Contracultura pop | Los Grammy 2018 no me representan (pero qué divertidos son)

Opinión

Este domingo, la industria musical angloparlante festejará los 60 años de su máxima fiesta, la entrega de los Grammy 2018 que, como toda ceremonia de premiación que se respete, dejará a muchos inconformes.

La entrega de los Grammy, como cualquier premio importante, deja anualmente una estela de inconformidad y quejas. Por un lado, están los malos perdedores, que no pueden aceptar que alguien más haya hecho una canción, un video o un disco mejor que el suyo. ¿Mejor según quién?, se preguntan, no con poca razón. Por otro lado, estamos quienes nos quejamos amargamente de que la Academia que otorga los premios no nos representa a los melómanos. Que los miembros de la Academia trabajen en la industria de la música no significa que tengan buen gusto o que siquiera cuenten con una mínima cultura musical.

Les voy a contar una historia: este columnista estaba en una entrega de los premios MTV en Miami, sentado junto al presidente de una discográfica que, sin pena y con cara de confusión, me preguntó quién era la banda que estaba actuando sobre el escenario. “Son los Beastie Boys”, le respondí, y él siguió igual de desorientado, como si mi respuesta no le hubiera aclarado algo. Así hay muchos. Por eso, en particular, géneros supuestamente marginales como la electrónica, el rock duro, el rock alternativo, el heavy metal y el rap suelen tener como ganadores a los artistas que más discos venden, cuyos nombres le resultan más familiares a los votantes de la Academia. Los méritos artísticos parecieran ser irrelevantes.

Afortunadamente, la Academia de las Artes y Ciencias de Grabación de Estados Unidos hace caso de las críticas y constantemente ajusta categorías y criterios, en un intento de que los ganadores sean los artistas más meritorios, sin que el impacto comercial sea el principal componente de su victoria. Saben que su credibilidad está en constante peligro y también, me imagino, estarán cansándose de que sus elecciones se conviertan en auténticos fenómenos de humor involuntario. A mí me sigue dando risa cada vez que recuerdo que en 1989 Jethro Tull le ganó a Metallica el premio en la categoría de heavy metal.

Así llegamos a la premiación de este año. Lo primero que da gusto es ver que entre los nominados al Grammy 2018 hay pluralidad. Aparecen en las categorías principales más latinos y afroamericanos que nunca. Obviamente hay algunas omisiones notables, pero da gusto saber que los artistas más nominados son dos tipos que se caracterizan por derrochar virtuosismo, hacer música arriesgada, de mucha calidad y, por si fuera poco, con compromiso social. Por un lado está Kendrick Lamar con su fantástico álbum llamado DAMN. y por el otro, Jay-Z con 4:44.

Hay, también, encontronazos absurdos. Por ejemplo, entre los nominados a Mejor Actuación de Rock, el extrañado Leonard Cohen compite contra los Foo Fighters y contra Chris Cornell, entre otros.

Una de las categorías más notables, la de Mejor artista nuevo, presenta un duelo muy parejo: el adolescente Khalid contra la cantautora SZA. No me atrevo a pronosticar ganador.

En Grabación del año (que se otorga a un sencillo) se enfrentan los multinominados ya mencionados, y nada me hace creer que alguno de los dos no se ganará el trofeo. Sin embargo, destaca en ese rubro la presencia de “Despacito”, representando tímidamente la explosión del pop latino que dominó el mundo de la música en los últimos 12 meses. Por cierto, donde muchos sí anticipan un triunfo de Luis Fonsi y compañía es en Canción del año, premio que se otorga a los compositores.

¿Y para Álbum del año? Pues si no gana Kendrick significa que los Grammy no quieren hacerse de respetabilidad. Ningún otro artista entregó un disco tan emocionante, tan profundo, tan complejo y tan coherente con el estado del mundo hoy en día como el suyo.