FOTO: CARLOS ACUÑA

Una mirada al vuelo

Por: Carlos Acuña

Compártelo en tus redes...

La Casa de la Aviación es uno de los negocios más sui géneris de la ciudad y un hogar para lxs fanáticxs de las aeronaves y sus rutas por el mundo

Un promedio de 854 aviones diarios aterrizaron y despegaron durante el pasado mes de abril del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Vuelos comerciales, privados o militares, nacionales o internacionales. Una y otra vez los aviones repitieron el milagro de elevar su entero tonelaje por los aires con esa gracia mecánica tan suya que se antoja sobrenatural. 

Araceli Avendaño los ha visto todos. Su favorito es el Boeing 747: un clásico de fuselaje ancho, dos pisos, cuatro motores y capacidad para más de 500 personas. Qué maravilla escuchar sus turbinas, verlo despedirse de las pistas.

También le gusta el 727, uno de los aviones que le heredó la Policía Federal a la Guardia Nacional. O el MD11, con sus tres motores y su fuselaje largo de elegante diseño. “Pero mi favorito es, definitivamente, el 747”, concluye. Hoy, por ejemplo, fue un buen día porque hace unas horas aterrizó y muchas personas vinieron desde temprano a esperarlo.

Esta joven madre de familia es dueña de la Casa de la Aviación: un pequeño café levantado sobre la azotea de su hogar, en la colonia La Cuchilla del Tesoro, alcaldía Gustavo A. Madero. Tan solo una barda de ladrillo gris y unos cuantos metros separan su casa de la pista “05-izquierda/23 derecha” del AICM.

Hace años, un día cualquiera, alguien tocó a su puerta y le pidió permiso para estar aquí, en la azotea de su casa. Desde entonces no han dejado de llegar. Spotters: así se les conoce a esas personas que guardan una fascinación devota por los aviones u otros vehículos motorizados (trenes, barcos, autos de carreras, metrobuses). Eran tantxs lxs que llegaban a pedirle que les dejara estar allí que un día decidió convertir su azotea en un espacio seguro y cómodo, donde pudiera vender un café, una hamburguesa, una cerveza. El logo de su cafetería lo dibujó ella misma: un 747 sobrevolando una taza de café.

Patio de juegos

Lxs spotters suelen coleccionar detalles de sus aviones favoritos. Descargan aplicaciones en su teléfono (FlightRadar24, FlightAware, ATC-Live) para saber qué aeronaves cruzarán por la ciudad, cuál es la ruta de una aeronave por el mundo o qué mensajes transmiten las torres de control. Buscan lugares para mirarlos lo más cerca posible y fotografiarlos durante su despegue. Registran modelo, matrícula y suben la imagen a bases datos especializadas con millones de fotos similares en línea.

No es casualidad que Diego Ruiz, Roberto Tirado y César Antonio Reyes se hayan encontrado esta tarde, por ejemplo. En diez años, el Boeing 747-400 de la aerolínea Lufthansa sólo ha pisado México en tres o cuatro ocasiones.

Los tres comenzaron su afición desde niños. Antes de 2007, cuando el aerotren aún no estaba construido, podían mirar los aviones desde las rejas que rodeaban el AICM. A partir de 2007, lxs spotters chilangxs comenzaron a reunirse en los puentes peatonales del Viaducto desde donde oteaban el cielo en busca de máquinas volantes. Fue allí donde, algún día de 2015, algún hombre o alguna mujer les ofreció un folleto que decía: “La Casa de la Aviación. Spotter: no arriesgues tu equipo fotográfico. Visítanos en Poniente 13, colonia La Cuchilla del Tesoro”.

“Aquí he visto aterrizar aviones papales y aviones presidenciales”, dice Roberto Tirado, quien convirtió su pasatiempo en vocación: hoy es ingeniero en transportes. “En febrero de 2016 aterrizó por primera vez en México el A380, el avión de pasajeros más grande del mundo. Ese día fue un hito: esto estaba llenísimo”.

El lugar causó suspicacia en los primeros años. Decenas de policías federales llegaron a presentarse en sus puertas por considerar a lxs fotógrafxs un riesgo a la seguridad nacional. Hoy los pilotos acercan sus aviones cada que pueden para que lxs spotters ensayen sus mejores tomas y, cuando se inaugura una ruta o se jubila un piloto, los bomberos del AICM les regalan un arco de agua por donde los aviones cruzan.

“Así fue cuando presentaron el ‘Quetzalcóatl’: el Boeing 878 de Aeroméxico”, dice Diego Ruiz. “La presentación oficial fue aquí: el mismo Aeroméxico nos regaló playeras y se armó todo un espectáculo porque este lugar era prácticamente la primera fila”.

Araceli Avendaño sonríe. Le causan ternura las personas que la visitan cada día. Pero cómo no sentir asombro cada que una de esas bestias mecánicas levanta el vuelo. A estas alturas, ella es una spotter más: le basta una mirada al vuelo para ubicar aerolínea, modelo, fuselaje.

Mientras anochece y el tráfico aéreo comienza a acumularse a sus espaldas, Araceli cuenta que, a mediados del siglo pasado, las autoridades de la ciudad expropiaron la casa de sus padres para construir el AICM. La familia fue reubicada en este predio a un costado de lo que fueron los talleres de Mexicana de Aviación. Crecer en la Cuchilla del Tesoro implicó acostumbrarse, como todxs, a interrumpir la conversación cada dos minutos para esperar a que un avión termine de despegar o aterrizar.

“Antes aquí había mucha vegetación: estanques, ranas”, recuerda, “sólo una reja nos separaba del aeropuerto. Cada que se nos volaba una pelota nos metíamos sin medir el riesgo. Este era nuestro patio de juegos. De alguna manera, lo sigue siendo”.

Otros lugares con vistas al AICM son la cafetería Skyline Coffee, en la colonia Federal, o el llamado MacPuente, el puente peatonal afuera del aeropuerto que se usa como mirador de aviones

  • 10 años cumple La Casa de la Aviación (IG: @lacasadelaaviacion1), ubicada en Poniente 13, col. Cuchilla del Tesoro
  • En 1970, por decreto presidencial, buena parte de los terrenos de la Cuchilla fueron expropiados para ampliar las pistas del AICM, dando forma a la actual colonia