La pintora mexicana cobra vida en recorrido sensorial por su historia biográfica, arte y pasiones
Por Liz Basaldúa*
Al cruzar la entrada de Espacio Alter, algo queda claro: esto no es una exposición tradicional. Es un viaje sensorial de principio a fin. A lo largo de más de 2,000 metros cuadrados, la exposición inmersiva “Frida Kahlo: La vida de un ícono” propone algo más íntimo y honesto: conocer a la mujer, no a la leyenda.
Esta exhibición, que ha viajado por 20 ciudades y conquistado más de un millón de personas, se vive en 10 salas, cada una diseñada para contar un capítulo clave de la vida de Frida, y todo con tecnología, videomapping, realidad virtual, música original y piezas que únicamente están disponibles en México.
La primera sala nos lleva a 1922, cuando una joven Frida entra a la preparatoria como una de las pocas mujeres entre 2,000 estudiantes. Es aquí donde descubre la filosofía, la política y el amor. También es donde nace su carácter contestatario.
Después nos colocan unos lentes de realidad virtual. De pronto, estamos en un autobús. Llueve para ser testigos del choque que cambió su vida. El tranvía que la atropelló en 1925 y la dejó con múltiples fracturas cobra vida en una instalación delicada y poderosa. Una muñeca de porcelana que se rompe. Un tubo que atraviesa su abdomen. Un cuerpo frágil pero vivo. Es en esa cama donde, postrada, comienza a pintar. Es ahí donde nace la artista.
El altar que une la vida y la muerte
Llegamos a uno de los momentos más conmovedores: un altar de muertos reinterpretado según la cosmovisión de Frida. En el nivel del cielo, nueve velas guían el viaje espiritual. En la tierra hay frutas, pan, pinceles, colores y un corazón rodeado de enredaderas que simboliza su conexión con la naturaleza. En el inframundo, agua, sal y cenizas nos recuerdan que la muerte también es parte del ciclo. Es un momento para detenerse, para mirar y sentir. Para entender que para Frida la muerte no era final, era transformación.
En otra sala, la narrativa avanza hacia el amor: Diego Rivera, su compañero, su espejo, su dolor. Hay videomapping que envuelve el espacio mientras conocemos su relación, sus rupturas, su boda, su divorcio, su segunda boda, sus peleas, su lealtad. También vemos su maternidad frustrada, su dolor físico, sus obsesiones, su arte como catarsis. Escuchamos su voz. Sentimos su presencia.
Pero no es sólo Diego. Frida también amó a otros y a otras: León Trotsky, Chavela Vargas, Nickolas Muray, incluso tuvo un romance por cartas con el ilustrador Josep Bartolí. En las paredes, ilustraciones animadas y fotografías reales nos muestran una Frida que no pidió permiso para sentir.
El poder de Frida Kahlo
Otra de las salas, Simbología infinita, es un juego de espejos, luz y símbolos. Nos adentra en el universo visual de Frida: corazones expuestos, monos, espinas, columnas rotas. Aquí comprendemos cómo su iconografía no era decorativa, era visceral y autobiográfica.
Y en la última parte del recorrido, Frida se vuelve espejo. En La Rosita, una recreación de la pulquería a la que llevaba a sus alumnos Los Fridos cuando enseñaba en La Esmeralda, puedes dibujar tu propio autorretrato, escanearlo y verlo animado. También puedes entrar a un photobooth con IA que te “Fridaliza”: una obra generada con tu rostro, como si Frida misma te hubiera pintado.
La experiencia culmina en una pieza que es la cereza del pastel: una cápsula de realidad virtual de 10 minutos. Acostado junto a Frida en la cama, viajas por un mundo onírico inspirado en sus pinturas y fotografías. Todo flota, se transforma, duele, pero también resplandece. Si eres muy fan del arte y del personaje de Frida Kahlo, esta experiencia inmersiva te volará la cabeza.
¿Cómo llego?
Dónde: Espacio Alter (Laguna de Términos 260, col. Anáhuac)
Fecha: hasta diciembre de 2025
Horario: mié a lun, de 10:00 a 18:00 (cupos limitados por horario)
Costo: boletos desde $320
*Texto adaptado para Chilango Diario