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11/04/2021
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El gasolinazo

Es la economía, estúpido. ¿Quién no recuerda el eslogan del binomio Bill Clinton-Al Gore en la campaña del año 92? En estos días, millones de mexicanos deben estar recordando esta legendaria frase política en los tiempos del peor gasolinazo en las dos últimas décadas.

Estados Unidos salía de los tiempos convulsos de la Guerra Fría y el grito de guerra de Clinton fue recibido con esperanza por los norteamericanos que no veían la manera de amanecer al día siguiente en medio de una recesión que acababa con miles de empleos, asfixiaba los salarios y provocaba un gran malestar social.

Tras ese episodio, Estados Unidos ha pasado por otros momentos complicados como la crisis económica de 2008, pero antes y después los habitantes del país del norte han vivido amplios periodos de estabilidad económica y cierta bonanza.

Tras la tormenta o la sequía han llegado épocas de crecimiento y los norteamericanos han podido comprar auto y casa, pagar sus hipotecas y vivir al ritmo endemoniado de una sociedad marcada por el consumismo.

¿En México hemos podido ver alguna luz después de la oscuridad de una crisis? ¿Las nuevas generaciones de mexicanos tienen oportunidad de vivir una mejor vida que sus padres y abuelos?

Los últimos tres meses, mientras escribía un libro sobre impunidad y corrupción en México, releí distintos pasajes de la historia política del país en un periodo que podríamos llamar de historia reciente: del gobierno de Luis Echeverría en 1970 al gobierno de Enrique Peña en 2016.

Se trata de un lapso de cuarenta años en el que los mexicanos han recibido una buena cantidad de noticias, algunas buenas y muchas malas. De un presidente a otro, salvo los gobiernos de Salinas (que irresponsablemente se negó a hacerlo) y de Fox y Calderón, todos los demás han transcurrido bajo una palabra maldita: devaluación.

¿Por qué de 1970 a 2016 las nuevas generaciones de mexicanos en general no pueden aspirar a vivir una mejor vida que sus padres y abuelos? ¿Por qué los mexicanos vivimos condenados a las devaluaciones? ¿Algún día comenzara por fin un periodo de desarrollo estabilizador como sucedió hace varias décadas?

No se trata de hacer juicios simplistas como decir que todos los gobiernos de Echeverría a Peña han estado guiados por la ineptitud, los excesos y ahora la impunidad y la corrupción, y que esas son las principales causas del desastre. Algo hay de todo eso desde luego, pero el problema es mucho más profundo.

LEE LA COLUMNA ANTERIOR DE WILBERT TORRE: LA REVELACIÓN DE PEÑA

Las buenas noticias, si se les puede llamar así, son que no se han repetido las devaluaciones desastrosas de los gobiernos de Echeverría y López Portillo, que condujeron a su vez a saqueos y fugas de capitales descomunales; la conducción de la política económica no es tan caótica como cuando el abogado Echeverría despidió a su secretario de Hacienda y decidió dictarla desde Los Pinos, con las consecuencias que todos conocemos.

Aún así, la política económica se encuentra muy lejos de resolver los problemas nacionales. Las crisis económicas han desaparecido para ser suplantadas en el lenguaje oficial por el muy eufemístico término de ajuste presupuestario, mientras los salarios continúan reduciéndose como hace veinte, treinta o cuarenta años, pese a que la inflación está en apariencia controlada.

¿A qué podríamos atribuir el más reciente fracaso en la conducción de la política económica?

Una explicación pueden ser las altas expectativas que el gobierno peñista depositó en las reformas estructurales. Ya se fueron los tontos y llegaron los que sí saben cómo hacerlo, entendimos todos cuando el Presidente y sus secretarios anunciaron que los precios de la gasolina y la energía eléctrica se reducirían, pero entonces se repitió más o menos el mismo guión de hace 40 años y las grandes expectativas nacionales se vieron superadas por los problemas de la economía y las finanzas internacionales y más tarde por una errática conducción de la política económica, y entonces cuando nos despertamos la mañana del jueves 28 de julio de 2016 nos encontramos con que el dinosaurio aún estaba ahí, cobrando la forma de un inaudito aumento de 44 centavos en la gasolina Premium y 56 centavos en la Magna.

“Es la economía, estúpido”, dijo Clinton y ganó las elecciones de 1992 en buena parte gracias a esa frase de campaña. En el México del siglo XXI, esa frase podría anticipar hoy la derrota del PRI en las elecciones de 2018, sepultado por un castillo de arena en el que el gobierno peñista construyó sueños que hoy han mutado en pesadilla.

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Autor de "Narcoleaks" y "Obama Latino". Sus historias han aparecido en "Etiqueta Negra", "Gatopardo", "Letras Libres" y "El Mercurio" de Chile.