Hace tres años, René y Julián le dieron un hogar e iniciaron el proceso de adopción homoparental, una lucha que continúa
Por Edgar Segura*
Tomás nunca se ha preguntado por qué tiene dos papás. Cuando apenas tenía siete meses de edad, llegaron a su vida René y Julián. Desde entonces han pasado tres años en los que, sin falta, ellos se han dedicado a cuidarlo todos los días, a jugar con él, a llevarlo al parque, a la escuela y a sus citas con el pediatra.
“Yo creo que en algún momento le va a llamar la atención que tenga dos papás y se va a acercar a preguntarnos. Entonces vamos a abordar el tema con naturalidad y no como un tabú”, aseguran sus padres. Cuando llegue el momento, lo que René y Julián le contarán a Tomás es una historia que demuestra que la familia no es un concepto restringido a los lazos sanguíneos y mucho menos a un papel. Sin ninguno de estos elementos, los tres conforman una familia diversa.
La historia de esta familia comienza cuando René le propuso a su esposo, Julián, adoptar un bebé. “Yo siempre quise ser papá, entonces la propuesta fue mía”, recuerda René. A diferencia de lo que ocurre con otras parejas LGBTIQ+, a él jamás le pasó por la cabeza la idea de un vientre subrogado para convertirse en padre. “Nunca tuve la idea de que mi hijo tenía que tener un lazo consanguíneo conmigo”, afirma. Y es que, a su modo, él también proviene de una familia diversa. A Julián también le enamoró la idea. Así, en noviembre del 2021, acudieron por primera vez al DIF de la Ciudad de México para adoptar.
Sobreviviendo a “Chernobyl”
Pero la adopción no es un camino libre de miedos a desbloquear. El primero de ellos fue cuando, tras entrar a una lista de espera, pasar por entrevistas, reunir documentos, certificados médicos, cartas de recomendación, comprobantes de ingresos y más requisitos, llegó el momento de conocer a su hijo: “Las psicólogas nos habían advertido que los adoptantes y los niños no siempre hacen clic cuando se conocen. Ese era un tema que nos tenía muy nerviosos”, recuerdan.
“Afortunadamente, fue un clic instantáneo”, agrega René. “Era época postpandémica. Entonces, para poder verlo, teníamos que vestirnos casi casi como si fuéramos a Chernobyl. Creo que al principio fue extraño para el niño vernos con caretas y cubrebocas. Pero a pesar de todo, se sintió muy cómodo y todo fluyó”. Tras un mes de visitas protocolarias con sus “trajes nucleares”, en abril de 2022 el DIF autorizó que René y Julián finalmente se llevaran a casa a Tomás.
“Mi hijo está en un limbo”
No obstante, llevar a casa a su hijo fue apenas el primer paso en un camino de lucha que esta familia sigue transitando. En términos legales, René y Julián son la “familia preadoptiva” de Tomás. Aunque en los hechos llevan tres años cuidando al niño, dándole amor y procurando su bienestar, la ley todavía no los reconoce como padres.
“Para que un niño pueda ser adoptado, primero tiene que haber un juicio de patria potestad. Es decir, que se le debe quitar a los progenitores o padres biológicos cualquier derecho sobre el niño”, explica René. “En nuestro caso no se ha podido realizar ese juicio. Al parecer no han podido localizar a la mamá”, agrega.
“Mi hijo está en un limbo”, denuncia. Explica que, por ejemplo, no puede hacer a Tomás beneficiario de las prestaciones que le otorga su trabajo, pues aún no cuenta con su apellido. Ante esta situación, René y Julián han acudido a organismos defensores de derechos humanos con el fin de presionar para que se agilice el proceso. Sin embargo, saben que la lucha será larga.
Después del juicio de patria potestad, también tendrá que haber un juicio de adopción. “Yo estoy muy feliz de ser papá, y si eso implica que voy a estar peleando un ratito más, ni modo, me lo aviento”.
Familia diversa, más allá del papel
Más allá de lo que puedan decir los documentos legales, para René y Julián, Tomás ya es su hijo. Juntos, llevan una vida en familia. “No nos gusta hablar de roles de género, porque no creemos en ellos”, cuenta la pareja. Ambos se reparten las labores de crianza. Julián, que trabaja desde casa, es quien suele encargarse de llevar a Tomás a la escuela, de darle de comer y ayudarle a hacer la tarea. Por su parte, René lo lleva al parque, a las citas con el pediatra y se encarga de jugar con él. Tomás convive con sus primxs, tíxs y abuelxs como un integrante más de una familia extendida.
Hasta el momento, Tomás nunca ha preguntado por qué tiene dos papás. “Los niños no tienen los prejuicios de los adultos”, considera René. “Él jamás se ha mostrado sacado de onda por eso. Yo creo que tiene que ver también con el ambiente en el que se desarrolla. Nosotros procuramos que vaya a una escuela donde no haya prejuicios hacia los hijos de parejas homoparentales. Todo ha sido muy orgánico. Nadie lo cuestiona por tener dos papás y él tampoco se lo ha preguntado”.
Por supuesto, ambos saben que en algún momento deberán tocar con Tomás el tema de su adopción. Pero están listos para explicar que las familias son diversas y van más allá de los papeles o los lazos sanguíneos.
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*Texto adaptado para Chilango Diario