Las huellas del crimen

Opinión
Por: Diego Osorno

Voy en los últimos asientos de un autobús con rumbo a San Luis Potosí. Al frente va Élmer Mendoza, uno de los escritores que logró que el tema del narcotráfico mexicano sea un asunto de relevancia literaria incluso fuera del país. Hay otros tripulantes como Cristina Rivera Garza, Iris García Cuevas, J. M. Servín y Augusto Cruz, quienes también se dirigen al Festival Internacional de Novela Negra, por celebrarse en el altiplano, con el nombre de Huellas del crimen.

La idea es reflexionar sobre el mundo del crimen y la forma en que éste puede expresarse a través de un lenguaje literario. La novela negra es marginal por naturaleza propia, aunque en el México reciente hay algunos detectives que hasta famosos se han vuelto, como el Belascoarán de Paco Ignacio Taibo II o el Zurdo Mendieta del mismo Élmer Mendoza. Otros autores, como Eduardo Antonio Parra y Bernardo Esquinca, han creado mundos misteriosos y sórdidos en los que la palabra nos guía de forma magistral.

Algo que me interesa de este festival es el abordaje sobre la situación del país. ¿Qué papel le toca a este género que se nutre de las zonas oscuras de la realidad, en un lugar como México y en una época como la actual, en la que los crímenes han dejado de ser un mero asunto policial, para convertirse muchas veces en asuntos de lesa humanidad? Ayotzinapa, San Fernando, Tlatlaya, Allende, Apatzingán, Cadereyta… Nuestro nivel de delitos es tan atroz que representa un problema enorme construir tramas y personajes que estén a la altura de la tragedia mexicana.

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Como narrador habitual de estas historias, me preocupa que, a la hora de escribir mis investigaciones periodísticas, el mundo criminológico no quede aislado de lo político y lo económico, porque lo que he descubierto es que en México nuestras zonas más oscuras se nutren por igual de la esfera criminal que de la esfera gubernamental.

Considero que soy un reportero y escritor más cercano al realismo social que a la novela negra. El asunto es que quizá hoy la realidad es tan negra que, al tratar de contarla, algunos participamos sin proponérnoslo en un género que no contemplamos.

El autobús llega finalmente a San Luis Potosí pero se atasca en el tráfico de las calles pequeñas del centro histórico de la ciudad. Unas escritoras británicas están desesperadas y deciden bajar y caminar. Al descender, miran al chofer como si lo fueran a matar. Ya en la recepción del Hotel Panorama está un ejemplar del día de La Jornada de San Luis, cuya noticia principal es sobre el caso de una violación cometida en un autobús de lujo. Los pasajeros del mismo declaran a la prensa que no se dieron cuenta nunca de lo que le sucedió a la esposa del líder político.

Unas horas después recibo un mensaje de remitente desconocido que dice: “Lo del autobús ETN tiene mucha tela de donde cortar. Si quieres te doy un dato importante para que investigues”.