Convivir no es un simulacro

Ciudad

“Sí, es aquí”, anuncia un letrero afuera de una casa de la colonia Narvarte donde nos reunimos apenas 15 personas. Mientras esperamos, en la casa de enfrente se proyectan preguntas: “¿Recuerdas cómo era vivir sin prisa? ¿Hace cuánto no tienes tiempo ni para ti mismo? ¿A qué huele el tiempo?”.

Tiempo. Ese es el tema esencial del laboratorio de creación Nada siempre, todo nunca. Esto no es un simulacro del colectivo Macramé. Un tiempo que aquí no pasará con prisa y, más bien, se detendrá: será una burbuja suspendida en el aire, casi sin posibilidades de reventar. Más que una obra escénica, se trata de una experiencia en la que, durante una horas, compartiremos un poco con extraños. Aquí no hay actores de un lado iluminado ni espectadores de otro lado oscuro: todos creamos la obra, compartimos y participamos mientras recorremos las habitaciones de una casa y de nuestros propios temores.

¿Cuál es tu mayor frustración?, ¿cuáles son tus necesidades? Las actrices comparten sus experiencias y el público también. La invitación a hacerlo es sutil y nunca impositiva, primero, por la guía acertada del grupo y, segundo, porque se realiza a través de un método tan íntimo como es la escritura: una pequeña catarsis colectiva que después se convertirá en material dramatúrgico (cocreado por todos los involucrados) para otra obra que estrenará en 2017.

En una época en la que el contacto humano y la confianza son escasas es necesario detenerse un segundo y, sencillamente, convivir: estar con el otro. Nada siempre, todo nunca lo consigue en una experiencia íntima, cotidiana de la que sales con más ganas de creer. Hay que seguir la pista de este colectivo formado por Mariana Gándara, Mariana Villegas, Regina Flores Ribot, Miriam Romero, Alma Gutiérrez, Abril Pinedo, Aura Arreola, Ana Valeria Becerril.

Foto: Especial