Los procesos y trámites para una adopción familiar calan hondo, pero pueden tener un final muy feliz
Por Miriam Castillo*
Sofía y Pau son mamá e hija. No siempre fue así. Antes eran familia, pero no tan cercana. Cada quien vivía en su casa y Sofi no tenía que preocuparse mucho sobre qué días iba Pau a la escuela o qué talla de zapatos usaba. Pau no le decía mamá a Sofi y no sabía cuál era su color favorito. La historia de cómo se hicieron una familia con apellidos iguales la fueron construyendo durante varios años. Con mucho cariño, un poquito de suerte y muchos raspados de hielo en el camino.
Aunque sus trámites legales no tuvieron ningún impedimento, no hubo más familiares que pelearan la patria potestad de Pau y lograron sin problemas el consentimiento del padre biológico, tardaron al menos dos años en completar el trámite de adopción.
Sofía conoció a Pau desde que estaba en la panza de su mamá, Sandy, que era su prima por el lado materno. Cuando Sandy le dijo a Sofía que estaba embarazada, aseguró que era la más feliz. Recuerda mucho a su prima radiante y emocionada en ese momento. “Me dijo: ‘La vida me hizo un gran regalo. Ya no voy a estar sola nunca más’”.
Sofía contó esa anécdota en una mesa de restaurante mientras Pau comía helado en la silla a un lado. El embarazo y un par de años transcurrieron muy bien. Sofía viajaba y se visitaban constantemente porque Sandy y la niña vivían en Querétaro.
Pau creció, aprendió a caminar, a dejar los pañales y a balbucear primero y a hablar después. Sofía siempre estuvo cerca y era una compañera y cómplice que formaba parte del trío. El padre biológico de Pau nunca se hizo presente, pero puso su apellido en el acta de nacimiento.
Cuando Pau tenía tres años, Sandy enfermó. Le detectaron cáncer y se sometió a tratamientos para erradicarlo. Esa etapa no fue sencilla, Sandy tuvo algunas crisis y buscó tratamientos que resultaron bien al principio. En marzo de 2019, ya después de haber terminado con las quimioterapias, Sandy tuvo una crisis otra vez. Descubrieron que sus órganos presentaban fallas porque estaban desgastados por los tratamientos. Un día creyeron que tendrían una estancia breve en el hospital y transcurrieron cinco meses antes de que pudieran volver a casa.
En ese momento comenzó a buscar una escuela para que Pau aprendiera y conviviera con más niñxs. Tenía cuatro años y había que seguir con su dinámica de entrar al kínder para que no perdiera algo de rutina. Pau entró a una escuela, el Instituto Canadiense la recibió sin cobrarle colegiatura. El colegio dijo que querían que concentraran su energía en la recuperación de su mamá.
La promesa de una adopción familiar
En junio de 2020 Sandy se agravó y habló con Sofía, le preguntó si quería quedarse a cuidar a Pau toda la vida. “Como Pau tenía el apellido del papá biológico, inmediatamente le habló para decirle que había decidido que si a ella le pasaba algo, Pau se quedara conmigo”, cuenta.
Sandy falleció ese mes. Sofía le escribió al papá biológico de Pau y firmaron un convenio para que ella tuviera la guardia y custodia. Sofía no lo supo en ese momento, pero ese fue el inicio de un camino largo para adoptar a Pau. En las vacaciones decembrinas, Sofía notó que para viajar, tomar decisiones médicas y otras cosas tenía que completar la adopción de Pau.
En plena pandemia, con los juzgados familiares funcionando a medias y con gente con cubrebocas puesto todo el tiempo, Sofía inició los trámites en los que demandó la patria potestad de Pau. Hizo exámenes psicológicos larguísimos, entregó papeles que acreditaban su identidad y la posibilidad económica de hacerse cargo de Pau y respondió varias veces que era lo que quería.
En mayo de 2022 llegaron al juicio oral. Duró casi tres horas. El caso lo llevaron ante una jueza que, según recuerda Sofía, preguntó muchísimas veces al padre biológico de Pau si estaba consciente de eso a lo que estaba renunciando. Su abogado le explicó después que era necesario para garantizar los derechos de Pau y para que se tuviera constancia de que no fue una decisión tomada a la ligera.
El padre biológico siempre estuvo de acuerdo, lo que facilitó mucho los trámites. Algunxs niñxs no corren con tanta suerte, sus procesos pueden alargarse mucho y a veces duran hasta cinco años. Durante el juicio también estuvo presente una ministerio público que era la abogada de Pau, una secretaria de acuerdos y el abogado de Sofía, Juan Carlos Cárdenas, que es un mediador y también ayudó a que el proceso fuera más sencillo.
La jueza le preguntó a Pau, quien jugaba en una ludoteca, su nombre completo. Pau contestó con los apellidos de Sofía. La jueza la corrigió y Pau replicó: “Bueno, no es así, pero ella es mi mamá. Con ella vivo y con ella quiero vivir”. Fue suficiente para que la batería de testigxs que Sofía había llevado al juicio ya no tuviera que declarar. En julio de 2022 Sofía firmó el acta de nacimiento para que Pau fuera su hija, tal como lo dictó la sentencia de la jueza.
Desde entonces Sofía y Pau se acompañan a casi todas partes. Su pasatiempo favorito es probar helados y raspados. En Navidad Pau pidió una maquinilla metálica que usan lxs vendedorxs en la calle para raspar directamente el hielo y luego servirlo en un vaso.
Después de contar su historia, Sofía observó a Pau, sentadita en la mesa, con un bigote leve de helado de vainilla. Sonrió y dijo: “Y resulta que ahora yo soy la que no va a estar sola nunca más”
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*Texto adaptado para Chilango Diario