Ciudad de necios | Niños secuestrados, niños secuestradores

Opinión
Necios que no quieren ver el infierno en el que viven. Necios a los que les conviene que nadie los vea mantener las llamas de este infierno

No es nuevo. Hay niños que desde hace años trafican droga, asesinan a sueldo, secuestran, son halcones, choferes de la mafia, líderes de pandillas, justicieros, explotados y explotadores sexuales. Y pareciera que el que esto ocurra desde hace tiempo —el que no sea novedoso saber que un niño opera en una banda de secuestradores— significa que no es necesario hablar de ello y escandalizarnos. Cuando se pierde la sorpresa, se normaliza la barbarie. El fin de semana supimos de un niño enviado por una banda de secuestradores a cobrar un rescate por otro niño secuestrado. ¿A qué chingados hemos llegado?

Estoy convencido de que, cuando los chilangos evadimos estas historias, nos convertimos en cómplices de la cadena de impunidad que permite que los secuestradores recluten u obliguen a los niños a formar parte de sus filas. Porque el desinterés de nosotros y la falta de indignación son gasolina para la hoguera de la impunidad que nos está consumiendo, que nos está secuestrando y que está matando a nuestros niños.

“Estoy convencido de que, cuando los chilangos evadimos estas historias, nos convertimos en cómplices de la cadena de impunidad”

El niño secuestrado en Ecatepec estaba jugando en un parque cerca de su casa. Los parques son peligrosos. Los niños no pueden estar en la calle. Los padres no pueden estar tranquilos por saber que su hijo juega con una vecina. Alguien lo subió a un coche para secuestrarlo. He sabido de casos en Ecatepec en los que los secuestradores piden dos mil pesos por el rescate. ¡Dos mil pesos vale la vida!, porque ni los policías ni los ministerios públicos ni las fiscalías ni las administraciones tienen la más mínima intención de terminar con el secuestro. Tal vez porque la complicidad de todos ellos con los secuestradores significa un jugoso secuestro.

Por el niño secuestrado de esta historia pidieron 50 mil, pero a la familia le hicieron una rebaja: 35 mil por tener de vuelta al chamaco. Debían depositar el dinero ¡en la Villa! Sí, en la Basílica de Guadalupe, junto a miles de peregrinos que imploran seguridad, trabajo, salud y vida, ahí los secuestradores pidieron depositar el dinero para ser recogido más tarde… por otro niño, quien, de entre la basura —donde debía ser depositado el efectivo—, recogería el dinero. No contaba con que las autoridades estaban al tanto del suceso y lo detuvieron. ¿En serio ya no nos sorprende que estemos usando niños para cobrar rescates? Todo límite está superado, la perversión es la regla: pongamos a un niño a cobrar rescates, eduquémoslo en la universidad del crimen y dejemos que se titule como un secuestrador sanguinario, de esos que no tienen miedo a nada: ni a Dios, ni a la Virgen, mucho menos a los policías, a los jueces o a los gobernadores.

¿Qué sigue? Seguramente cosas peores. Porque en esta zona metropolitana de la Ciudad de México tenemos prohibida la expresión “Ya nada puede ser peor”, porque luego todo se pone peor.