La revelación de Peña

Opinión
Por: Wilbert Torre

No deben ser pocos los presidentes que son recordados como no desearían serlo, o por un gesto que, de manera involuntaria, los marcó para siempre. La memoria de José López Portillo se rehace en el ladrido de un perro. Echeverría es el abogado llamado asesino. En Salinas tenemos al modernizador que revolucionó la corrupción. Y si los habitantes de este país así lo deciden, Enrique Peña será recordado como el presidente que al pedir perdón iluminó al país con un momento revelador.

Si lo entendemos y lo empleamos de manera correcta, el perdón de Peña puede ser una epifanía de país: ese instante en el que ocurre un giro  trascendental que es capaz de cambiar las cosas para siempre.

¿Qué otorga al discurso de Peña la categoría de revelación histórica?

Peña es el primer presidente que reconoce la existencia de un régimen que en las últimas décadas ha sido funcional a un sistema de intereses y privilegios económicos, políticos y sociales, que de manera regular se conduce más allá de las leyes. Un conjunto de conductas y reglas no escritas que convierte en conductas legales que en la percepción y la lógica de los ciudadanos son claramente indebidas.

¿Por qué digo todo esto?

No existe una clave secreta para descubrirlo. Solo es necesario leer con atención las palabras del presidente, tal cual las pronunció:

En noviembre de 2014 la información difundida sobre la llamada Casa Blanca causó gran indignación. Este asunto me reafirmó que los servidores públicos, además de ser responsables de actuar conforme a derecho y con total integridad, también somos responsables de la percepción que generamos con lo que hacemos, y en esto reconozco que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno. En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente. Por eso, con toda humildad, les pido perdón. Les reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé.

Ahora revisemos el discurso del presidente Peña en partes, para entender su significado.

¿Por qué pidió perdón el presidente Peña? Esta es la pregunta que con seguridad aún se estarán haciendo millones de ciudadanos.

Pidió perdón y ofreció disculpas por la percepción que la Casa Blanca de los 7 millones de dólares generó en la opinión pública, es decir –parafraseando a Peña–, por la indignación y el agravio que causó en la sociedad.

Esto es clave para entender la revelación histórica: el Presidente no se disculpó porque un empresario llamado Juan Armando Hinojosa, el principal contratista del gobierno federal  y uno de los más importantes en el gobierno de Peña en el Estado de México, financió y construyó la casa de las Lomas que habitaban el presidente y su familia.

¿Por qué Peña no pidió perdón por esto?

“Me conduje con apego a la ley”, dice el Presidente y al pronunciar esta sentencia arroja una luz cegadora sobre dos de los principales problemas de México: la corrupción y la impunidad, provocadas por leyes ambiguas, incompletas y maleables a la interpretación de la autoridad, que durante décadas han construido un gran marco de permisibilidad en el que la clase política toma decisiones obscuras, cuestionables, sospechosas o ligadas a intereses particulares, que sin embargo son absoluta y plenamente legales.

El presidente Peña ha contado su interpretación sobre la legalidad de la casa blanca. En El Despido (Planeta, mayo de 2015) se relata así la explicación del Presidente a los periodistas que informan sobre sus actividades:

“¿Cuál conflicto de interés? –preguntó a los reporteros– ¡No lo veo por ningún lado! Supongamos que tengo un amigo que es dueño de Nextel –blandió en el aire uno de sus teléfonos– y le compro un radio o contrato los servicios de la empresa. ¿Estoy haciendo algo ilegal? ¿Estoy favoreciendo a mi amigo? A mí me parece que no. ¡No existe un conflicto de interés porque tengo un amigo en Nextel y elegí a esa empresa y no a otra!”.

Esta explicación del Presidente ante una veintena de periodistas sirve para explicar por qué nunca pensó que incurría en un conflicto de interés cuando le pidió a Hinojosa construir la casa de Las Lomas: porque en la lógica de poder del régimen, es absolutamente normal beneficiar –pedir e intercambiar favores desde el gobierno– a tus amigos, tus aliados y tus socios.

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–¿Por qué exoneró a Peña el secretario de la Función Pública?

Porque para emitir una resolución se basó en una ley que no regula ni sanciona con suficiencia los potenciales conflictos de interés entre un servidor público y un particular.

Uno de los principales problemas de la impunidad es la vigencia de leyes mexicanas repletas de lagunas y escritas de manera que pueden ser interpretadas para hacer legales conductas ­–como pedirle a Hinojosa financiar y construir una casa– que pueden ser indebidas –la percepción de la inmensa mayoría de los mexicanos sobre la Casa Blanca–.

¿Recuerdan a los diputados panistas que cobraban moches a los alcaldes a cambio de obras? ¿Por qué no fueron sancionados?

Porque la ley no consideraba de manera expresa a los diputados federales. Por eso hace unas semanas la Cámara de Diputados aprobó una reforma increíble para inscribir en los sujetos del delito de abuso de autoridad –oh sí– a los legisladores, es decir a quienes están a cargo de hacer las leyes.

El discurso de perdón de Peña es la revelación inédita de un Jefe de Estado Mexicano sobre la existencia de un sistema de intereses que está por encima de las leyes, aplicadas o interpretadas como la autoridad decide hacerlo.

¿Qué debería hacer la sociedad?

Exigir al Presidente y al Congreso legislar para corregir las leyes que el sistema político no ha modificado, porque es funcional a sus intereses.