El otro desarrollo (1ª parte)

Especiales Opinión
Por: Pedro Kumamoto

Constantemente me encuentro caras largas en los tianguis, en los mercados o en plazas públicas, donde me cuentan que las cosas no van bien en el trabajo, que el monedero cada vez está más apretado o que han dejado de comprar ciertos artículos, porque ahora sus precios son inaccesibles. Es un espíritu generalizado: la pensión no alcanza, los trabajos para jóvenes son precarios, a quien tiene más de 40 no lo contratan, los despidos son constantes y quien sí tiene trabajo suele tener miedo del futuro de su empresa.

Estas percepciones son el resultado de una política económica pensada para los titulares de prensa, para las entrevistas internacionales, para ser recibidos con los brazos abiertos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero no para mejorar sustantivamente la calidad del trabajo en el país.

Con bombo y platillo nos dicen que se crearon dos millones de fuentes de empleo, pero se les olvida mencionar que son empleos que condenan virtualmente a la pobreza, pues, como lo señala el Observatorio Económico de México de la UAM, 45% de estos no ganan más de dos salarios mínimos. A esto debemos agregarle que casi 14 millones de personas se encuentran en la informalidad, la cual crece año tras año y que el 20% de quien hoy trabaja se autoemplea. Finalmente, tenemos que recordar que continuamos siendo el campeón de los salarios precarios de la OCDE, o entras palabras, en México se puede tener un trabajo formal y aún estar por debajo de la línea de la pobreza que establece Coneval.

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México tiene que dar un golpe de timón en el terreno económico, la vida de millones de personas depende de eso. Es claro que el modelo económico no ha rendido los frutos esperados. El petróleo no genera las enormes ganancias a las cuales estuvimos acostumbrados por muchos años. Las industrias mineras cada vez explotan más y más territorio, pero sus beneficios siguen viéndose reflejados en una minoría poblacional. Se hace todo por invitar a grandes manufacturas al país, gracias a exenciones fiscales, pero su mano de obra vive al día con lo que ganan en esta industria.

El panorama para el sector público tampoco es alentador. Para el próximo año se contempla una reducción de casi $240 mil millones en el presupuesto de egresos, que se le van a la yugular a rubros como el campo, ciencia y tecnología, turismo, cultura y educación.

Frente a este escenario podría parecer que las personas más afectadas por estas decisiones nos toca quedarnos callados, hacer todo por sacar adelante a la familia y pensar que nada de esto tiene solución.

Pero puede haberla.

En próximas columna hablaré un poco más acerca de las alternativas económicas que podríamos construir para nuestro país. Factores como la biodiversidad, energías limpias, la agricultura, el turismo, las industrias creativas y tecnológicas, así como un cambio de paradigma en la manera de producir hacia el cooperativismo, podrían permitirnos otra realidad. Que estas líneas sirvan para divulgar lo que se ha pensado en este terreno, para empezar a soñar con otras maneras de producir y vivir el otro desarrollo.