El último tabú de la maternidad: madres arrepentidas

Por: Redacción
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Es un tema escondido pero que debe ponerse en la mesa del debate: idealizar la maternidad no ayuda a comprender un fenómeno tan complejo y lleno de carga emocional

Por María Antonieta Barragán*

“Jamás tuve el deseo ni las ganas de tener hijxs. Siempre estuve consciente de que si los tenía me iba a ir mal y así fue. Después de muchos años de casada y de millones de excusas para evitarlo, antepuse los sentimientos de mi marido y mi familia antes que los míos y ahí empezó la caída libre hacia el desastre.

“Hoy tengo un hijo de cuatro años y no hay un solo día en que no me arrepienta de haber tomado esa decisión. Me fallé. Hago mi mejor esfuerzo por ser buena madre pero estoy muriendo por dentro. No todas las mujeres nacimos para ser madres, pero el mundo cree que así es”, escribió Catalina en un foro de internet.

En ese espacio alrededor de 600 madres hispanas anónimas hablaron de insatisfacción, infelicidad, incomprensión, desasosiego, inconformidad, ansiedad, depresión, culpabilidad y lo que se guarda en el armario: arrepentimiento de ser madres. Era delirante la cascada de confesiones, porque se dieron cuenta que había cientos de mujeres que sentían lo mismo. 

Un hilo conductor las hermanaba aunque pareciera una contradicción: amaban a sus niñxs pero no querían ser madres. Y lo más desolador de leerlas era que todas sabían que estaban destinadas al silencio, a mantener las apariencias y a resignarse. El diario francés Libération ha calificado esta situación como “el último tabú” de la maternidad. 

Es un tema escondido, sumido en un pozo oscuro y sórdido. Nadie se atreve a hablarlo, o nadie se había atrevido a abordarlo hasta que en 2016 la socióloga israelí Orna Donath publicó el libro #madres arrepentidas. Puso el dedo en la llaga, pero también abrió el debate en más de 15 países, porque en su investigación se exponían los testimonios (anónimos) de 23 mujeres judías. No fue una discusión tersa ni empática, al contrario, generó violencia digital y críticas devastadoras.

Lo que había mostrado Orna era un sistema patriarcal que sometía a sus mujeres a una maternidad obligada. Un destino manifiesto que no debía ponerse en duda y que utiliza la maternidad para amurallar a las mujeres y debilitarlas en su libertad y autonomía. No hay muchas investigaciones al respecto, no es fácil encontrar mujeres que se atrevan a contar sus historias, viven con el temor al linchamiento, el juicio colectivo y el desprecio social (o de sus hijxs). 

Entre esos pocos casos donde alguien se ha atrevido a alzar la voz está la cantante y compositora inglesa Lilly Allen. Expuso su sentir durante una entrevista de radio el 12 de marzo de este año; ahí confesó cómo sus planes profesionales se alteraron con la maternidad:

“Realmente nunca tuve una estrategia en lo que respecta a mi carrera, pero sí, mis hijas arruinaron mi carrera. Las amo y me completan, pero en términos de estrellato pop, lo arruinaron por completo”. Eso desató todo tipo de malos comentarios y cancelaciones. Las muestras de apoyo fueron las menos, pero sí existieron menciones en defensa de la artista, algo impensable hasta hace algunos años.

Escarbar en el lado oscuro de la maternidad significa aceptar que el “instinto materno” como componente biológico no es común en todas las mujeres y eso resquebrajaría una estructura social diseñada para que las madres cumplan un rol que, si bien es una fuente de gratificación, placer, alegría y estabilidad emocional, también puede convertirse en una pesadilla. Idealizar la maternidad no ayuda. Las mujeres jóvenes deben tener la oportunidad de evaluar por qué tener hijxs, incluso, no tener que dar explicaciones: simplemente el “no quiero” debería bastar.

Sin juzgar paternidades

En esta línea de juzgar a las mujeres que no tienen hijxs está la situación que durante décadas ha vivido la actriz Jennifer Aniston, quien en 2016 escribió un artículo en The Huffington Post evidenciando cómo se sigue perpetuando la noción de que las mujeres están incompletas si no tienen pareja, no están casadas o no tienen hijxs. Mientras las mujeres viven esta inquisición, los hombres jamás se ven cuestionados o acribillados por no ejercer la paternidad.

*Texto adaptado para + Chilango