Un deporte sin fragilidad

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Delgadas, llenas de músculos, altas, bajas… Lo único que tiene en común este equipo femenil de roller derby roller derbyes es su agilidad, disciplina, compañerismo y moretones en brazos y piernas. 

Un par de patines curte el cuerpo. Lo enfrenta a codazos y caderazos, resbalones y caídas; produce raspones. El roller derby, un deporte de contacto que se juega en patines quad de dos ejes sobre una pista ovalada, es rudo. Su única regla es aguantar, no rendirse. Exige disciplina, pero no modificar el cuerpo para alcanzar estándares imposibles: todas las complexiones, los pesos y las alturas pueden practicarlo.

En nuestro país, el deporte gana cada vez más popularidad. En total, existen 79 equipos registrados y 22 ligas. La liga de la Ciudad de México la conforman seis equipos: tres femeninos (Tekillerass, Aniquiladoras y Quimeras) y tres masculinos (Minotauros, Osos y Lobos).

Hace una década, conocíamos poco de este deporte, casi nada. Así lo cuenta Sofía Tous, integrante del equipo de Tekillerass. Pelirroja, chaparrita y delgada, es de las más ágiles del equipo. Su derby name es “Rainbomb” y lleva más de ocho años practicando roller derby. Le ha tocado ver a equipos varoniles y femeniles formarse y desintegrarse. Perteneció a la liga de la Ciudad de México desde que se formó; después siguió en la Asociación Mexicana de Roller Derby. Cuenta que incluso este fin de semana, una de sus compañeras de equipo —Amira Díaz o “Pony”— está jugando con la selección nacional de este deporte en la Copa Mundial 2018, celebrada en Manchester.

A punta de caídas

Primero fue la curiosidad. Ese es el origen del roller derby, tanto en el país como en la CDMX. Diversas integrantes del equipo de Tekillerass coinciden: la cultura pop tuvo mucho que ver. Todas han visto la película de comedia Whip It, y algo de lo que vieron en pantalla las movió a practicarlo, muchas sin tener ningún acercamiento previo.

Eran unas amateurs, cuentan entre risas. El proceso de aprendizaje fue casi una comedia: no había información, así que algunas compraron patines y usaban palos de escobas o muebles para mantenerse en pie. Las más intrépidas aprendieron a la brava: se lanzaban, se caían y se levantaban. Recurrieron a videos y tutoriales de YouTube para asesorarse. Hasta convertirse en lo que son hoy: una tropa sobre ruedas.

“Yo inicié en Veracruz con Pamela Díaz, otra de las integrantes del equipo”, cuenta Amira. Es la más alta de todas, morena, con músculos bien marcados en piernas y brazos. “Éramos un equipo de 12 niñas, no sabíamos ni qué era roller derby, solo queríamos divertirnos y hacer lo que vimos en la película. No teníamos patines ni protección”. En menos de cinco años ha llegado a ligas internacionales. Ella es nuestro orgullo local.

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No es patinaje artístico

Tekillerass nació hace cinco años. Surgió con integrantes de un equipo que se desintegró llamado Brujas Gato. Han cambiado de miembros constantemente, muchas lo dejan, pero cada día se presentan más chicas a las pruebas de selección, casi siempre entre los 15 y los 30 años.

También han cambiado de pistas. Hace unos años entrenaban en Polanco. Ahora lo hacen en Iztapalapa, en la Escuela de Formación Deportiva Salvador Allende. Otros dos equipos —Minotauros y Quimeras— entrenan también en el lugar. Primero trotan, se estiran: despiertan los músculos. “Ahora sí, sigue lo bueno”, se dicen entre ellas cuando suena el silbato. Un sonido desordenado de ruedas girando se apodera del aire.

Es común que el roller derby se confunda con patinaje artístico, cuentan algunas. No les molesta, pero aseguran que son dos disciplinas casi opuestas: ellas lo sienten más cercano al rugby, por ejemplo. Aquí no hay delicadeza, sino golpes, y eso es lo mejor: deja su cuerpo descargado, es una catarsis donde sacan todo.

Entenderlo es complicado: tiene reglas y requiere estrategia, como cualquier otro deporte. Lo primero en llamar la atención es la postura: rodillas flexionadas, espalda recta; con esta posición corren o se bloquean entre sí. Resulta elegante, pero las empapa de sudor, las agota.

“No es difícil —interviene Daniela Carbajal, integrante del equipo femenil de roller derby desde hace un año—. Se juega en una pista ovalada. Son dos equipos, todo se juega en una hora: dos tiempos de 30 minutos. Los periodos se dividen por jams, esos duran máximo dos minutos. Hay cuatro bloqueadoras (de estas, una es pivot) y una jammer. Solo la jammer hace puntos. En la primera vuelta se elige al lead, ella decide cuándo parar el jam (ya sea a los dos minutos o antes). Por cada jammer que legalmente pase a las bloqueadoras del otro equipo, se hace un punto”.

La adrenalina es intensa, cuentan. En sus entrenamientos, sábados y domingos, nada de esto se ve. Para lograr que el equipo sea un engranaje perfecto, se obligan a ser híbridas: no importa el tipo de cuerpo ni experiencia, cualquiera puede ser jammer, bloqueadora o pivot. Es crucial obligar al cuerpo a que aguante cualquier puesto.

NUMERALIA

223 juegos de roller derby se han registrado en el país desde 2015.

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