CHRONIC: EL CINE MEXICANO Y SUS MÁS ODIADOS PROFETAS

Ciudad
Por: Jesús Iglesias

No ser profeta en su tierra es el triste sino del cineasta independiente mexicano. Carlos Reygadas, Amat Escalante, Michel Franco, Julián Hernández o el no tan independiente Alejandro González Iñárritu, son algunos de los ejemplos más claros de creadores fílmicos que, a pesar de sus éxitos en eventos magnos del cine internacional, como los festivales de Cannes, Berlín, o el Oscar, se han ganado el velado pero intenso repudio de la comunidad fílmica y crítica nacional. Declaraciones polémicas y la impresión de que “se creen mucho”, han cimentado un patético desprecio que poco o nada tiene que ver con la calidad de sus obras, y mucho con la forma en la que el crítico percibe al autor.

La realidad es que, nos guste o no, ese puñado de directores mexicanos (con algunas adiciones más), son los que llevan la batuta de una industria fílmica que no pasa por su mejor momento –no hace falta mas que ver la selección oficial de los premios Ariel 2016 para constatarlo– y que encuentra en ellos a sus figuras más notables. Figuras que, por fortuna, mas allá de los tabloides y la comentocracia del rencor fácil, parecen seguir un camino creativo ascendente en cuanto a la calidad de sus obras.

Chronic es prueba innegable de lo anterior. El nuevo trabajo de Michel Franco muestra una franca mejoría al compararse con sus primeras cintas, e incluso con la galardonada Después de Lucía: ese parteaguas fílmico que cimentó la popularidad de su productora Lucia Films y que le permitió brincar la bienamada “cortina del nopal”.

En esta ocasión Michel Franco parte del fondo de un abismo, pero no para eventualmente emerger victorioso en una de esas conclusiones epifánicas tan propias del sentimentalismo simplón, sino para desentrañar todo aquello que hace a ese abismo el hogar irrenunciable de su protagonista: un abnegado enfermero cuya especialidad son los pacientes con enfermedades terminales.

Es Tim Roth –íntimamente ligado al cine mexicano y a Lucia Films tras protagonizar también en 2015 la cinta de Gabriel Ripstein, 600 millas– el eje central de la narrativa que Franco construye a través de un conjunto de sufrientes retablos, que en su progresión permitirán dilucidar la historia que late detrás del incansable protagonista: adicto al sufrimiento de sus pacientes y a la posibilidad de, mediante metódicos estudios, mimetizarse con esas vidas que desaparecen entre sus manos.

“Mi esposa acaba de morir”, dice Roth, trago en mano, a una pareja que celebra su próximo matrimonio. “…murió de SIDA” continúa, desolado, mientras el espectador recuerda la delicadeza con la que instantes atrás limpiaba el cadáver de esa mujer ahora desposada por su imaginación. Y así, el personaje de Roth es marido, hijo, y amante de esos desgraciados a los que se entrega por completo, en una danza macabra de amor y penitencia, cuyos engranajes serán develados al espectador con notable habilidad narrativa.

Hijo putativo de Michael Haneke –ya la primera secuencia de Chronic nos remite de inmediato a Caché y a ese encuadre inicial que el director mexicano clona en busca de una imagen con la proporción menos bella posible– Michel Franco abreva tanto narrativa como técnicamente del cineasta alemán, sin embargo, lejos de presentarse como una mala copia, consigue transgredir la influencia y llevarla a nuevos derroteros que permiten disparar, en parte gracias al gran trabajo compositivo del fotógrafo Yves Cape, una serie de sutiles pero potentes impactos emocionales en la mente del espectador.

Doloroso hasta la incomodidad, Chronic es un nuevo ejercicio que acota cada vez más el estilo narrativo y los intereses de Franco: director que si bien no ha tenido todavía una obra definitoria verdaderamente sobresaliente, cuenta al menos con un marcado potencial, y eso, viendo el panorama del cine mexicano contemporáneo, ya es decir bastante.