En techos de Iztapalapa, la Roma o la Doctores, se cultivan nuevas formas de resistir al colapso urbano
En la capital el concreto avanza sin tregua, el aire se ensucia más de lo que se limpia y las temperaturas rompen récords anualmente. Por eso, hacer una pausa y mirar hacia arriba puede revelar algo inesperado: jardines, huertos, árboles, panales de abejas y hasta gallinas, todos viviendo en azoteas que hasta hace poco eran puro techo pelado. Estos espacios, antes relegados, se están transformando poco a poco en islas de resistencia ecológica y comunidad.
La Ciudad de México es una de las metrópolis más grandes y pobladas del mundo y también de las más vulnerables al cambio climático. Más del 40% del territorio urbano está cubierto por construcciones y el “efecto de isla de calor” genera temperaturas hasta 5 °C más altas en ciertas zonas de la ciudad, según datos de la Secretaría del Medio Ambiente capitalina (Sedema). Ante este panorama, las azoteas verdes son una respuesta práctica y política frente al futuro que viene.
Las azoteas verdes pueden reducir la temperatura ambiente, filtrar contaminantes del aire, captar agua de lluvia, aislar térmicamente los edificios y hasta producir alimentos. Pero también son espacios de encuentro donde vecinos cultivan juntos; familias enteras aprenden sobre lombricomposta y siembra orgánica, y urbanistas, artistas y colectivos diseñan formas creativas de apropiarse del paisaje.
Verde sobre gris
Históricamente, las azoteas se han asociado con lo marginal o lo utilitario (el lugar donde se tiende la ropa o se esconden los tanques de gas), pero hoy son escenarios para una nueva narrativa en medio del gris citadino. El contraste entre los edificios y los tomates cultivados a mano puede ser una metáfora del tipo de ciudad que podríamos construir si le damos un poco más de espacio a lo que requiere cuidado.
Y aunque en apariencia puedan parecer moda pasajera o lujo reservado a edificios corporativos o viviendas de diseño, las azoteas verdes demuestran ser una herramienta urgente para el futuro. De acuerdo con datos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la instalación de techos verdes puede reducir entre un 30 y un 40 % la temperatura de las superficies expuestas al sol, lo cual incide directamente en la temperatura interior de los edificios y en la demanda energética para refrigeración, además de que son capaces de captar hasta un 80% del agua de lluvia que reciba.
Del activismo ecológico a la vida cotidiana
Uno de los aspectos más llamativos de las azoteas verdes en la CDMX es cómo se cruzan con otros movimientos sociales. En colonias como la Doctores, la Narvarte o Iztapalapa, estos espacios han sido adoptados por colectivos vecinales o ecologistas que los usan para hacer talleres de cultivo, sesiones de yoga o círculos de lectura. Algunos de estos proyectos han documentado cómo una pequeña azotea puede producir hasta 25 kilogramos de hortalizas al mes, lo cual permite a las familias reducir su gasto en alimentos.
Si bien es cierto que para iniciar una azotea verde se necesita de un techo capaz de soportar el peso adicional, una capa impermeable para proteger la estructura del edificio, un sistema de drenaje e incluso contar con la asesoría de algún un proyecto arquitectónico para determinar la viabilidad según dimensiones, también es verdad que empezar con un par de huacales, donde cultives algunos de tus alimentos más recurrentes, es un punto de partida que hace la diferencia.
Sembrar futuro en lo alto
Las azoteas verdes no resolverán por sí solas los problemas estructurales de la capital como la desigualdad urbana, el acceso al agua o la especulación inmobiliaria, pero sí representan un importante cambio de lógica: en lugar de seguir creciendo hacia afuera o hacia abajo, estas iniciativas proponen crecer hacia arriba, pero no en términos de verticalidad estructural, sino de responsabilidad ecológica y comunidad.
Si tan sólo el 10% de las azoteas de la CDMX se convirtieran en techos verdes, se podrían captar anualmente más de 15 millones de litros de agua pluvial y reducir hasta 1,500 toneladas de contaminantes atmosféricos al año. Esto es una muestra de que, incluso en un ecosistema tan hostil como el urbano, la naturaleza puede abrirse paso si se le da oportunidad.
Lo más valioso, sin embargo, no siempre se mide en litros ni en grados. En esto yace la reflexión silenciosa de que otro ritmo de vida es posible y que hay formas de habitar la ciudad sin agotarla. El cuidado de la tierra es una forma de resistencia y quizá algo de lo más radical que podemos hacer hoy no es derribar muros, sino convertir los techos en suelo fértil.
- 5,265 metros cuadrados mide la azotea verde del edificio central del Infonavit, una de las más grandes de Latinoamérica; alberga más de 150 especies de plantas
Además de la del Infonavit, otras azoteas verdes emblemáticas de la CDMX y su área conurbada son las del Hospital Belisario Domínguez, el Museo del Caracol, Plaza Satélite, el Centro de Información y Comunicación Ambiental de Norte América y el Museo Interactivo de Economía