Ciencia para una mejor ciudad

Especiales Opinión
Por: Mauricio Torres

La astrónoma Julieta Fierro cree que la capital es tan caótica como una estrella en formación, pero tiene una aliada para resolver sus problemas.

FOTOS: LULÚ URDAPILLETA

¿A qué objeto celeste se parece la Ciudad de México: un asteroide, un planeta, un satélite, un agujero negro…?

Para la astrónoma Julieta Fierro, la respuesta es clara: la capital es “como una estrella que está naciendo”, en cuyos alrededores están revueltas la materia y la energía, todo lo que se forma es inestable y, en resumen, reina el caos.

“Sí, nuestra ciudad no es muy amigable, pero pues depende de cada uno de nosotros construirnos un entorno grato, y creo que sí podemos”, dice la investigadora, quien forma parte del Instituto de Astronomía de la UNAM y es una de las divulgadoras de la ciencia más famosas del país.

Desde su punto de vista, una de las claves para que la capital se convierta en un lugar más habitable es, precisamente, que tanto sus gobernantes como sus habitantes recurran al conocimiento científico para encontrar remedio a sus problemas cotidianos. Por ejemplo, la contaminación del aire, la escasez de agua, los embotellamientos o la ineficiencia del Metro.

“Hay muchas soluciones que podríamos utilizar de la ciencia para mejorar la calidad de vida en la ciudad. Desafortunadamente, no siempre los tomadores de decisiones tienen acceso a los resultados de la ciencia y esto hace que suframos más los seres humanos”, comenta.

Para dar la vuelta a la situación, ella propone empezar por transformar la manera en la que el tema se enseña en las escuelas, al igual que crear más espacios —como micromuseos y clubes— donde capitalinos de diferentes edades puedan aproximarse al conocimiento científico de acuerdo con sus intereses.

“La educación de la ciencia debe ser como un fluido. Así como los niños juegan los juegos electrónicos y van aprendiendo, porque van teniendo éxitos, y el juego electrónico les va dando emociones que hacen que retengan y aprendan, la educación de la ciencia debería ser así, no una cuestión de memorizar”, dice.

El don de divulgar

Fierro nació en la Ciudad de México el 24 de febrero de 1948. Su camino por la astronomía comenzó cuando era joven, estudiaba en la Facultad de Ciencias de la UNAM y un cartel la llevó a tomar clases con Manuel Peimbert y Eduardo Schmitter, referentes en el estudio del universo.

Desde entonces, su contacto con la ciencia ha permanecido constante. A la fecha, tiene más de 40 años en diversas labores académicas, ha escrito decenas de publicaciones de divulgación —un factor que motivó su inclusión en la Academia Mexicana de la Lengua— y también ha dictado numerosas conferencias.

De esas actividades, ser conferencista es la que más disfruta y en la que cree desenvolverse mejor.

“[Ante el público] siempre trato de que sea divertido, diferente, que haya muchas sorpresas, que a las personas les parezca francamente inesperado lo que hago”, dice.

Una de sus dinámicas consiste en pedir a los asistentes que inflen globos y se numeren del uno al cuatro. Luego ella menciona diferentes números, los espectadores aludidos deben soltar su globo y el movimiento que inicia le sirve para explicar conceptos como el caos o la mecánica cuántica.

“La desventaja de que este sea mi don es que puedo llegar a muy pocas personas a la vez”, admite la astrónoma, y cuenta cómo ella y otros colegas han tenido que adaptarse para seguir haciendo su trabajo.

En su caso, tal adaptación ha implicado tareas como aprender a dar cursos a distancia, en los que debe pensar en diferentes formas de evaluación y estrategias para que la gente participe constantemente.

jfierroint

La CDMX del año 2116

En el comedor de su departamento, cercano al principal campus de la UNAM, Fierro cuenta un poco de su vida cotidiana. Cada mañana bebe dos tazas de café, todos los días trata de escribir y con frecuencia realiza colaboraciones y comentarios para la radio y la televisión.

Los fines de semana recorre la capital, de la cual —a pesar de su desorden habitual— disfruta su oferta cultural y las libertades que tienen sus habitantes gracias a reformas materializadas durante la última década, como la que permitió el aborto en las primeras 12 semanas de gestación o la que avaló el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En esa línea, espera que la próxima Constitución local contemple el derecho de la gente a tener una muerte digna, es decir, que quienes lleguen a una edad avanzada o padezcan una enfermedad terminal puedan decidir cuándo y cómo morir, en lugar de “sufrir innecesariamente”.

“Esta ciudad tiene mucho que dar”, dice la astrónoma, y enlista algo de lo que quisiera ver si pudiera viajar 100 años al futuro: un sistema de salud universal, una población sin diabetes ni obesidad, autos no contaminantes, una mejor convivencia social y —confiesa— un Instituto de la Felicidad.

“Somos un pueblo que sí sabe ser feliz […] esta ciudad podría ser una generadora de felicidad y sería una materia de exportación valiosísima, porque no todas las culturas saben estar contentas, y nosotros sí”.

En cifras

  • 68 años tiene la astrónoma Julieta Fierro, quien nació en la Ciudad de México en 1948.
  • 40 años tiene ejerciendo actividades académicas en instituciones de la UNAM.
  • 40 libros de divulgación de la ciencia ha escrito, así como otras publicaciones.