Estos ecosistemas sirven como un amortiguamiento natural ante los impactos de la urbanización
Al poniente de la Ciudad de México persiste un valioso ecosistema, una particular forma de relieve esencial para el ciclo del agua. Se trata de un sistema de barrancas contenido en cuatro alcaldías principalmente (Miguel Hidalgo, Cuajimalpa, La Magdalena Contreras y Álvaro Obregón), que a su vez conforman la Sierra de las Cruces, formación geológica de más de 1.8 millones de años de antigüedad.
La presencia abundante de árboles altos en esta zona retiene el agua de lluvia, lo que evita la erosión y permite que el agua se infiltre al subsuelo. Esto a su vez alimenta la recarga del acuífero.
Otra aportación del ecosistema de barrancas es que, gracias a su cobertura forestal, mantienen la humedad, regulan la temperatura y proveen de oxígeno, formando con ello un amortiguamiento natural ante los impactos de la urbanización que velozmente devora los verdes paisajes que heroicamente resisten al poniente.
Las barrancas mantienen una interrelación entre sí, ya que todas forman parte de alguna subcuenca, lo que significa que pertenecen a una cuenca más grande. Por tanto, todo daño o alteración en cualquier barranca afecta de alguna manera a las demás. Estos afluentes que desembocaban en los grandes lagos de la cuenca de México, ahora lo hacen en presas, sistemas de retención que regulan las inundaciones.
Según datos de la Secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema), se han identificado 44 barrancas en la ciudad, aunque se estima que existen más de cien. Para construir un manejo adecuado de este tipo de ecosistemas existe un instrumento de gestión que contempla a los bosques urbanos, como el de Chapultepec, y a las barrancas, a las que define como Áreas de Valor Ambiental (AVA).
Actualmente existen 27 barrancas en la ciudad bajo esta declaratoria, lo que representa un primer paso para su conservación y también para su restauración, es decir, revertir en lo posible el daño que se ha hecho por la acción humana.
La alcaldía con mayor presencia de barrancas es Álvaro Obregón, que cuenta con trece, siendo las más conocidas la Barranca de Tarango y la de Mixcoac. Le sigue Cuajimalpa con diez y Miguel Hidalgo con cuatro, de las que las barrancas Barrilaco y Dolores se encuentran integradas dentro de la declaratoria del Bosque de Chapultepec. Finalmente, La Magdalena Contreras cuenta con dos catalogadas como AVA: Anzaldo y La Coyotera.
Entre el olvido y el descuido
La importancia de las barrancas como ecosistema es muy poco reconocida socialmente, lo que ha devenido en su deterioro y olvido. Sus suelos han sido urbanizados y sus laderas usadas como drenajes a cielo abierto, tiraderos de cascajo y todo tipo de basura, situación que se ignora hasta que las inundaciones en las partes bajas durante la temporada de lluvias hace evidente su descuido.
La devastación de su cobertura forestal ha dejado grandes extensiones de suelo sin árboles ni vegetación, lo que evita la retención de agua y provoca cauces cada vez más grandes, mismos que al verse obstaculizados por las grandes cantidades de basura termina por producir inundaciones ante la imposibilidad de encontrar salida.

Su utilización como vertederos de drenaje genera contaminación al suelo, lo deteriora y reblandece, lo que a la larga provoca deslizamientos, derrumbes y fracturas en las viviendas que se encuentran asentadas sobre sus endebles lìmites.
La falta de control sobre el crecimiento urbano ha provocado daños que quizá ya sean irreversibles, sin embargo, algo alarmante también es el riesgo que corren las personas que habitan ahí.
“Mis vecinos ya desocuparon su vivienda en febrero, su casa ya tiene cuarteaduras. Cada año la lluvia lo deslava más, ya ha habido derrumbes e incluso murió un vecino. Tenemos miedo de que esto un día simplemente se derrumbe con cualquier lluvia. Por las noches cualquier ruidito de una piedra que cae, me despierta y ya no puedo dormir, vivo pensando que todo se va a caer”, denuncia un habitante que lleva viviendo más de 30 años en los límites de la Barranca de Atzoyapan, el pueblo de de San Mateo Tlaltenango de la alcaldía Cuajimalpa.
Ninguna obra es suficiente para el daño ya hecho
Las soluciones técnicas que se han dado para tratar el problema de los drenajes vertidos sobre las barrancas son los colectores marginales. Estos son construcciones subterráneas que conducen las aguas contaminadas para evitar que se mezclen con los ríos.
En el caso de las barrancas, aun cuando ya no existen ríos o cuerpos de agua que proteger, el encauzamiento de las aguas contaminadas evitaría la contaminación del suelo. Sin embargo, ninguna obra de mitigación es permanente pues la urbanización no se detiene.
La atención a las barrancas debe ser pensada a nivel de cuenca, esto es, como un ecosistema interconectado y no fragmentado. Hay que considerar la restauración y conservación de las partes altas, entender que el agua no conoce límites políticos y que los problemas que se generan en un territorio impactan en otros.
Caminar por las barrancas es transitar entre la fortaleza de la naturaleza y la indolencia. En una ciudad que ha cedido sus bosques por concreto, las barrancas son una posibilidad viva de reconciliar nuestra relación con el agua.
Si has sido testigx de malas prácticas en el manejo de residuos sólidos en las barrancas puedes denunciarlo a la Sedema enviando un correo a [email protected]
- 27 barrancas de la CDMX han sido decretadas como Áreas de Valor Ambiental: 2 forman parte del Decreto del Bosque de Chapultepec y 10 cuentan con programa de manejo
- La barranca de Tarango es la más grande del sistema de barrancas de la CDMX; tiene una superficie de 280 hectáreas