, refugios y programas de inclusión laboral.
Platiqué con Rosie y Javier, quienes son parte del programa de acompañamiento psicosocial de Casa Frida (refugiolgbt.org), un refugio para personas LGBTIQ+ que han sido expulsadas de sus lugares de origen por su orientación o identidad sexual. Rosie es una mujer trans que viene de Venezuela y Javier se identifica con los pronombres él y elle, nombrándose gay y orgullosamente guatemalteco.
“La cultura mexicana es un poco más abierta, en esta ciudad hay personas que no siguen el mismo ritmo tuyo, incluso si eres parte de la comunidad LGBTIQ+, pero no son, no somos tan señaladas como en otros países. Yo vengo de otro país, de Venezuela, y es un país muy homofóbico a diferencia de México, aquí si tienes muchas oportunidades, hay de todo; creo que no tanto en la comunidad sino en cualquier ámbito artístico en el que tú quieras hacer y emprender, que es muy, muy, satisfactorio”, comenta Rosie.
Por su parte, Javier relata que la CDMX le ha abierto las puertas tanto en aceptación como en desenvolvimiento social. “No me he ocultado ante nadie y he sido feliz con mi sexualidad y para andar en la calle libremente sin que la gente me juzgue, eso es lo que más me gusta”.
Aunque la recepción en términos de aceptación social ha sido importante para ellxs, sus historias de desplazamiento no sólo tienen que ver con su orientación o disidencia. Los factores que les llevaron a migrar son más complejos.
La hospitalidad política que México y la CDMX ofrecen está atravesada por varias luchas como los feminismos, la descolonización, el racismo y la migración, por lo que, para muchas personas racializadas del sur del continente, sí hay una diferencia en nuestro país comparado con sus lugares de origen. Sin embargo, llamarlo oasis o exaltar estos derechos logrados por las luchas de varias décadas no es suficiente.
Detrás del arcoíris
“Hay que reconocer que, si bien existe esta apertura, hasta la fecha vemos que no está necesariamente funcionado del todo en la vida diaria de muchas personas; la CDMX sigue siendo una ciudad con mucha violencia, con mucha discriminación, a pesar de que hemos tenido unos avances legales muy fuertes”, acota Ricardo Baruch, presidente de la Asamblea de Conapred.
Rosie considera que la CDMX sí brinda oportunidades, aunque puntualiza: “El problema de nosotras, las chicas trans, es el proceso legal. Si eres migrante, creo que se te va a hacer muy difícil, se dificulta un poco más. En mi experiencia, el conseguir un trabajo digno se hace un poco extremadamente difícil, el conseguir vivienda, el conseguir rentar, porque aquí en México me parece que es un poco complicado”.
Y para Javier vivir con un diagnóstico de VIH le ha hecho sentirse marginado aún sabiendo que la discriminación por VIH está prohibida en la CDMX. “Puedes tener un trabajo y cuando les dices tu situación, algo cambia o de inmediato te corren”, comenta.
Las personas que pertenecemos a los colectivos LGBTIQ+ y vivimos en la CDMX contamos con derechos, programas y accesos que establecen vidas vivibles, pero no es así para todas, todos y todes. Pensar la CDMX como un remanso de paz para las disidencias se vuelve un acto irresponsable y sesgado que excluye a muchas personas que se enfrentan a la violencia de un sistema que sólo puede acogerles en papel.
La discriminación por orientación sexual e identidad de género está prohibida constitucionalmente y el matrimonio igualitario es legal en todo el país. Además, muchos estados reconocen la rectificación de la identidad de género en los documentos legales
- 5 millones de personas mayores de 15 años en México se autoidentifican con una orientación sexual o identidad de género LGBTIQ+, según el INEGI
- 9 entidades concentran la mitad de la población LGBTIQ+: Edomex, CDMX, Veracruz, Jalisco, Nuevo León, Puebla, Guanajuato, Chiapas y Oaxaca
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*Texto adaptado para Chilango Diario