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11/04/2021
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Populismo, cuestión de método

En una visita a Canadá los presidentes Barack Obama y Enrique Peña tuvieron una discrepancia reveladora sobre la forma en la que interpretan el populismo. Obama se declaró populista y su retórica opuesta al discurso de Peña generó una reacción cósmica en las redes sociales, mística en algunos intelectuales y cáustica en los medios cercanos al régimen peñista.

Los presidentes abordaron el tema después de escuchar preguntas en la conferencia de prensa. Una reportera preguntó a Peña si equiparaba el discurso de Donald Trump con el de Hitler o Mussolini, y si estaba preocupado con la propuesta de levantar un muro en la frontera entre México y Estados Unidos.

Peña se refirió a actores y liderazgos políticos que asumen posiciones populistas y demagógicas, pretendiendo eliminar o destruir lo que ha tomado décadas construir, para revertir los problemas del pasado. Estos líderes –continuó– recurren al populismo y la demagogia y venden soluciones fáciles a los problemas del mundo, pero no es tan sencillo.

Después de un rato, Obama tomó el micrófono y dijo en un tono seco y serio que se aparta de su habitual cortesía:

“No estoy preparado para conceder esta idea de que parte de la retórica que escuchamos, es populista. En 2008 el motivo que me llevó a ser candidato fue mi interés por las personas y el deseo de que todos los niños tengan las mismas oportunidades. Me preocupan los pobres que trabajan duro y no tienen oportunidad de trabajar, me preocupa que los trabajadores tengan una voz colectiva y reciban su parte del pastel, me quiero asegurar de que los niños tengan una buena educación, que una madre trabajadora tenga un cuidado de su niño en el que pueda confiar, y que tengamos un sistema tributario justo y algunas personas puedan pagar más para que los niños menos afortunados puedan tener oportunidades; y que haya transparencia en el sistema financiero para no repetir el desastre de 2008 y para que no haya gente que evada el pago de impuestos con cuentas extraterritoriales, y que no aprovechen de circunstancias de las que no pueden beneficiarse otras personas que no tienen los mismos recursos para usar estos trucos”.

“¡Supongo que eso me hace populista!” –alzó la voz Obama– “pero otras personas que nunca han demostrado preocupación por los trabajadores, que nunca han insistido en cuestiones de justicia social y que los niños reciban una oportunidad y atención médica y que de hecho han trabajado en contra de una oportunidad económica para los trabajadores, no se transforman de la noche a la mañana en populistas, porque dicen algo controvertido para obtener votos. Esa no es una medición de populismo, eso es xenofobia, o peor, solo cinismo. Entonces yo pediría tener cuidado en asignar a cualquier persona que emerja en un momento de ansiedad el sentido de populista. Han luchado por el bien del trabajador y creado oportunidades. Hay personas como Bernie Sanders que merecen ese título porque realmente ha luchado contra estas injusticias. Compartimos valores, objetivos y cómo lograrlo”.

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En Letras Libres, Enrique Krauze se apresuró a escribir que admiraba a Obama y que le parecía un estadista extraordinario que pasará a la historia, “pero no conoce el sentido político del concepto y la práctica del populismo fuera de Estados Unidos”. Un buen gobernante –continuó Krauze– “se preocupa por el bienestar del pueblo sin ser populista” y citó como ejemplo a Lázaro Cárdenas, quien según él era popular pero no populista: No alentaba el culto a su personalidad, no actuaba encima de las instituciones, no promovía el odio de una parte de la nación contra otra. “El populista, de izquierda o derecha, es un líder que usa su poder carismático para establecer un vínculo con un sector del pueblo y fustigar a los no pueblo”.

“Obama es popular, pero no populista. El populismo es el uso demagógico de la democracia para acabar con ella”, dijo Krauze, sin decir en dónde situaría a Peña.

En todos los diarios, las radiodifusoras y las televisoras controladas por el régimen, la reacción fue cáustica: algunos mintieron al decir que Obama deploraba el populismo; otros –la mayoría– simplemente censuraron el pasaje.

Es evidente que hay una diferencia semántica entre la consideración de populismo de Peña y de Obama. Eso es obvio, pero no es lo importante. Lo trascendente debería ser la lección de ética política que Obama dio en cinco minutos.

Lo que desvela el discurso de Obama es una diferencia capital –como el día y la noche– en la manera en la que él entiende la política y el servicio público, y cómo se concibe en general la política y el servicio público en México, sobre todo en las élites.

Parafraseando a Obama, es preciso preguntar si en México:

¿Hay partidos y políticos preocupados genuinamente por los pobres y la justicia social?

¿El Presidente está comprometido con las causas sociales y el respeto a los derechos humanos?

¿Qué partidos y políticos entienden el servicio público como una especie de apostolado para servir y ayudar a la gente?

¿Por qué quienes tienen la posibilidad, se llevan sus miles de millones de dólares de este país a los paraísos extraterritoriales que advertía Obama, negando la posibilidad de un mejor futuro a sus compatriotas que no tienen casi nada?

El error que Krauze advierte en el discurso de Obama tiene un poder iluminador en sentido contrario: su aparente desconocimiento lo llevó a ensayar de manera no intencionada pero lúcida sobre el sistema de complicidades e intereses que durante décadas ha permitido a un grupo de políticos, intelectuales, líderes sindicales y empresarios sentarse a la mesa y servirse a manos llenas de este país, sin voltear ni de soslayo a ver a los niños, a las madres y a los trabajadores que Obama citó en su discurso.

Quizá sin percatarse, Obama construyó una noción acertada de populismo en México: a Peña, al PRI, al PAN, a Anaya, al PRD, a Krauze y a otros más les hizo ver que también tienen un espacio VIP en el vagón del populismo al que subieron a Andrés Manuel López Obrador, sin entender –sin aceptar– que hace tiempo que todos viajan en el mismo tren.

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Autor de "Narcoleaks" y "Obama Latino". Sus historias han aparecido en "Etiqueta Negra", "Gatopardo", "Letras Libres" y "El Mercurio" de Chile.