Contracultura pop | Quadri, te falta calle

Opinión

Hace poco, un personaje oscuro —o, mejor dicho, grisáceo— de la política mexicana se sumó al coro de quienes creen que el reguetón es la cuna de todos los males de la humanidad. Qué calamidad. 

Los personajes que se asumen como guardianes de la moral y las buenas costumbres son patéticos e innecesarios. Los peores son aquellos que, para intentar imponer su criterio, recurren a la prohibición de lo que les parece incorrecto. Además de ser una medida arbitraria, quien intenta erradicar algo de esta manera generalmente fracasa.

Estoy pensando, específicamente, en el excandidato del partido Nueva Alianza a la Presidencia, Gabriel Quadri de la Torre. Para quien tenga la fortuna de no saber quién es o de no recordarlo: se trata de un personaje que participó con más pena que gloria en el proceso electoral del 2012. En las boletas fue superado por todos sus contendientes, incluyendo el voto nulo. Así de trascendente.

Ayer volvió a ser noticia. O más o menos. Resulta que tuvo la puntada de pedir, vía Twitter, lo siguiente: “Los candidatos deben comprometerse a prohibir el reguetón en caso de llegar a la presidencia…”. Posteriormente, cuando El Universal le pidió que extendiera su opinión sobre este género musical, Quadri dijo: “Es la máxima expresión de la vulgaridad, es una plaga, es la desgracia máxima de la persona humana, en algo que se pretende llamar música”. De acuerdo con ese diario, también afirmó que las letras reflejan un machismo puro con mensajes totalmente misóginos. La nota brinda una última cita: “Podríamos decir que el reguetón refleja los niveles de la cultura popular, pero también es parte del populismo que estamos viendo en las campañas, todo ello es vulnerable a la demagogia”.

Algunas ideas al respecto:

—Los candidatos están obligados a discutir y pensar temas más relevantes que la prohibición del reguetón.

—La misoginia y el machismo existen en México antes del reguetón. Es una frivolidad pensar que prohibirlo ayudaría a erradicar, o siquiera reducir, ese tipo de conductas en nuestra sociedad. Me recuerda a quienes ingenuamente creyeron que prohibiendo los narcocorridos se conseguiría impedir la normalización del narcotráfico, de su violencia y la glorificación de sus personajes. Falló rotundamente.

—La misógina y el machismo, quizá no de manera tan explícita, se manifiestan en prácticamente todos los géneros musicales. ¿Prohibimos la música? ¿Damos algunos pasos para atrás y nombramos comités que se encarguen de medir su calidad moral? Y ya que estamos en esas, ¿de una vez buscamos películas, series de televisión, libros y videojuegos que necesiten ser prohibidos?

—Estas reacciones tan adversas ante el reguetón —y sospecho que Quadri y muchos de sus detractores se refieren más a la nueva oleada de trap en español que a los pioneros puertorriqueños del género— evocan la forma en la que los sectores más conservadores de la sociedad estadounidense reaccionaron ante la emergencia del rock and roll, o cómo los mismos sectores, pero de la sociedad inglesa, rechazaron tajantemente al punk. Curiosamente, en el primer caso había un componente racista, y en el segundo, un componente clasista. ¿Habrá algo así detrás del rechazo del reguetón? Yo intuyo que sí.

—No se le pretende llamar música. ES MÚSICA. Que a usted no le guste, le ofenda o le aburra no significa que no lo sea.

Para acabar, la recomendación para este señor y todos los que odian el reguetón es que mejor ni vayan a antros, ni prendan el radio. Busquen empatía en los discos de Aleks Syntek. No se va a ir pronto.