El bando del derecho

En una reunión, varios periodistas luchábamos por “comprender” el multihomicidio de la Narvarte: ¿podía ser real la insólita historia del franelero asesino? ¿Tan incómodo era el trabajo de Rubén que Duarte lo mandó matar pese al costo infinito de tal bestialidad? ¿El caso está impregnado de narco? ¿Es concebible tanto sadismo al asesinar si la misión era robar?

De pronto, entre la confusión irrumpió un colega. Quería revelar un dato: “De todos los asesinatos de periodistas –dijo-, 90% no fue por su profesión sino por otros motivos”. Me intrigó: “¿Si es así, por qué no hay matanzas de arquitectos o biólogos?”, pregunté. Él se quedó en silencio; yo, perplejo ante la eficacia del discurso oficial, según el cual a los periodistas suelen asesinarlos por líos de sábanas, simple inseguridad o ligas con la droga.

Cuando en la charla la palabra “droga” saltaba de boca en boca, alguien aludió a la polémica nota de La Razón titulada “Rubén Espinosa, positivo en mariguana y cocaína” que, basada en el expediente oficial, añade: “Dos bolsas con mariguana, un cenicero con restos de la misma droga, una bolsa con cocaína, tres pastillas psicotrópicas… todo forma parte de lo que la PGJDF encontró entre las pertenencias de las víctimas”.

Luego, en la reunión surgió una idea más o menos así: “Si hay pruebas de que el caso se relaciona con la droga, no es sencillo publicarlo porque el móvil del asesinato dejaría de ser el ejercicio informativo. Sería políticamente incorrecto decir que no lo mataron por periodista; los periodistas-activistas se indignarían”.

Aunque el argumento tenga una parte lógica, veo otras variables: convengamos en que la nota de La Razón que introdujo la droga al debate es una filtración. Seguramente el GDF quiso que la droga, no el periodismo, fuera el móvil.

Si esa filtración exhibiera un entramado fidedigno donde, tras sesudas investigaciones, se probara que Rubén estaba vinculado al narcotráfico, concederíamos que hay cierta ceguera entre algunos periodistas-activistas.

Pero en las investigaciones judiciales, como en la vida, hay datos que connotan y otros que no. Que Rubén usara drogas (si acaso es cierto) no connota ni lejanamente que fuera traficante. Pero sí para el GDF –a las filtraciones nos remitimos-. “Miren por qué lo mataron”, parece ser el mensaje de la autoridad.

En una novela que estoy leyendo, el escritor Emmanuel Carrère habla sobre Juliette, una juez ejemplar que acaba de morir: “No le habría gustado que dijeran que estaba del lado de los desheredados: sería demasiado simple, demasiado romántico, sobre todo no sería jurídico, y ella se obstinaba en ser jurista. Ella habría dicho que estaba en el bando del derecho”.

No se pretende que sólo por buscar aplausos el sistema judicial se muestre del lado de Rubén o los otros desheredados, pero sí clamamos por que esté en el bando del derecho.