Foto: Cortesía Fernanda Melchor

El frenesí de la escritura: una entrevista con Fernanda Melchor

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Hace un par de semanas, el sello Literatura Random House lanzó una nueva edición de Aquí no es Miami, libro de crónica sobre la violencia en Veracruz. Además, meses atrás, Fernanda Melchor publicó Temporada de huracanes, novela recibida por la crítica como un acontecimiento en la literatura mexicana actual y mencionada, casi de forma unánime, como una de las mejores de 2017.

¿De dónde proviene la oralidad en tu obra?
Cuando empecé a escribir, leí mucho a Armando Ramírez. Me encanta Noche de califas, una novela sobre las penas y desventuras de unos chichifos asiduos al California Dancing Club. Pero antes de Armando Ramírez está José Agustín, quien nunca tuvo miedo a utilizar el lenguaje coloquial. En la adolescencia descubrí las novelas El rey se acerca a su templo y Se está haciendo tarde (final en la laguna), cuya lectura fue para mí una revelación.

¿Cuál es el libro que más te gusta de José Agustín?
Yo creo que su obra maestra es Se está haciendo tarde… José Agustín fue capaz de describir emociones densas y profundos conflictos existenciales con el lenguaje que yo usaba cuando iba en la prepa. La obra de Vicente Leñero y Luis Zapata también me sirvió mucho para escribir Temporada de huracanes.

¿Ellos son tus principales referentes?
En Temporada… también veo guiños a 2666, de Roberto Bolaño. Los narradores que aparecen en las novelas de José Agustín y Leñero fueron fundamentales: en Se está haciendo tarde… hay un narrador que está encima de todo y de pronto entra en cada personaje.

De la narrativa de José Agustín me interesa la manera en que la música de los Rolling Stones y Led Zeppelin prevalece, al fondo, mientras los personajes tienen peleas y discusiones intensas. Esto me inspiró a escribir una novela que también integrara la música y los sonidos del ambiente.

En Los albañiles, de Leñero, el hilo narrativo no va necesariamente de un punto temporal a otro, sino que se quiebra, se revuelca y vuelve. El narrador de Los albañiles es muy extraño. No se sabe si se encuentra adentro o afuera, arriba o abajo, y quizá está en todas partes.

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Creo que para Leñero debió ser muy difícil escribir esa novela. Podría apostar que le costó mucho trabajo y no la resolvió de la manera que quería. Sin embargo, es un gran libro.
Hay otro escritor cuyo estilo está marcado por la oralidad: José Donoso, quien es mi favorito del Boom latinoamericano (por encima de Gabriel García Márquez). En El lugar sin límites, El obsceno pájaro de la noche y Este domingo podemos detectar cómo sus personajes hablan dos lenguas: los aristócratas se comunican en un español muy correcto, mientras que los bandidos se ciñen a las fórmulas populares.

Otro libro que me encanta es El otoño del patriarca. Buena parte de la obra de García Márquez tiene una cualidad oral muy característica. Y antes de García Márquez estuvo Rulfo, quien inventó un idioma con las palabras de todos los días. Rulfo es enorme.

Fernanda Melchor Portada
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¿Te interesa Parménides García Saldaña?
Me interesa, pero soy más de la escuela vieja. Me gusta que las novelas cuenten algo. Parménides era un genio (lo cual no está en duda): su literatura es un debraye, y eso me gusta. Sin embargo, yo necesito la emoción novelesca. Más allá del juego con el lenguaje, debe haber una historia.

¿Por qué retomaste crónicas y cuentos del pasado?
Aquí no es Miami tuvo un tiraje pequeño, se agotó muy rápido y desde entonces la gente me preguntó mucho por el libro. Quizá porque nadie hablaba de la violencia en Veracruz o de ciertas historias que siempre están ahí y parece que nunca saldrán del imaginario colectivo.

¿Cómo lograste dedicarte por completo a la escritura?
Para escribir mi primera novela, junté $60,000 y renuncié a mi trabajo. En ese entonces, no pagaba renta y me dediqué de lleno a escribir. A mí me sirvió hacer las cosas así, pero hay gente a la que no. Sartre, por ejemplo, dirigía un periódico en las mañanas y daba clases en La Sorbona.

¿Tienes algún método para escribir?
Depende mucho del proyecto que esté haciendo. Si escribo una novela, puedo tener jornadas de trabajo de hasta 12 horas. Revisar me requiere la misma energía. Son estados de frenesí en los que tengo que alcanzar lo que me propuse. Para corregir, mis mejores horas son entre las ocho de la mañana y las 12 del día.

¿Y algún ritual de escritura?
Cuando empiezo los bocetos de una novela, me levanto a trabajar a las cuatro de la mañana. Es la mejor hora para escribir algo nuevo. Quizá se deba al silencio o a que mi mente está en blanco. Ahí, en la oscuridad, se encuentran los mejores hallazgos. A veces la hoja en blanco me pone tan nerviosa que escribir en la computadora se vuelve imposible. Entonces, lo hago a mano. Hay una gran diferencia entre tu flujo de pensamiento al escribir a mano y al hacerlo frente al monitor.

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